Difícil de admitir

1."Soy inevitable"

Esto no está para nada bien. Es una muy mala forma de iniciar la semana. ¿Cómo es posible que esté hasta la cabeza de deudas por culpa de un crédito universitario? Es imposible de creer, pero con un jefe sinvergüenza que te resta dinero cada mes, todo es posible.

Apenas logro procesar cuanto últimamente se está llevando al bolsillo a costas mía. Y todo para pagar el vino que se toma todos los días en su oficina. Entrecierro mis ojos y trato de entender cómo mi sueldo cada vez es más bajo. Ni siquiera logro alcanzar el mínimo. Esto no ayuda en nada a esa deuda enrollada en mi cuello.

—¿Me estás escuchando? —Levanté la vista y esos marrones ojos de mi prima me analizaban con sumo detenimiento.

—¿Qué? —Articulé confusa.

—¿Qué yo te...? —Se percató de mis papeles, pero traté de guardarlos lo antes posible—. ¿Qué tienes ahí?

—Nada —Me encogí de hombros y ella asintió lentamente, como si aquello no fuera suficiente—. No pasa nada, Victoria.

Trató de entenderme.

—¿En que estábamos? —Inquirió con una mano derecha en su mentón.

—De... —Alargué la palabra.

—¡Ah, sí! Eres increíble, Alison —Sonó irritada. Aquello para nada fue un alago—. Yo te hablo sobre un chico y tú ni siquiera te dignas a escucharme.

Resoplé con fastidio. Ya íbamos con el mismo tema de la noche anterior.

—¡¿Chicos, otra vez?! —Protesté irritada—. Si me quieres deleitar con tus intentos de cupido, no lo hagas, Vic. No estoy de humor y a estás altura lo que menos pretendo es conocer a alguien.

—Bueno... —sonrió con malicia, como si aquello no bastara—, lo conocí en el trabajo y es muy interesante. Además, ha estado en el ... —Sigue hablando sobre aquel chico y yo, como una pequeña, coloqué las manos sobre mis oídos.

—No insistas, por favor —Le suplico—. No quiero que sigamos con una plática sobre esto. Ya tengo suficiente con el sermón de anoche.

—Pero si es un chico hermoso de mi trabajo, Alison. El hombre es modelo, su cara es linda y tiene un gran... —dejó de hablar de golpe. Desentendida la encaré con una ceja levantada, no entiendo qué pretende—, y bello corazón.

—¿Crees que eso me convencerá? —Ironicé y amplié mi sonrisa cuando negó—. Ves. Ya no hables más de eso que no es mi día.

Ese largo silencio me hizo dar a entender que ese tema ya estaba zanjado. Miré mi taza llena de café, la tomé para llevarla a mi boca. Apenas el líquido tocó mi lengua, sentí cómo el kilo de azúcar que ella agregó, se escurría por las paredes de mi garganta.

—Podrías, plis... —Su cara de perrito abandonado, no surgió nada en mí.

Me inmuté a sus suplicas y achiné mis ojos. Estaba llegando al límite de mi paciencia.

—¡No! ¡Nei! ¡Ni lo pienses! —Sentencie de inmediato. Ella se cruzó de brazos y miró la avena que había preparado para mí—. Solo déjame disfrutar del exquisito desayuno que preparaste.

Este desayuno estaba siendo de mal en peor. Cogí una cuchara a mi lado y la unté en el plato de esa avena extraña. Victoria, es un caso perdido en la cocina. Y el solo hecho de que hubiera preparado algo, era para chantajearme. Sus quisquillosos ojos no dejan de verme fijamente. Le mostré una sonrisa forzosa a cambio. Deseaba tanto arrancar de acá. La verdad es que no quiero probar esa avena. Toda la comida que ella prepara no es buen presagio, pero herir sus sentimientos era más cruel. Tragué saliva en seco y tomé la cuchara llevándola a mi boca.

—Es una delicia —Miento en cuanto mastico con sufrimiento, ¿es normal que la mezcla se pegara entre mis dientes? Tragué con dificultad haciendo sonar mi garganta y su sonrisa se agrandó. Un punto para mí—. Que puedo decirte, la avena se encuentra exquisita.

Llevé otro pedazo para convencerla de que no era un fracaso en la cocina, pero mi garganta de pronto comenzó picar. Carraspeé rápido, sabían horribles.

—No es avena, Alison —Sus labios repentinamente formaron una línea fina—. Son hotcakes

—P-pensé que era... —Arrugué mis cejas y al final, solté un bufido—. Eres un fracaso, ya lo dije.

—Eres tan... —Hizo un gesto con sus manos como si estuviera afixiandome—. Adorable. Por lo menos las galletas estuvieron mejor.

Niego al instante. Sus galletas fue como tener un virus rondando por el departamento, de esos que te hace solo vomitar.

—Mejor trata de tomar las mejores fotos —Me encogí de hombros—. En eso te va de maravilla, eso de fotografiar hombres casi desnudos. Ahora... —miré el reloj de la pared solo para tener que alejarme de esta conversación incomoda—, me tengo que ir a trabajar, el hobbit gruñón me llama.

Me levanté apurada de la mesa.

—Ten un buen día —Fui por mis cosas al escritorio—. ¡Ahora, por tu culpa, tendré que decirle a Henry que no quieres conocerlo!

La miré por el umbral de la puerta y ella hizo una mueca, tristona.

—De seguro el tal Henry, sobrevivirá —Regresé con mis documentos. Tomé mis cosas de la mesa; teléfono, bolso y sin olvidar los borradores de la revista—. Te veo al rato.

—¡Me debes la cena!

—Soy sorda, no escucho.

Fingí demencia y llegué a la puerta principal. Por arte de magia conseguí abrir y cerrarla. Con los brazos repletos y hojas esparciéndose por todos mis brazos, conseguí bajar algunas escaleras cuando de 
repente recuerdo algo que me dejó estática en la mitad de esta.

Mierda

El archivador con los papeles. Regresé apuradísima o de lo contrario señor gruñón me dejará sin dinero. Algunos papeles se caían por el camino. Mi piso quedó a unos metros. Apenas llegué, quise colocar las llaves en la cerradura y esta se abrió de una.

—No sé qué haría sin ti —Confesé.

—Eso mismo yo me le pregunto —Me entregó el archivador y miró su teléfono—. Te quedan 20 minutos querida Ali.

Abrí mis ojos con cierto miedo en mi interior.

—Ya me voy.

Bajé las escaleras como alma que se lleva el diablo y cuando estuve a unos metros de la salida del edificio, casi caigo de llenó sobre esa vieja cascarrabias del piso 6, alias mi vecina, la señora Tricot. Estaba en medio de las escaleras dando pasos como tortuga.



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En el texto hay: juvenil, romance, amor

Editado: 28.10.2021

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