Dioses: Los elegidos

CAPÍTULO 11: Tomar una decisión.

Dylan por un momento piensa que Adeline lo dijo para que él se quedará, pero al ver que después de la confesión la cara de ella cambió se había equivocado garrafalmente ella sabía que no debía de decirlo. El silencio entre ambos era inquietante. La risa nerviosa de este es interpretada como burla haciendo que Adeline se ponga roja de la vergüenza.

—No me crees… ¿Verdad? — Era obvio que Dylan no lo hacía.

—Es que es demasiado irreal — Este vuelve a decir mientras recibe una llamada de la que se supone que era su cita. Adeline se levanta para irse, pero otra vez estaba pasando por su cabeza.

La mente de Adeline viaja a donde la arena es el primordial gobernante, acompañada de la inseguridad, ella se sentía insegura en un lugar desconocido. Observa demasiadas cosas que pasan como destellos demasiado brillantes en sus ojos, sabía que había algo en esas imágenes, pero solo miraba destellos blancos. Alguien la saca de ese estado por qué siente la sensación de su cabello moviéndose, para ver cuatro manos alejarse.

No sabía por qué su vista comenzaba a fallar en estos momentos. Ella cuando estaba mirando solo puede ver como una silueta impacta algo en su estómago. Cierra los ojos, y al abrirlo el fuego la domina; tres jóvenes estaban de rodillas frente a un hombre que crecía exponencialmente.

—¡SOY LA REENCARNACIÓN DE SEJMET Y TE DETENDRÉ! — Ese grito salió de lo más interior de Adeline, era la primera vez que lo admitía con tanto orgullo. Le gritaba a esa figura. Le gritaba al miedo.

Finalmente, sus ojos se posan en ella. Sintió que no debió de haber dicho eso. Tenía un aspecto huesudo carcomidas por todo, y parte humanas. Le sonríe con satisfacción para Adeline, sus articulaciones cada vez se hacen más humanas, se hacía cada vez más humano, eso le asustaba. 

—Tú no eres nada… — Su voz sonaba en un perfecto y duro tono. Tenía una voz demasiado ronca —. Te encontraré. 

Inmovilizada por el miedo, y por sus sexto sentido se queda callada. Algo en ella le advierte que no haga nada estúpido. 

—Eso ya lo veremos — Su mente jugó en su contra, pues en lugar de pensarlo lo dijo. 

El ser muestra una mueca de gracia. Algo en ella le llamaba la atención, el miedo estaba, pero tenía coraje. Se acerca a Adeline, ella seguía sin poder moverse, ni siquiera ante el olor a carne putrefacta que emanaba el cuerpo, ni siquiera por la carne que se caía a pedazos de su cuello. Da una vuelta alrededor de la chica, provocando un escalofrío. 

—Buena suerte… — La mano esquelética se posa sobre la cabeza de ella, para empujarla hacia atrás. Ella cae en un gran abismo negro que la hace recordar y verse como si fuera el objeto como el que pudo transformarse en lo que es. Ella podría jurar que miraba las estrellas en el cielo soleado, pero era todo producto de su imaginación.

Abre los ojos, agitada. Dylan la sostiene mientras sus ojos se conectan, esos ojos café le dieron alivio a la chica, que solo con verlos se permitió llorar. El chico también lo hizo, pero de una manera en la que Adeline no pudiera saberlo.

Dylan lo miró con sus propios ojos, pero no podía interactuar, no pudo correr cuando el ser empujó a su amiga. 

—Adeline… — Sus manos temblaban. Ella estaba sobre pensado tanto que no podía dejar de preguntarse qué fue lo que pasó con Dylan —. Te creo… 

Eso le bastó para que ella terminará de desmoronarse. 

—¿Qué harás?

—No lo sé… — Dylan la aparta, cuando siente que ella ya estaba bien, pero ella no quería irse del lado de Dylan.

—No importa eso ahorita… Lo que importa es que te ayudaré — Debió de sentir alegría, pero el miedo la invadió, pues que iba a pasar ahora que él sabía —. ¿Cómo puedo ayudarte?

—¿Te alejarás de mí? — Le pregunta ella, mirando sus zapatos.

—Nunca.

El celular de él suena. Este se voltea para contestar, en serio estaba apenado con la chica, pero tenía muchas preguntas para Adeline, al voltearse hacia ella se da cuenta de que ella no está.

Adeline se encontraba corriendo a toda prisa, le dolía el corazón. Mientras él estaba al teléfono ella pensó en solo una cosa, en decirle a los demás, si ellos eran también igual que ella, tenía que decirles lo que sabía. 

Corre más rápido de lo que nunca había corrido, odiaba correr, todo lo que implicaba sudar. No había cosa en el mundo que Adeline odiara más, aparte de la tarea que tenía ahora, esta entra por un callejón sin darse cuenta de que era un callejón, y lo peor de todo es que sentía que estaba perdida. 

Ella había vivido en esa ciudad gran parte de su vida, pero aun así no evitaba sentirse así. 

El callejón estaba sucio, se flexiona para tomar bocanadas de aire, pero un tintineo la pone de pie. Una chica estaba delante de ella, su cuerpo, aunque cubierto completamente era el de una mujer esbelta, ella estaba delante de Adeline, sosteniendo lo que parece ser una navaja.

—Diosa madre. Un placer conocerla — La chica se inclina, lo que antes podía jurar que era cabello rubio ahora se mostraba como un cabello demasiado oscuro, más oscuro que la noche —. Mi nombre es Amira, soy la hija del todopoderoso Seth, me presento ante usted.




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