El timbre de mi teléfono celular suena incesantemente, son las tres de la madrugada, por lo que me levanto exaltado a contestar la llamada.
—Señor Carson —dice una voz desconocida, al otro lado de la línea.
—Si —respondo, en un tono serio.
—Debe venir al hospital central, su hermano Franco y su esposa, han sufrido un accidente.
Aquellas palabras retumbaron en mi cabeza, solo tardé en llegar unos veinte minutos, lo que me dio el tiempo justo para encontrar a mi hermano con vida, ya que el accidente de tránsito lo había dejado en una condición crítica.
Llegué a aquel lugar, con el corazón a mil, mi hermano era lo único que me quedaba en la vida, mi madre había muerto cuando yo nací y nuestro padre algunos años atrás. Franco era mayor que yo, por tres años, él era quién se encargaba de nuestros negocios, hasta que yo me gradué de la universidad y empezó a delegar responsabilidades en mí. Hace dos años se casó con Isadora, una mujer educada, hermosa y de buenos sentimientos, que le había dado su más preciado tesoro, una hermosa muñequita cuyo nombre es Ámbar y que es la alegría de todos nosotros.
—Buenas noches doctor —dije llegando junto al médico, que se supone va a darme noticias de mi hermano.
—Senor Carson, hemos hecho lo humanamente posible, pero…
—¿Pero qué doctor? —pregunté alarmado.
—Lamentablemente a su hermano, le quedan solo horas de vida —dice el hombre, con un tono de pesar en su voz.
Sus palabras hicieron que mi mundo se viniera abajo, de golpe.
—No, no eso no puede ser, debe haber algo que puedan hacer, no importa lo que cueste, solo hágalo, el dinero no es problema —dije, alterado.
—No es un tema de dinero, señor Carson —contesta el galeno.
Un dolor que conocía perfectamente, se instaló en mi pecho, no estaba preparado para perder a mi hermano, no. Mi sobrina era aún muy pequeña, Ámbar solo tenía seis meses de edad, iba a hacer mi muñequita sin su padre. justo en ese momento, me di cuenta que no había preguntado por mi cuñada, que según entendí, también estuvo en ese accidente.
—¿Cómo está mi cuñada? —pregunté, genuinamente preocupado.
—Lo siento señor, pero ella no logró llegar con vida al hospital.
Aquella declaración sólo empeoró el escenario. En palabras más o palabras menos, mi sobrina en solo unas horas podría quedar huérfana de madre y padre.
Tomé asiento en una silla, ubicada en una esquina del lugar. Me sentía triste, desolado, abatido y solo. Tomé mi celular y le marqué a Justin, él era único amigo, aparte de Franco por supuesto y la única persona que me podía acompañar en estos momentos, le conté todo lo acontecido y en menos de media hora, mi amigo estaba aquí conmigo.
—Debes avisar a la familia de Isadora —declara Justin, mientras bebe un poco de café, mientras me acompaña en la sala de espera.
—No los conozco, ella nunca hablaba de ellos —respondo. —Lo poco que sé, es que no eran muy buenas personas, por eso Franco no se relacionaba mucho con ellos.
— Y qué vas a hacer si tu hermano mue… —mi amigo, no se atrevió siquiera a terminar de articular aquella palabra.
— ¿Con respecto a qué? —pregunté, sin entender a qué se refería.
—Con respecto a Ambar hermano — declara mi amigo, en tono serio.
—Mi muñequita se quedará conmigo —dije, decidido.
—Ellos podrían querer lo mismo, quedarse con Ámbar —inquiere Justin.
—No creo que les vaya a surgir el amor por mi sobrina, así de repente — contesté.
—Puede que por ella no, pero si por la fortuna que esa niña seguramente heredará —declara mi amigo, dejándome, sumamente preocupado, ante aquella posibilidad.
—Pues eso, no va a pasar y tú vas a ayudarme a evitarlo —dije serio.
de repente las puertas abatibles, que dan al pasillo, por donde hace un rato se retiró el doctor, se abren. La mirada del médico, que camina hacia nosotros, lo dice todo. Lleno de aire mis pulmones y me pongo de pies, para escuchar la dura noticia.
—Es momento de despedirse —inquiere el médico.
Yo solo asiento ante su declaración y camino detrás de él, para despedirme de aquel hombre que amo con mi vida, mi hermano, mi ejemplo y mi mejor amigo.
La despedida fue dolorosa, verlo en ese estado fue duro, demasiado, estaba lleno de aparatos y de algunos moretones, que supuse eran producto del accidente.
—Has un intento por levantarte de allí hermano, Ámbar y yo te necesitamos —dije en un tono bajo, junto a su oído. tomé su mano y lloré, de la misma forma que lo hice el día que murió papá, sé que si no hubiese sido solo un bebé, de la igual forma habría llorado a mi madre, porque es que cuando se pierde un ser querido, es como si a uno se le desgarrara el alma.
—Si hay alguna forma de que te quedes, por favor hazlo, pero si no es posible, vete en paz hermano que yo cuidaré de Ámbar —dije con la voz ahogada por el llanto.
Lo abrace y me quede así por algunos minutos, hasta que el aparato que pitaba de manera intermitente, para monitorear su frecuencia cardiaca, hizo un pitido largo e ininterrumpido, que anunciaba que el corazón de mi hermano, había dejado de latir. Aquel llanto ya no fue más un sollozo, sino un grito desgarrador de esos que salen del alma y que solo conocen aquellos que han perdido a un ser querido. Franco se había ido y de nuestra familia, solo habíamos quedado Ámbar y yo.
El funeral de mi hermano y de mi cuñada fue algo íntimo, sólo estuvieron presentes sus amigos más cercanos y los míos, aunque la familia de Isadora fue notificada, ninguno de ellos asistió. Tres meses han pasado desde la muerte de mi hermano, desde ese momento Ámbar vive conmigo, he contratado una niñera y tal como lo supuso Justin, mi sobrina fue la heredera universal de mi hermano, solo que nada se dispuso sobre su custodia, ni sobre quién es su tutor, por lo que todo esto, está siendo dilucidado en los tribunales y aunque el dinero de mi sobrina, es lo que menos me interesa, no puedo permitir que ellos obtengan la custodia de mi muñequita.
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Editado: 02.01.2024