Aixa no dijo nada, riéndose en su interior. ¡Que adivinase él solo de qué estaban hablando! Aixa se deleitó con la visión de su nuevo anillo de diamantes. Le impresionó que sólo unos minutos antes había estado otra vez preocupándose por el estado de su relación con Taehyung. Había estado a punto de enfadarse cuando no tenía ningún motivo para hacerlo. El silencio seguía sin ser roto y Tae respondió al desafío que su esposa le lanzaba: – Nunca habrá otra mujer en mi vida ahora que te tengo a ti.
Aixa sintió como si hubiera amanecido en su interior. Esta era la promesa, el compromiso, las palabras que había deseado oír, pero nunca se había atrevido a pedirle.
– Eso está bien – le dijo tiernamente– Porque no creo que me comportase como una dama si me fueras infiel.
Aunque se quedó desconcertado por la advertencia, Taehyung casi rió por lo ocurrente que había sido. Era tan diferente del resto de mujeres que conocía. No tenía miedo de él, se enfrentaba a él si era necesario, y sin embargo no se comportaba como si fuera la reina del drama. ¿Nunca se le había ocurrido a Theo Demakis que su nieta podía ser tan inteligente como él? Tae se preguntó qué otras cosas le quedarían por descubrir de su mujer.
Ya en la villa, Taehyung sacó a Aixa del coche y la tomó en sus brazos para besarla, hambriento de deseo. Aixa sintió como si su cuerpo se fundiera con el de su marido.
– Te necesito tanto, pethi mou – murmuró él mientras atravesaban el umbral del dormitorio y la guiaba a la cama.
Taehyung se situó a la espalda de Aixa para deshacerse mejor de los tirantes de su vestido y gimió de satisfacción al notar en las manos la tersura de sus senos cuando estos quedaron libres del sujetador. Las piernas de Aixa temblaron. Todo su cuerpo palpitaba de deseo y, a la vez, de debilidad. Tae capturó sus pezones entre los dedos y le hizo soltar un sollozo de placer. Aixa sentía que su pelvis ardía en llamas.
– Tae... por favor – gimió Aixa, indefensa de deseo.
– Me gusta verte sufrir así.
Taehyung empezó a mordisquear los hombros de Aixa después de quitarle el vestido con tal falta de delicadeza que lo rasgó sin querer. Recorrió la espalda de su esposa con la lengua mientras las manos bajaban acariciantes hacia la parte del cuerpo donde daban comienzo sus nalgas. Se puso de rodillas para quitarle las bragas de forma lenta, cariñosa, sensual.
– Oh... – los dientes le rechinaron a Aixa al sentir cómo la boca de Tae reposaba en la parte más sensible de su cuerpo. Aixa cerró los ojos con fuerza. Un placer salvaje le recorrió todo el cuerpo y una líquida sensación de calor palpitó en su interior durante un momento que se hizo eterno. Había perdido el control. Y le gustaba. Taehyung la tumbó en la cama. Sus abrasadores ojos la atravesaron con feroz sensualidad.
– No puedo esperar ni un segundo más... – rugió Taehyung.
– Quítate la camisa...
Tae se la arrancó con tal violencia, que los botones salieron volando. Aixa se sumergió en el resplandor de sus ojos y se preguntó si podría esperar a que se quitara el resto de la ropa. Entonces, decidió que no podía. Abrió los brazos, arqueó la espalda y, con una invitación silenciosa, le hizo obsequio de sus caderas. La ardiente mirada de Taehyung estaba al rojo vivo.
– Te gusta martirizarme... – masculló sintiéndose indefenso y se lanzó hacia ella con halagadora impaciencia consumido por el varonil fuego que ardía en sus entrañas.
Taehyung se zambulló en ella con arrebatadora ternura. Aixa gritó su nombre. Nunca había sentido antes algo tan salvaje. Tae la llevó al clímax de la pasión y una intolerable tormenta de placer estalló dentro de ella. Tanta excitación la dejó mareada y llena de ardor. Taehyung levantó el mentón para mirar el ruboroso rostro de Aixa. Tenía en los labios su carismática sonrisa y, sin que ésta se borrase, la besó.
– Eres fantástica...
Aixa quería decirle que lo amaba, pero se retractó justo a tiempo. Aun así, era tan feliz que sintió deseos de llorar y reposó su cabeza sobre el hombro de Taehyung, respirando el aroma de su varonil sudor con dichosa satisfacción. Sentía que era suyo ahora. Suyo por completo.
– Me pregunto si ahora tendremos un hijo – murmuró Tae con suavidad.
Aixa se sintió consternada. Le recorrió un espasmo de culpa, ya que no había hecho el menor intento de decirle que estaba tomando precauciones contra el embarazo. Al principio, Aixa se había sentido un poco superior al saber que tenía pleno control, aunque secreto, sobre su fertilidad. Pero eso había sido antes, cuando ella no confiaba en él y aún quería el divorcio. Ahora todo había cambiado. Aixa supo que ése era el momento más apropiado para contárselo, pero de repente le pareció que una confesión como ésa sólo haría las cosas más complicadas.
– Estás muy callada – Taehyung se apoyó en el codo para hablar con ella– Sé lo mucho que quieres un niño.
– Sí... esto... yo... – Aixa se sentía como una mariposa desorientada.
– Me he hecho a la idea de tener una familia. Me gustaría – le confió Taehyung, dejando que una mano se deslizara hasta el muslo de Aixa– Me gusta trabajar en el proyecto de convertirte en madre. Tengo la intención de dedicarle una enorme cantidad de tiempo y esfuerzo... ¿alguna objeción?
– Ninguna...
Incluso avergonzada como se sentía por su mentira, Aixa era incapaz de resistirse a su mirada y mucho menos a su forma de tocarla. Ya sabía que hacer. Simplemente dejaría de tomar la píldora y Taehyung nunca lo sabría. Aixa tembló de excitación al notar que Taehyung se le acercaba. Aixa asumió que la falta de sueño era la razón de que no tuviese apetito a la mañana siguiente. Además, sentía náuseas.
A media mañana volaron de vuelta a Londres. Aixa tenía tantas ganas de ver qué tal les había ido a los animales durante su ausencia, que en el mismo avión se cambió de ropa a otra más informal y pidió que la condujeran directamente a los establos desde el aeropuerto. Cinco minutos después, la limusina llegó a la abadía. Al salir del coche, Taehyung golpeó inadvertidamente el bolso que Aixa había dejado olvidado en el suelo con la prisa. Todo su contenido quedó desperdigado sobre la grava del camino. La mirada de Taehyung se detuvo en la lámina de aluminio con pastillas que sobresalía del bolso. Se agachó, la recogió y quedó paralizado.