El lujoso edificio, donde se detiene el elegante auto que enviaron para recogerme, me deja anonadada.
—Si hay pobreza que no se note —dije más para mí, que para el chofer, que la había traído hasta aquí.
—Dijo algo señorita —Dice el hombre mayor, que le abre la puerta.
—No, nada —contesto en un tono gracioso, que el hombre no logra entender.
—La acompaño —dice el amable señor, que la guía hacia el elevador, con paredes de cristal, en donde marca el botón que dice, penthouse.
—Que barbaridad hay que gente que nace con estrellas y otros que nacemos estrellados —dije, en voz alta al quedarme sola, dentro de aquel elevador.
Las puertas se abren, dándome paso a un lugar de esos, que parece sacado de una revista, todo aquí es hermoso, lujoso y grita soy caro, los muebles, las lámparas, los adornos, los cuadros, todo aquí de seguro cuesta más que lo que gano en un año, ¡Ay madre santa! ayúdame a romper nada. Una señora, con un rostro amable me recibe en aquel lugar.
—Bienvenida, señorita López, por favor acompáñeme —dice la mujer, en tono cortés —El señor desea que le preparen comida italiana, serán ocho personas los invitados, aquí encontrará lo que necesite y si falta algo, me lo hace saber para conseguirlo —agrega la mujer.
Reviso la alacena, la nevera y la despensa, cuando me doy cuenta hay dos chicas, de pie frente a mí.
—Estás jóvenes estarán a su servicio —declara la mujer, cuyo nombre todavía no sé.
—Bien, si necesito algo le informo —dije seria.
Empiezo a sacar mis utensilios y me pongo en función, le doy instrucciones a las chicas y en cuestión de minutos, estamos manos a la obra.
Amo cocinar, es como si todo a mi alrededor desapareciera, la mezcla de colores, sabores, ingredientes, me apasiona. Podría hacer esto de gratis, pero nací pobre y de algo hay que vivir, así que toca cobrar por hacerlo.
Me dijeron que comida italiana, pero nadie me dijo que, así que puse mi imaginación a volar. Llevo tres horas metida en este lugar, pero ya los aromas dejan claro, que hay un chef en la cocina.
Aún no he visto a la persona que solicito mis servicios, pero eso no es relevante, al menos no para mí.
—¿Se servirá en buffet o plato servido? —pregunto, cuando ya casi está todo listo.
—Plato servido, señorita —contesta una de las chicas.
—Perfecto —respondí.
Ya está todo listo, solo espero que nos indiquen para empezar a servir.
—Ya podemos servir — contesta una de mis ayudantes, que regresa luego de ir a indagar al respecto.
—Bien, terminemos de hacer la magia —dije entusiasmada.
La mejor parte para mí, siempre será emplatar, es como si le dieras vida al platillo, la presentación es crucial, si no se ve apetecible, pre dispones al comensal, así que en esta etapa, me tomo mi tiempo.
Iniciamos con la sopa, que fue preparada como entrada, continuamos con las ensaladas, el plato fuerte y por último el postre, que es un flan casero, que quedó para chuparse los dedos. Para este punto estoy exhausta, pero más que satisfecha con el trabajo realizado.
—El señor quiere que se apersone al comedor —dice la mujer mayor, que me recibió al llegar.
—Si, ya voy —dije, terminando de arreglarme un poco, no voy a presentarme ante esas personas, así de desaliñada.
Sigo a la mujer mayor, por un largo pasillo, que deduzco lleva al comedor, que también derrocha lujo y elegancia, como el resto de la casa.
—Buenas noches —dije en tono cortés.
Todos los presentes contestan al unísono, pero son unos ojos azules, los que me hacen estremecer.
¿Qué hace ese patán aquí?
—Señores les presento a la cocinera de la noche —dice, el tal Will Carson con sorna.
Siento como se me dificulta la respiración y mis manos, comienzan a sudar. Quiero responderle como se merece, pero creo que mi voz se fue de paseo y sin permiso. Estoy tan furiosa, que me quede petrificada.
—Felicidades, es usted una maravillosa chef —dice el otro hombre, que si no me equivoco, era el mismo que lo acompañaba en el bar.
—Gracias —logré responder con algo de dificultad.
—Felicidades, al menos la carne se dejó comer —dijo Will, acercándose a mi— parece que hizo caso a mis sugerencias, vió que no fue tan difícil.
Quisiera borrarle esa sonrisa cínica a golpes, pero recuerdo que soy parte del proletariado y que si agredo a un riquillo me meterán presa, así que decido contener mis instintos de loca homicida y me quedo quieta.
El resto de los presentes, se desviven en halagos, mientras yo agradezco de la forma más cortés posible. Regreso a la cocina y tomo mis cosas, con toda la intención de salir, lo más pronto posible de aquel lugar.
Recojo mis cosas y sin esperar, que alguien me guíe, busco la salida de aquel sitio.
Sigo por una especie de pasillo, en busca de la salida, si continúo un minuto más aquí, puede haber un occiso. Pero de repente los llantos de un bebé, captan por completo mi atención. Como si estuviese bajo algún tipo de hechizo, sigo aquel sonido y cuando me percato, estoy en el umbral de la puerta del cuarto de un bebé. Su llanto es desesperado, como de dolor. Ella se encuentra acostada, dentro de la cuna y no hay nadie más en la habitación, me acerco y sin pensarlo mucho, la tomo en mis brazos y la empiezo a arrullar, pero su llanto no cesa.
Toco su pancita y la siento algo inflada, por lo que deduzco que esta provocando su incomodidad, la coloco nuevamente en la cunita, mientras tomo una toalla del toallero y la humedezco con agua tibia del lavamanos, se la coloco, sobre su vientre y la alzó en brazos nuevamente, mientras me siento con ella en la mecedora y comienzo a arrullarla con una canción de cuna. Poco a poco el llanto va cesando y aquella hermosa niña, de cabello claro y hermosos ojos azules, se va quedando dormidita.
Me parece tan preciosa, ¿Cómo se llamará? ¿Será hija del animal aquel? ¿Por qué estaba sola? ¿Dónde estará su madre? —pienso, mientras acarició su hermosa cabellera.
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Editado: 02.01.2024