Los problemas y el estrés diario, me consumían todo el tiempo. Pero bastaba unos minutos de relajación en el jardín y todo se evaporaba en un pispas.
Llevaba conmigo una de las flores preferida de mi madre, la cayena. Cuando estuve unos días en el Estado Zulia, visitándola, me regaló una de ellas en color rojo para que la colocara en mi jardín, el cual estaba muy colorido.
Prepare el lugar, mientras trasplantaba la flor con sumo cuidado. Llenándome de tierra en el proceso, al terminar admiré con adoración el resultado, un nuevo miembro se había sumado a la familia. Reí en silencio por mi ocurrencia.
Cuando algo en movimiento, llamó mi atención. Al girar mi rostro a la derecha, pude observar a un sujeto de espaldas a mí, no llevaba camisa y se podía apreciar un cuerpo bastante trabajado.
Decidí en ese momento, levantarme y tomar un trapo que se encontraba a un costado de donde me encontraba y me limpie con el las manos, mientras volvía mi vista hacía el frente.
No sabía que tenía vecinos, a decir verdad. Nunca me enteraba de nada de lo que ocurría por acá. Mis ganas por saludarlos, fueron inmensas.
Pero desistí de ello en cuanto me percate de lo sucia que estaba, así que resignándome avancé hacia el pasillo que daba a mi porche. Justo en ese momento, vi salir de la casa del lado a una joven de espeso cabello rojizo.
Al entrar a mi hogar, un aroma dulzón me recibió y sonriendo de oreja a oreja, me deslicé hacía la cocina con emoción. Otra de las cosas que me relajan y amo hacer, son las de crear dulces; todo una delicia.
Cuando me decido por tomar una porción de arroz con leche, escuchó la suave melodía de mi celular. Doy un largo suspiro y voy por el, debe ser importante.
Lo veo sobre la mesa de la computadora, así que troto hacia el y cuando lo tengo entre mis manos, una sonrisa se extiende por mis labios.
—¡Hola mami!— saludó con entusiasmo.
—¡Hola tesoro! ¿Qué te trae tan contenta?—inquirió ella con cierta picardía.
Mi madre anhela que consiga a un hombre que me ame de verdad, aunque eso lo vea un caso muy lejano.
—¡Ya termine el jardín!—agregué con mucha ilusión—. Espero que sea de tu agrado cuando lo veas.
—Oh quiero ver ese hermoso espectáculo—mencionó con emoción, luego la escucho gritarle a alguien—. ¡Voy!
—¿Qué ocurre?
—Es tu padre, no puede hacer nada por si solo—contó mientras se carcajeaba.
—Te escuche.
Reímos al oír su voz de súplica. Mi madre es la maestra de los guisos, sus comidas son un manjar y estoy segura de que quiere más, eso me hace echarlo de menos a todos.
—¿Y qué me cuentas cariño?—cuestionó mi madre, con interés.
—Bueno, hoy me fije que tenía nuevos vecinos—solté aquello que aún me tenía inquieta—. No sabía que allí se alojará nadie.
—Uh, material para conocer—afirmó con alegría en su voz, aunque ya sabía por dónde iban los tiros—. Debes conocerlos, no todos son como Daniel, tal vez...
—¡Mamá, no estoy buscando nada—corté cualquier cosa extraña que fuera a mencionar—. Además aún, no logro superarlo.
—¡Ay cariño siempre te dije que ese chico no te convenía!
—Sí, lo sé, pero lo amo y eso no lo puedo ocultar—. Y por inercia, comienzo a recordar su mirada, era de un azul intenso que me hipnotizaba.
—Entiendo mi niña, aun así no es bueno que te cierres a conocer nuevas persona—agregó con un suspiro—. Ve con el único fin de ser cordial, eso no te hará una persona desesperada.
—Aun así, siento que no es buena idea.
—¿No me digas que tienes pena?—bromeó—. La chica que conozco es valiente y le encanta socializar, así que vamos, pon eso en práctica que no está muy lejos.
—Bien, lo intentare.
—Y le llevas unos de esos dulces tan deliciosos que haces, seguro que quedarán encantados—agregó con voz autoritaria—. Ya sabes que a un hombre se le enamora por la...
—Mamá, ya estamos otra vez.
—Perdón, perdón ya no digo nada más—cedió—. Solo no dejes que esta oportunidad se vaya, vale. Ve, que para luego es tarde.
—Está bien mami, le mandas saludos a mis hermanos y mi papá.
—Claro amor y luego me cuentas como te fue—se despide, tirando dos besos.
Cuando por fin logro colgar. Comienzo a sentir unos nervios recorrer todo mi cuerpo y las ganas por llegar a conocer nuevas personas, me impulsan a querer verme presentable.
Así que arreglo mi melena castaña mientras camino por la cocina, buscando que llevar.
Opté por el arroz con leche que hice en la mañana. Tomé una porción, echándola en un envasé de plástico con tapa. Antes de cerrarlo, le agregué canela y listo.
Solo esperando que ninguno de ellos sea alérgico a esto, sería algo tan vergonzoso si ocurriera.