Doloroso Amor ll

5

Con en pasar de los días Rafael se encontraba aún más desesperado, la policía no tenía pistas de quién haiga sido el que se llevó a su hermana.

Sus pulsaciones eran erráticas, sentía la soledad del departamento que anteriormente donde se había mudado junto a su hermana hace tan pocos días. Los ojos comenzaron a aguadarse ante el recuerdo del porque no estuvo con ella por mucho tiempo, la voz de su padre ordenándole y exigiéndole que se fuera al extranjero,

— Que es que no lo has entendido Rafael. – menciono aquel hombre colérico y con el rostro rojo.

— El único que no entiende aquí eres tu padre, aun no entiendo tu afán de mandarme al extranjero – dijo Rafael con los nervios de punta.

El padre de Rafael se levanta del escritorio y camina a lo que es una caja fuerte, poniendo la contraseña en ella saca un sobre amarillo y se lo avienta a la cara a su hijo de tan solo pocos años de vida.

Con las manos temblorosas abre el sobre y ve que son fotografías, saca una y se ve a él con un cono de helado en sus manos y con la otra tomando la mano de una persona que no se ve en las fotografías debido a que las hojas de un árbol no dejo que se tomara bien y esto solo lo alivio un poco, fue pasando de una por una viendo cada fotografía, cada una de ellas contenía a su persona y a lo que era su pareja hasta que llegó a la última de tantas era el besándose con la persona que consideraba especial.

—AHORA DIME CUANDO PENSABAS DECIRMELO – El hombre aun con rabia no tubo compasión de su hijo, tomándolo del cuello de su camiseta lo elevo hasta que sus pies dejaran de tocar el suelo, levantando la mano que tenía desocupada y lo abofeteo.

Rafael estaba aún más sorprendido, su padre, el que creyó su héroe nunca le levanto la mano, pero porque ahora lo hacía ¿Por qué? Aun no lo comprendía.

Dejando caer al vacío a Rafael y que este callera de sentón camina dándole la espalda y solo acata a decirle – Haz tu maleta te iras con tu tía Irene y allá terminaras tus estudios y te aras cargo de la empresa que manejamos desde aquí.

— ¿Por qué padre? Porque me haces esto, tu nunca te has enamorado, no lo entiendo, porque reaccionas de esta manera, entonces todo lo que me dijiste fue en vano – Rafael lo dijo mientras se levantaba y salían sollozos de su garganta.

— —Claro que me enamore hijo, pero lo que creo de ti es que solo estas confundido.

— No padre – dijo mientras hacia una pequeña pausa y se limpiaba un poco las lágrimas que seguían el camino de su lagrimal hasta su barbilla – No estoy confundido yo sé lo que quiero.

Sin esperar respuesta este se va dejando a un hombre pensativo y creyendo que hizo lo mejor y con la última fotografía que había visto su hijo, sin percatarse de que todo lo que ocurrió fue visto por una pequeña niña.

Saliendo de sus más dolorosos recuerdos donde deseo morir con todas sus fueras sintió como el estómago le rugió demandando alimentos y como no complacerlo si de ello viven.

Levantando pesadamente su cuerpo que en cuanto solo hizo un pequeño movimiento todos sus huesos tronaron dejándolo sorprendido ante el sonido que solo le causo un poco de risa, caminando lento se dirige a la cocina y del refrigerador saca un bote de leche que lo acompaña con una pieza de pan.

Cuando ya tiene las cosas listas las toma y se va de regreso a la sala y se sienta en su sillón favorito, estando a punto de tomar el control remoto el timbre del apartamento suena.

Refunfuñando se levanta dejando la comodidad atrás, camina lento a la puesta y se molesta aún más ya que no deja de sonar el molesto timbre, y seguía y seguía sonando sin descanso hasta que con un grito amenazo – El que está tocando el timbre no para en este instante no abriré la puerta de buen modo, sino que lo golpeare y dejare una demanda. – El sonido seso un poco dejándole suspirar de alivio, ¡pero no duro tanto cuando empezó a timbrar de nuevo – AH!!!! – Maldita sea quienquiera que sea me las va a pagar, esos eran los pensamientos que inundaban la pequeña cabeza de Rafael.

Y a en la puerta la abre y con el ceño fruncido solo dice – Que mier.... – todo el coraje cayó al suelo, toda valentía se desvaneció, el color de su piel quedo por el suelo.

— Hola – se escuchó decir de la perdona que tenía frente sus ojos.

— Qué demonios haces aquí – menciona un poco exaltado y nervioso. Aun después de tantos años aun le recuerda, aún tiene la piel tan blanca, sus ojos verdes que resaltan su rostro, su cabello esta ahora por los hombros, se lo ha dejado crecer acaso

— Veo que aún me recuerdas – sonrió con descaro y malicia.

— Como no recordar a la persona que me daño y jugo con mis sentimientos y emociones – dijo ahora con el ceño levemente fruncido y con los brazos cruzándose lentamente en su pecho.

Todo rastro de burla y malicia se desvaneció de su rostro dejando uno serio, desolado y de pocos amigos, sintió como un nudo en la garganta se aproximaba, los ojos se le comenzaron a poner vidriosos.

— Que ahora vas a llorar, no crees que es demasiado tarde para eso.

Las palabras las decía con tanto dolor e impotencia, su enojo se esfumo para sacar a flote la tristeza que aún continuaba incrustado en su pecho, le dolía, le dolía como no se imaginan, pero lo que le dolió aún más fue ver al ser que tanto amo frente a él sin arrepentimiento alguno.




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