Dimensión Imperfecta

1.- La dictadura de un Astro

La dictadura de un Astro.

El fuerte olor del petróleo me hace doler hasta los huesos de la nariz,

 detesto esto tanto como detesto las facturas que llegan a casa de la 

abuela cada semana. "Hazlo por todos lo que te importan", me repito

 por segunda vez al día. Expresar felicidad cuando tu alrededor va

 mal es un desafío que todos debemos afrontar; las cosas en mi vida

van en descenso y la verdad que no sé que hacer para impulsarla.

Debería ganar un premio nobel de la literatura por eso, bravo.

- Bienvenido seas, ¿Cuanto desea?– mi sonrisa desliza la fastidies de mi

cara por algún lado no muy lejano, tengo puesto el velo de apariencia.

La ventana ahumada se abre hasta cierto punto y me deja ver la mitad

de su cara, una mano pasa entre el espacio con un billete de cien euros;

casi nunca me fijo en las apariencias, pero el tatuaje de su mano me da

curiosidad: Un ave. ¿Qué significaban las aves?

- Dame lo más costoso que tengas- recibo el dinero a continuación 

pregunto si tiene billetes en la moneda original de mi país. 

"Acá no tenemos vuelto en euros", pienso con la cabeza gacha.

- No- Mis oídos se agudizan y logro escuchar varias voces dentro del

 auto, parece que estuvieran discutiendo.- ¿Puedes hacer tu trabajo?

Abro los ojos y asiento. 

"Trata de ser mansa, pero no mensa, necesito el dinero", pienso.

Me apresuro y agarro la manguera del recipiente que lleva gasolina hacia

 el BMW, después que desconecte el tubo del lujoso carro rojizo regreso al

 frente de la ventana ahumada; le explico que no se preocupe conseguiré

 la forma de cambiar su dinero.

-Quédate con el resto lo necesitas más que yo- El sujeto dice y

entonces el auto se va sobrepasando la velocidad normal.

¿Disculpa?

Es decir si hubiera dicho algo como "quédate con el cambio,

 por favor voy apresurado", ¡¡Por supuesto!! ¡¡Okey, no hay 

problema es dinero!! Pero que me hable de manera déspota

 cambia todo. ¡¡No necesito tus euros, inútil!!,  quiero gritar, sin

 embargo, a mi mente llega  la imagen de mi abuela enferma 

porque no podemos comprar las pastillas que le recetaron por

 su enfermedad avanzada, así que en su lugar guardo el billete

 hecho bolita- por lo fuerte que apreté- dentro del minúsculo 

bolsillo de mi pantalón. Miro al cielo buscando fuerza.

"Ayuda, sé que estas ahí. ¿Viste lo que me hizo?¿Por que no 

hiciste nada?", por circunstancias así el cielo es mi consuelo en 

estas dificultades, pero la mayoría de veces solo guarda silencio.

No se te vaya caer por un agujero de tu pantalón, reniego por

  mi "inteligente" sentido común, lo guardo en mi chaleco.

-Señorita- la voz de la anciana me saca de mis pensamientos.

Sonrió amigable ante la señora con cara de pasa.

La señora me ordena cuanto quiere que recargue, lo hago y

una vez termino retorno para decir el monto que debe pagar.

Ella parece una buena persona, busca su monedero un poco

molesta y se queja por no llevar lentes. Me ofrezco para 

ayudarla y acepta. Rodeo el auto amarillo donde el copiloto y 

 abro la puerta del auto para ver mejor. Me agacho y observo 

el interior del vehículo concentrada.Nada.

-¿De que color es su monedero?

-Ay ni veo muy bien ese color debe ser entre rojo y marrón.

Levanto la cabeza al tiempo que las bocinas de autos haciendo

fila empiezan sincronizadas el ruido, caigo en cuenta que me

demore más tiempo de lo pensado. Suspiro y saco cuenta

de los euros convertidos serian 376. 74 soles .

Soy buena en matemáticas así que lo hice en segundos. 

Lo que fácil viene fácil se va, murmuro frustrada.

-No se preocupe mami, nosotros pagamos – ella se ve confundida

y añado entonada- Regalo de bienvenida por su primera visita.

Miento, guiño un ojo y hago una mueca.

La anciana alza sus labios arrugados agradecida.

-Gracias, niña- dicho esto avanza en su Volkswagen a la salida.

El carro que compro mi abuelo de adulto, lo tuvimos que vender

 cuando ya no estuvo, ese mismo carro antiguo que el abuelo le 

regalo a Papá ahora lo tenia la señora pasa. Entonces no es la 

primera vez que veo ese viejo carro de lata, sonrió nostálgica 

ante la aparición del recuerdo.

- Que tenga un buen día- alargo mis brazos en forma de

despedida riendo- ¡No se olvide de buscar su billetera en su

casa!-grito antes que desaparezca de mi vista ¿No estuvo

mal esos euros, eh? Dudo un poco, pero asiento con la

cabeza: Claro que no, hizo feliz a otra persona.

Sin más demora atiendo al otro cliente con el ánimo intacto.




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