Sofía
Después de aber llorado y recibido el desorden que había echo subí las escaleras lentamente, caminando lento por los pasillos escuche unos ruidos en la habitación de mi esposo por curiosidad y pues lo que ví me partió ya más mi corazón.
Era Ernesto y Rosa teniendo relaciones y diciendo mutuamente cuanto se aman, tapando mis sollozos con mis manos a paso apresurado entro a mi habitación, cerrando la puerta tras de mí me recargo en esta y dejándome caer recargada en ella.
Ya en el suelo escondí mi rostro entre mis rodillas, este cuarto las cuatro paredes que le rodean en este momento siempre an sido testigo de cuánto llanto e llegado a derramar por Ernesto, creo que ahora es el momento de separar nuestros caminos, mi corazón y cordura ya no pueden más.
Mis emociones pareciera que están en una montaña rusa, suben y bajan.
Estoy cansada de eso no hay duda alguna, esto fue la gota que derramó el bazo no tiene vergüenza alguna.
Le permito que me engañe con la que fuera su ex novia, pero lo que si no permito es esto, acostarse con ella estando en mi propia casa.
Ya cansada me levanto de donde me encontraba, retiro de mi cuerpo aquel hermoso vestido que había comprado para el día de hoy aunque allá sido en vano, parada delante del espejo me observó detenidamente, mi cara parece aún más cansada y demacrada, mi cuerpo sigue igual sin cambio alguno, sigue intacto en mi vientre no hay estrías de señal de aber albergado en el un hijo, no, el me lo a negado tantos años, no sabré lo que se siente ser madre, abuela, no tendré nietos.
Cansada de lo mismo me adentro al baño a darme una ducha y relajar mis tensos músculos que al paso de los años se an desgastado tanto al pasar de los años.
Después del baño que me doy ni me invierto tanto tiempo y me pongo el pijama y me abro espacio en la cama para dormir.
Sonando el despertador, estiró mi mano perezosamente y apagó sonido infernal de este.
Me levanto, camino al armario y escojo un conjunto casual, escojo unos tenis, claro el día de hoy andaré informal, ya que a mis 29 años sigo siendo una joven, pero eso es lo de menos me arreglo lo mejor que puedo y salgo a tomar mi desayuno fuera ya que el señor lo tendrá con su mujer que obviamente no soy yo.
Con los nervios a flor de piel salgo sin que nadie lo noté, subiendo al coche que mi padre me regaló por la boda.
Ya en el centro comercial camino auna pastelería donde venden unos deliciosos pasteles, si soy adicta al dulce y solo espero que tengan te junto al pastel.
En este momento no me importa nada, estoy decidida a tomar otro rumbo en mi vida, no estaré siempre atada a el, no señor lograre salir de esta, no sé cómo pero lo are así que agarrate mundo que hay va tu reina.
Bueno creo que exagere un poco en eso, bueno no importa.
Seguí degustando mi delicioso pastel, su sabor es tan esquisito, delicioso, fantástico no encuentro más palabras para poder describir tan delicioso manjar
No presto atención a lo que hay a mi alrededor, solo pienso en mí y mi precioso pastelito junto con el te que tanto me encanta.
Término de desayunar camino por los pasillos del centro y veo tiendas por doquier, ropa aquí ropa allá muy buena, pero en fin camino a la sección de librerías.
Adentrándome a la librería me golpea en mis fosas nasales el olor a libros nuevos, mis ojos se maravillaron al ver tantos libros apilados en un solo lugar.
Dentro del establecimiento camino pasillo por pasillo tocando, abriendo y leyendo libros.
Cuando encontre uno que ha llamado mucho mi atención levanto una de mis manos para tomarlo pero en ello otra mano se atraviesa y evita que lo tome, volte para verificar quién demonios no dejo que tomara mi preciado libro.
Me sorprende ya que es un chico bastante atractivo y creo que es de mi edad aparentemente, sus ojos color avellana me hipnotizaron al instante.
- Perdón no creí que quisiera este libro - dijo el misterioso hombre delante de mis ojos.
Salí de mi trance y hablé.
- Perdón yo no lo he visto.
- Disculpe usted me presento, soy Luciel Altamirano para servirle bella dama. - toma mi mano y deposita un beso y en ella.
Me sentí tan avergonzada y sorprendida no creí que hombres de ese porte y caballerosidad existieran aún en tan avanzado siglo.
Con mis mejillas calientes le respondo - Un gusto soy Sofía, Sofía Alfaro.
- Un gusto Sofía, me temo que tendré que quitar este preciado libro de tus delicadas manos.
Dijo tomando mis dos manos y uniendo las, y el porsupuesto tomo el libro con sus grandes manos.
- Ollé yo lo ví prim... - no termine de decir y que el hombre puedo un dedo sobre is labios.
- Shh, no gastes tu saliva aquí hay otro ejemplar.
Tomé el libro que me tendia con su mano y camine a pagarlo y con Luciel tras de mí.
Después del incidente con él salí de la tienda, guardando el libro en mi bolsa y sacando mi teléfono y ver la hora me di cuenta que ya es demaciado tarde y camino al estacionamiento para llegar al auto e irme a la casa.
Editado: 05.09.2020