Divorcio por el contrato

Capítulo dieciocho.

"Preferí jugar con fuego,

valió la pena arder esos días."

-Danns Vega

Capítulo 18.

 

Me rindo.

Solté una estruendosa carcajada luego de escucharlo, un suspiro de Axel se escuchó por la bocina del celular que descansaba en la cama mientras me encargaba de acomodar mi cabello recién lavado y secado. Llevaba un sombrero color beige que combinaban perfectamente con mi camisa doblada hasta los codos y pantalones flojos, unas botas negras a juego con mi blusa negra debajo de la camisa y el bolso pequeño porque los bolsos grandes me fastidian.

—Bueno, yo no. El bebé necesita un nombre.

¡Ninguno te gusta! Y ya he visitado todas las páginas con nombres de bebés...

Guardo silencio dejando escapar una exhalación bastante larga, casi sentí pena por él. Casi.

El dilema del nombre sigue ahí, considerando que no sabíamos si es niña o niño, pues era más difícil. Y tiene razón, ninguno llegaba a gustarme por completo.

—Descuida, encontraremos uno.

¿Sigues en casa de Arthur?

Asentí, y luego me regañé porque no podía verme. Exhalé, dejando mis ondulados cabellos ser ellos mismos. Busco un labial, y me encargo de maquillar mi rostro con el poco conocimiento que tengo sobre maquillaje.

—Sí, Arthur no ha querido que me vaya al departamento. Según él, es peligroso que esté sola allá... Es raro, prefiere que esté contigo que sola en el departamento, ¿será que se está debilitando?

Lo oigo carcajear provocando que ría con él.

¿Debilitándose? ¿El hombre que te regala flores, debilitándose?

Ruedo los ojos.

—Cualquier hombre regala flores hoy en día —expongo sin ánimos.

No, solo los caballeros que se encuentran en un profundo interés por una dama. Solo un hombre que quiere ver a la mujer que lo trae loco es capaz de regalar un ramo de flores, en especial sus favoritas.

Terminé de maquillarme analizando sus palabras, mi respiración cambió un poco y sentí que de alguna manera que ya no hablábamos de Arthur.

—No sé dónde carajo estás, pero ese lugar te está poniendo más romántico...—su risa apenas audible no faltó, lo que me hizo detener todo e ir por el celular—. ¿Estás bien?

Mmm, lamentablemente me esperó algo más fuerte de lo que creí... Así que, estoy esforzándome demasiado para solucionar todo sin morir en el intento.

Fruncí las cejas en cuanto a la última oración.

—¿De qué mierda estás hablando? ¿Estás en peligro?

El miedo y la preocupación hicieron estragos, imaginé miles de escenas en ese corto tiempo en el que Axel se tardó para contestar. Sentí que todo daba vueltas, por lo que tuve que tomar asiento en la orilla de mi cama con lentitud.

¡No! No estoy en peligro, pendeja. Era una broma, lo siento, Michelle. ¿Estas bien? Carajo, llamaré a Arthur para que...

—Estoy bien —suspiré cerrando los ojos—. Solo me asusté un poco, ¿prometes que si llegara a pasar algo me lo contarás?

Dudó un segundo, pero luego respondió.

Lo prometo.

No sé de dónde salió, pero las lágrimas acompañaron aquellas palabras junto con el horrible aceleramiento de mi corazón.

—Axel, eres mi mejor amigo, y si algo llegara a pasarte perdería la cabeza. Así que por favor evita ponerte en peligro porque quiero que mi hijo conozca a su tío, ¿ok? Ya no tengo tiempo para buscar más tíos...

Terminé llorando a cántaros con la voz de Axel consolándome del otro lado, luego de unos minutos de llamada más terminamos. Me dedico a finalizar mi arreglo y tomar mi bolsa.

Iré a verlo a la empresa, es miércoles por la tarde y estoy segura que no ha comido nada. Ha estado esforzándose mucho en estos días, y no me gusta porque se descuida de él mismo. Duerme tarde y se levanta más temprano, no creo que esté durmiendo horas suficiente para que su cuerpo funcione bien.

Estoy preocupada por él, después de lo que me dijo sobre su empresa, he intentado ayudarlo a buscar una solución pero no puedo si él decide dejarme afuera de esto.

Cuando salgo ni siquiera me preocupo en ir a saludar a Lily ya que se encuentra con su madre, de camino al auto siento pasos detrás de mí. Cuando me giro con mi rostro desconcertado y nervioso, me encuentro con los tres chicos guardaespaldas de Arthur.

Alzo una ceja, uno de ellos me imita. El pelinegro, achino los ojos a su dirección.

—¿Qué? —bufo por sus miradas serias—. ¿Ustedes nunca sonríen?

—¿Irá a alguna parte? —cuestiona el mismo pelinegro.

Me cruzo de brazos sin dejar de mirarle altivamente, parecía ser el mayor de todos.

—Sí, ¿algún problema?

Niegan.

—Ninguno, vamos, iremos en la camioneta.

Hago una mueca.

—¿En la qué?

No me dejaron terminar, uno de ellos me obliga a caminar. Es así cómo termino secuestrada en una camioneta con tres chicos serios y en silencio. Por todo el camino voy con los brazos cruzados y el entrecejo arrugado completamente indignada.

—¿A dónde quiere ir, señora?

—Empresa Mϋller —asiente, suspiro—. De acuerdo, serán mis guardaespaldas también, ¿no?

—Pensé que era claro —bufa el pelinegro, gruño a su dirección.

—No me caes bien, mocoso.

—Soy mayor que tú.

—Pues te comportas como un mocoso.

Creí alucinar, pero un atisbo de sonrisa se formó en sus labios tras mis palabras. Alzo la barbilla orgullosa, para luego suspirar.

» ¿Cómo se llaman?

Cada uno se presenta.




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