Se disolvieron mis muy vagos sueños dentro de una mohína taza de café.
El calor apesadumbrado lo consumió todo.
Las promesas de un amor desmedido continuamente giraban en mi cabeza y se cuestionaban a sí mismas.
Y las cenizas de los recuerdos estaban siendo enterradas en el cenicero, junto con las innumerables ocasiones en las que me atreví a tomar su mano.
Estaba arriesgando más de lo que poseía,
lo di todo,
más de lo que recibía
Aspiraba a detener mis lágrimas atando con fuerza una venda a mis ojos.
La necesidad, el dolor, el odio, incluso el amor,
todo se mezcló creando la ilusión de un diferente y distante mundo.
Y quiero pensar que nada fue en vano,
sigo aquí, pero ya no esperándolo
como se lo prometí cuando estábamos lejos, valientes
mientras nadábamos a contracorriente.