No puedo llegar a entender qué clase de estúpido puede haber dicho eso. Si cuentas con la buena fortuna de no ser elegido en el sorteo, lo mejor es que te quedes callado. La salida de los límites de La Fosa prácticamente asegura la muerte a quien la efectúa. Todos aquí somos conscientes de ello, por lo que cuando a tu hijo o hija le toca ir en una partida, ya lo das por muerto. Los familiares saben que aún tienen los once meses que dura el entrenamiento para despedirse de ti y hacerse a la idea, está destinado a una muerte segura, y nadie quiere hacer pasar por ese sufrimiento a sus padres.
Al darme cuenta de en qué dirección está viendo la gente me doy cuenta del cenutrio que ha pedido, exigido, ir al laberinto.
Yo.
Me giro y veo que mi padre está en estado catatónico y que Ágatha tiene una media sonrisa en los labios. Luego vuelvo a darme la vuelta para buscar a Brighid con la mirada. Cuando la encuentro está abrazada a su padre y su madre se aferra a ella por detrás. Los tres tienen los ojos tan abiertos que parece que se les van a salir de las cuencas, como todos los demás.
Siento que alguien tira de mí por mi brazo izquierdo y que mi padre se dirige a la multitud.
—Disculpas, mi hijo y yo necesitamos retirarnos unos momentos —dice con una sonrisa forzada en el rostro. Nos alejamos a toda prisa de la tarima para entrar en casa cuanto antes—. ¿Es que acaso estás loco? Oh, déjalo, no hace falta que respondas. Estás como una condenada regadera —me dice (grita) nada más llegar al salón.
Él se encuentra muy alterado, camina de un lado a otro de la sala mientras se pasa repetidamente las manos por la cara. Pasados unos minutos se sienta en una de las butacas que hay delante del sofá en el que estoy sentado y me mira a los ojos. Su mirada me hace tragar saliva.
—Hijo, ¿tú sabes lo que acabas de hacer?
Sí, digo para mis adentros.
—¿Lo has meditado siquiera un segundo?
Por supuesto que no, papá.
—¿Sabes lo que esto implica?
Por desgracia, así es.
—Tu madre y yo ya perdimos un hijo, y ahora vuelve a suceder. Quiero que te quedes. No cometas el mismo error que tu hermano, por favor. Él se sintió forzado a irse por el agobio que sentía por nuestro trabajo, sé que es duro, pero hay que aguantar por el bien de nuestro pueblo —me dice con los codos apoyados en las rodillas de sus piernas abiertas, dejando sus manos colgando entre ellas y con la cabeza gacha.
—Marcus, no te auto engañes. Si Robert decidió irse fue por aquella mujerzuela, Sara. Ellos tenían algo, era difícil no darse cuenta. Vosotros tan bien como yo sabéis cuánto tiempo pasaban juntos. Las noches que Rob nos decía que iba a dormir con un amigo en realidad iba a verse con ella a escondidas —nos sorprende la voz de Ágatha, ella viste una máscara de puro odio—. Mi niño me cambió por una buscona que sólo quería nuestra posición. El pobre no pudo hacer para huir de sus garras, esa gata lo tenía engatusado.
Nosotros nos quedamos estáticos ante el despliegue que ha hecho Ágatha. Papá y ella efectivamente pensaban que ese era el motivo por el que mi hermano quiso ir al laberinto, pero sólo yo sé que no están en lo cierto. El mismo Robert y yo tuvimos una conversación unos días antes de emprender su camino con la partida.
—Thomas, ya sabes que no te tengo especial cariño ni aprecio, sin embargo, si tú te vas quién tendrá que ayudar a tu padre como gobernador seré yo, y me niego rotundamente a que eso suceda —argumenta ella sin el menor atisbo de emoción mientras se sienta en la butaca que está al lado de la primera—. Además de que tu marcha terminaría por hundir a tu padre. Personalmente y como bien sabéis, mi mundo se vino abajo cuando tu hermano se fue, en tu caso no correrías con la misma suerte. Serías un estorbo menos, a pesar de ello, no estoy dispuesta a soportar a un fantasma deambulando por la casa. Se volvería aún más inútil por muy increíble que pueda parecer. No cometas la misma estupidez que él por un lío de faldas, menos por la hija de una simple sirvienta.
—No —dice mi padre, que llevaba un rato callado—. Ahora que se ha presentado voluntario no puede echarse atrás ni puedo obligarle a quedarse.
—Sabes que la familia gobernadora está exenta de ir —protestó Ágatha inclinándose sobre sus rodillas para acercarse más a su marido, a lo que él responde levantándose de su asiento y yendo a la esquina opuesta de la sala.
—También lo estaba Rob, pero se ofreció voluntariamente. No pude negarme a que fuera en ese caso. Con Thomas pasa lo mismo. Por mucho que quiera no puedo hacer la vista gorda porque se trate de uno de mis hijos. Si se presentara voluntariamente cualquier otra persona y luego mostrara arrepentimiento yo tendría que morderme la lengua y dejarle quedarse. Como la Familia Gobernadora tenemos que dar ejemplo, ahora Tom está obligado a participar en la próxima partida —tras ese discurso abandona la casa y Ágatha y yo le seguimos los pasos.
Durante el corto trayecto los tres nos dimos cuenta de los murmullos que habían aparecido entre la gente. Cuando llegamos a la tarima él toma su posición para dirigirse a la multitud. Brighid y sus padres no se habían movido del sitio.
—Como todos bien sabemos, Thomas County, el único hijo que queda de la Familia Gobernadora, se ha ofrecido voluntario para salir al laberinto. Debido a que los cuatro integrantes ya habían sido elegidos, volveremos a realizar un nuevo sorteo, esta vez será entre los dados ya seleccionados para descubrir cuál de ellos tiene la buena fortuna de poder permanecer en La Fosa. Patrick, hermano mío, necesito tu ayuda de nuevo —dice mi padre tendiéndole su mano para que suba. En cuanto el hombre llega a la tarima se para delante del pequeño cuenco donde dejamos todos los dados extraídos de los barriles. Extiende la mano y coge uno, lo coloca frente a sus ojos y dice algo que casi no entiendo.
—Doscientos catorce —a juzgar por cómo sus hombros se hunden parece que la poca esperanza que debía albergar se evapora.