Dioses: Los elegidos

CAPITULO 9: Los elegidos de Seth.

En un lugar desconocido unas semanas atrás de que Adeline y Noah tomarán el lugar que les pertenecía respectivamente, e incluso se podría decir, antes de que ellos se hicieran amigos. Una chica rubia de una edad similar se encontraba en lo más profundo de una casa de adobe en una ciudad lejana a la de ellos. Esta se encontraba a los pies de un cuerpo inerte que desprendía un olor insoportable hasta para la chica.

Ella pone las velas por todos lados, mientras tira la sal sobre el cuerpo sin reserva. Sin miedo toma una daga manchada de sangre quien ni ella quería pensar en las enfermedades que le iba a traer eso. Corta su mano, dejando caer algo de sangre sobre el cuerpo, una luz resplandece haciendo, ella esbozó una sonrisa de felicidad, lo había logrado.

—GRAN DIOS SETH. AMIRA SU MÁS GRANDE Y LEAL SIERVO LE SIRVE SOLAMENTE A USTED. LE PIDE QUE SE APAREZCA EN NUESTRO MUNDO, Y CUMPLA SU MISIÓN.

Ella en serio esperaba que eso funcionara. Pero lo que le dio la pizca fue que ella tenía fe. La luz se apaga conforme la felicidad de ella aumenta, esta nota que estaba dejando de sangrar.

—No… — Las lágrimas no dudan en caer, mientras la luz se apaga. Esta se pone a llorar a un lado del cuerpo, frustrada.

—Ana… mish… fahem… — Habla el cuerpo, casi en un susurro, pero al ver movimiento Amira, levanta su cabeza, mirando que él estaba despierto.

—No lo entiendo, mi señor — La joven estaba asustada, pero al mismo tiempo estaba asombrada de su poder —. Ese cuerpo que usted posee es un recipiente que yo misma fabrique. Espero con la fuerza de alá y Mahoma sea de su agrado.

Ella había pasado noches enteras leyendo, pues hasta en un momento pensó en su propio cuerpo hacer que resistiera un dios, pero era algo demasiado arriesgado, pues si no eras compatible con la fuerza de poder soportar a un dios sobre tu cuerpo malas cosas pasaban. Ella llenó ese cuerpo de hierbas, y cosas santas, por eso el estado avanzado de putrefacción.

—Seth, gran dios, le pido por favor. Traiga a mi padre de vuelta, se lo imploro.

El cuerpo decrépito se trata de mover al no entender a la chica, pero le es imposible, este estaba pegado a la placa. La chica al darse cuenta trata de ir a ayudarlo, pero debió de haberlo previsto era una trampa, una artimaña para que ella se acercara. Ella no pudo decir nada, pues este la tenía del cuello. El cabello de la chica pasaba de rubio cenizo a negro oscuro, estaba llevándose todo de ella. 

Una luz salía del cuerpo de Amira, mientras Seth abría su boca para poder absorber con más intensidad todo de ella.

Este estaba demasiado fuerte, pues ella sentía que entre más recuperaba más fuerte lo apretaba se trataba de alejar, pero no pude hacerlo. El aire se iba como su vida, y ella apenas lo notaba, las velas se apagan. Ella deja de pensar en alejarse, y es solamente cuando él la suelta, esta cae al piso, tomando grandes bocanadas de aire, mientras tose. Las velas que se habían apagado se encienden de nuevo, llenando de luz toda la habitación.

Seth ahora se encontraba atrapado en el cuerpo de una persona humana, se sentía infame. Pero por el lado bueno, la chica había escogido a un buen hombre, era el cuerpo de un extranjero. Le gustaba el miedo que miraba a través de los ojos de la chica.

En realidad de lo que tenía más miedo, no era del dios, era a la muerte, tenía miedo a morir.

—¿Solo quieres a tu padre?… — Le preguntaba una voz demasiado profunda, que era propia del cuerpo. 

—Sí — Contesta siendo directa —. Solo quiero eso mi señor.

Sus manos no paraban de temblar. Mientras se arrodilla ante el dios.

—Lo haré una vez que cumplas con tu tarea — Ella no puede ocultar su felicidad. Mientras se acerca con demasiado orgullo.

—Si usted lo dice, lo haré. Si usted me lo pide moriré.

—Tu primera misión será traer a dos hermanos, nacidos el mismo día, un hombre y una mujer — Le pide con intenciones de tener más personas a sus lado.

Ella sale a prisas de ese lugar, para cumplir con la misión que se le encomendó. Ella había perdido a su padre a una corta edad, y la había dejado sola, de su madre no era que no supiera nada, solamente es que ambas estaban desinteresadas sobre la otra. Por primera vez estaba en contra de la voluntad de Alá.

“Dios me perdonará por blasfemar” Es su primer pensamiento, pero su desesperación era más grande de todo lo que sentía en ese momento. Era tan grande que lo único que podía hacer era revivir a una deidad que le podía brindar lo que anhelaba, sabía dónde encontrar a dos hermanos nacidos el mismo día, es decir a unos gemelos.

Esquiva varias tiendas, donde roba para mantenerse con vida, era demasiada que apenas se daban cuenta, y además ahora que tenía el cabello negro, esperaba que fuera más fácil camuflarse entre las personas.

Enfrente de ella estaba su objetivo. Los gemelos que tanto buscaba eran igual que ella, vivían al día.

—Hola — Saluda, desde arriba de una de las casas. El mayor de los hermanos era un varón era delgado, pero alto, se miraba demasiado desaliñado con una gran cicatriz que abarcaba su cachete que le daba un aspecto de maduro a pesar de tener máximo unos 17 años. Y, en cambio, la chica era delgada, pequeña, y vestía de hombre.




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