Dimensión 7.
Por un momento me desoriento tanto al despertar, que creo estar en otro lugar, pero entonces se que no es así al estar en el mismo callejón en el cual dormí.
Una gran ráfaga de aire me recorre el cuerpo causando escalofríos. Mi vista, aún borrosa por las horas que mis ojos permanecieron cerrados, tratan de enfocarse correctamente para poder levantarme.
Un pedazo de mi roído pantalón se engancha sobre un clavo de la maltrecha pared a mis espaldas. Trato de retirarlo jalando con fuerza; logrando así que se rompa un poco, más de lo que estaba.
Tropiezo con mis propios pies causando así una inminente caída; antes de que logré evitarla agarrándome de un gran contenedor metálico. Mi desordenado cabello rojizo logra molestar mi vista al chocar con mi cara por el movimiento brusco. Un pequeño mareo me ataca, pero logro recomponerme rápidamente.
Cansada de tanto ajetreo en tan poco tiempo, recuesto mi cuerpo hacia aquella pared sucia. Cierro mis ojos y, tratando de calmar mi agitada respiración, logro calmarme, teniendo así un pequeño momento de serenidad.
Y es cuando lo oigo.
El gran bullicio que abarca a la pequeña aldea de Lisiüm, jamás lo había escuchado. Siempre se ha caracterizado por ser calmada y el gran alboroto que escucho no es propio de ella.
Frustrada por pensar que quizás los Seiscons me han encontrado, trato de escabullirme sin que me vean. intento ver ante la gran oscuridad que abarca el callejón, así facilitaría aún más mi escape de aquellos ruines hombres.
Deslizandome sobre aquellas paredes, logro salir de aquel sitio sin hacer el menor ruido; un gran triunfo para mi. Pero aquella satisfacción se ve afectada al no distinguir nada de lo que posiblemente pudiera ser Lisiüm.
Mis incrédulos ojos no logran entender la cantidad de objetos, gente, ropa y en su diversidad, cosas desconocidas para mi.
— ¿Que es esto? — murmuro incrédula.
No logro entender en qué momento la aldea cambio de esta manera. Ni tampoco puedo creer que este quizás no sea Lisiüm.
Todo se ve diferente y, para mi mayor estupefacción, muchas de estas cosas me asustan y admiran a la vez.
— A un lado andrajosa.
Mi hombro es chocado por una chica risueña, lo supuse por la manera en como se ríe con sus demás acompañantes.
Me es difícil entender el idioma en el que habla; pero, supongo que no es amable por la hostilidad y aquel gesto que causó un pequeño dolor en mi hombro.
Miro asombrada la vestimenta que abarca su cuerpo al pasar por delante de mi. No es por la belleza de aquellas prendas, si no lo colorido y diferente a como acostumbro ver.
Aquella chica aún riendo, voltea hacia atrás cuando ya me ha sobrepasado. En sus ojos distingo la burla cuando con su mano saca uno de sus dedos; específicamente el del medio. Siento gran confusión ante aquel gesto.
Sin esperar un segundo mas, decido caminar tratando de encontrar un lugar que pueda reconocer. Por mi lado pasan miles de personas hablando con un pequeño aparato sostenido por su mano y posicionado sobre su oreja; por acto reflejo toco aquella parte de mi cuerpo.
Mi respiración se agita ante el mundo desconocido que se ve ante mis ojos. El miedo me abarca por un gran momento, antes de intentar serenarme y pensar con claridad.
Aumento mi paso desesperada y sin querer choco con un hombre distraído con ese pequeño aparato. Mi cuerpo choca contra el asfalto lastimando mis manos que por acto reflejo coloqué al frente.
— ¿Estas bien?
Mis ojos permanecen cerrados ante el escozor que siento. Me doy cuenta que al igual que la chica, no logro entender su idioma.
Trato de levantarme y siento el incómodo contacto de algo guardado en mi bolsillo. Aquel hombre sigue hablándome sin saber que no entiendo nada de lo que dice.
Mi atención se centra en el objeto extraído de mi bolsillo, el cual resulta ser aquel anillo por el cual mis problemas han aumentado. No queriendo que se pierda, me lo coloco en uno de mis dedos; supongo que ahí estará más seguro.
— Oye ¿Estas bien?
La sorpresa me paraliza por un momento al darme cuenta que logré entender aquello que dijo. Miro hacia sus ojos aún estupefacta.
— ¿Como es que te entiendo de repente? — murmuro.
Aquel hombre, aún preocupado por mi estado, me mira un poco confundido y me sorprendo más al darme cuenta que yo he hablado el mismo idioma que el.
— ¿Qué? — pregunta confuso antes de mover rápidamente su cabeza — agarra mi mano, te ayudaré a levantarte.
Acepto su ofrecimiento aún confundida y asombrada.
— ¿Te hiciste daño?
— Solo un poco; mis manos arden —explico.
Agarrando mis manos, les da una superficial revisión; terminando por chasquear sus dientes haciendo un sonido un poco raro el cual yo trato de imitar.
— Te ayudaré un poco, sigueme— señala hacia el frente.
Yo aún sin salir de mi sorpresa, asiento a lo que dice sin saber a qué se refiere. No creo que sea una mala persona; me está ayudando.
Camino detrás de él cuando emprende de vuelta su caminar.
— ¿Eres de aquí? — pregunta.
— ¿Qué?
— ¿Naciste aquí, en Londres?
— ¿Qué es Londres?
Un poco extrañado me mira; supongo que pensará que estoy un poco loca.
— Esto es Londres —murmura— ¿De dónde vienes?
— Así que estoy Londres — pienso—. Yo soy de Lisiüm.
— Nunca he escuchado de el.
— Tampoco había escuchado de Londres, usualmente en Trascja las aldeas no tienen nombres como "Londres".
— Trasc... ¿Qué?
— Trascja, es el plan...
Interrumpo mi explicación al escuchar un agudo sonido de aquel pequeño aparato que sostiene en su mano.
— Lo siento, al tropezar contigo he tenido que cortar una llamada.
— ¿Llamada? — murmuro sin entender.
Sin embargo, mi comentario ha sido ignorado por la debida concentración del hombre que habla solo con aquel aparato. Me acerco sigilosamente tratando de verlo un poco más de cerca, sobresaltando así a quien me ha ayudado debido a mi cercanía.