Difícil de admitir

27. "Pintura abstracta"

Nos sentamos sobre un banco apegado a la pared esperando a que Adam saliera. Percibí mis piernas vertiginosas, como si no tuvieran donde quedarse quietas ¿Qué haría de hora en adelante? Fue la pregunta más austera que se adueñaba de mi cabeza. Mi prima pasa por un momento sombrío y no hallaba la manera de ayudarla, todo parece ser un laberinto sin salidas. Vi la hora en el reloj de Jadien, contabilizando los minutos y Adam no salía nunca. Comprendía su tardanza; él era el padre de su hijo y yo simplemente su prima.

—Ya puedes ir, Ali. Ella está en la habitación 237 —Alcé mis ojos, viendo una imagen destrozada de Adam.

Jaiden, sin preverlo, se levantó a abrazarlo y fue cuestión de segundos cuando escuché el llanto desgarrador de Adam. El dolor de un hombre perdiendo algo que jamás volverá, era indescriptible.

Me levanté dejando el momento que solo les concierne a ellos dos y comencé a caminar, sintiendo mis manos húmedas al ver que los números de las salas cada vez se hacían menos. Miles de interrogantes se mezclan en mi cabeza al imaginar su espeluznante estado. Al detenerme en su número de puerta, mi corazón palpitó a mil por segundo y los nervios se colaban por mi sistema nervioso. Necesité estar lo más tranquila posible y estar preparada a como dé lugar. Suspiré y sin esperar más tiempo, le di vuelta al cerrojo.

Hice a un lado la puerta y mi vista viajo instintivamente hacía mi prima. Se hallaba de espalda hacía la ventana. Sus sollozos era el único sonido desgarrador que se sucumbía por mis oídos y se arrastraba por las paredes. Ingresé, cerrando la puerta con mi espalda sin causar ruido y caminé a su casa con sigilo. Las cortinas estaban corridas, lo único que daba luz a la habitación era la oscuridad de la noche. Fijé la vista en ella que solo se perdían en los focos de luz mientras sus continuas lagrimas no yacían.

—Hey, hola —Murmuré al sonreír fingidamente. Ella no respondió, estaba sucumbida en sus penas—. ¿Quieres hablar sobre ello?

La preguntar fue realmente estúpida, pero necesitaba formularla por si ella necesitaba expresarse. Negó al instante como era de suponerlo. Me senté sobre una silla frente a su cama esperando algún gesto o alguna palabra nada ocurrió por más de una hora, simplemente era un cuerpo sin gestos de vida a mi lado. A la hora y media el doctor ingresó con el alta en sus manos. Victoria regresaría a casa. Al irse el doctor de la sala, Victoria ya había detenido un poco las lágrimas.

—Adam, llegó por ti —Le confesé con una sonrisa forzosa, pero por dentro estaba igual de triste que ella, sentía ese dolor intenso en mi pecho.

—Es lo único bueno que me queda —Su tono sonaba acido.

—Es hora de volver a casa, a nuestro pequeño apartamento —Manifesté.

Ella solo asintió sin más y nada después salió de su boca. Ningún gesto en sus labios, una cara desganada, un frio dolor consumiéndola de forma desgarradora.

***

Pasó una semana desde que Victoria se transformó a una mujer sin vida. No le dirigía la palabra a mi familia y mucho menos a mí, a nadie. Adam, al mudarse a nuestro departamento se convirtió en todo lo que ella quiso en un hombre, fue su confidente. Ese hombre que estaba en las buenas y las malas. Yo nunca dejé de pensar en su estado, me retorcía el alma al pensar que ella no fuera capaz de levantarse.

Sentada sobre el escritorio, apoyé mi cabeza en mi mano izquierda mientras mi apoyo servía de apoyo en la mesa. No he dormido tan bien como lo he deseado. Mis pensamientos eran todos en ella, tanto así que olvidé muchas de mis obligaciones. Tomé un largo suspiro y dejé de escribir el informe estadístico que Jaiden me ordenó para hoy mismo. No era nada menos que cien hojas escritas y tan solo llevaba cuarenta y tres. Con Jaiden y los problemas en casa, olvidé por completo nuestra relación. Sin pensarlo esa línea fortalecida de una hermosa pareja que conformo con él, ahora es un hilo que se aferra con todas las ganas, pero muy frágil al romperse. La situación angustiosa en mi casa sucumbía mis otras prioridades.

Me permití cerrar mis ojos por unos segundos y volvía redactar ese extenuante informe. Como siempre el día lunes era el día más ajetreado, pero al parecer a este hombre eran todos los días iguales.

—Hola, Alison —Su voz.

Alcé la mirada con el ceño fruncido, era Stefany. Desde aquella disculpa al parecer le había picado el bicho de la felicidad y de buenos deseos.

—Hola, Stefany —Me quejé sin explicación.

Mis ánimos no estaban para seguir escuchando esa amabilidad, sabiendo de cómo están las cosas en casa y más con mis celos sin explicación resaltan tanto. Tanto mi vida amorosa como mi vida en casa se están convirtiendo en un desastre.

—¡Que tan mal humor! —Se quejó como si estuviera pasado algo realmente grave. Era muy exagerada. Trato de ponerle importancia y solo ruedo los ojos para intentar controlarme—. ¿Jaiden está?

Siempre la misma estupidez de pregunta cuando llega. Estaba claro que Jaiden está en su oficina, encerrado haciendo cosas que no me interesan... Tranquila, ¡vaya! Estoy un maldito segundo de acabar con mi propia paciencia.

—Sí, está en el despacho —Comenté como siempre y comencé a teclear el informe. Pasaban los minutos y aún sentía su presencia—. Si quiere puede pasar.

—Gracias. Que tengas una linda tarde —Se despide de forma cortés, ¡vaya! Eso no lo esperé, lo que me causa una leve sonrisa. Después de tanto una persona se digna a cambiar ese humor que ha sido desastroso estos días, ni mi novio ha sido capaz de entender o siquiera a acercarse a mí para decir algo desde que volvió desde el hospital. Todos pareciera que se quieren alejar o simplemente no quieren estar a mi lado—. Por cierto, ¿no te importará que hoy salga con tu novio a cenar? Por razones de trabajo claramente.

Apenas me dio tiempo para procesar lo que acaba de decir. Tomé un par de segundo para asimilar y de pronto ese mundo que comenzó a levantarse a poco se hunde más. Esa cara sobrepuesta cayó de golpe. Ya era mucho tiempo de amabilidad, acabo de la peor forma. Nunca fui de inseguridades, pero ahora es inevitable no aferrarse a ellas cuando siento perderlo todo. Tensé la quijada con nunca. Claro, ¿cómo no importarme? Los celos y las mentiras, todas sus palabras ocultas me carcomían el alma.



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En el texto hay: juvenil, romance, amor

Editado: 28.10.2021

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