EL DESEO DE LA BRUJA
Deberías conocer la antigua, pero memorable historia de la arpía que devoraba niños en lo profundo del bosque. No importa como la recuerdes: La escuchaste, la conoces y eso es importante; aunque, seguramente, no aceptes sus hechos como ciertos… ¡Está bien! Probablemente tu inexperiencia impida fiarte de tales sucesos. Eres idealista y no conoces las autenticas facetas de nuestro universo maravilloso. Son cuentos para niños, dirás. Pero créeme, son todo lo contrario. Esta historia es real, pero ciertamente, es relatada con distintas matices a su versión original. Por favor, déjame narrarte los hechos del modo correcto:
Todo iniciaría con Irene, una chica joven de aspecto humilde y de mucha amabilidad. Ella estaba oculta bajo la cama de una bruja, acompañada de otra chica, una traidora llamada María. Ambas intentaban conservar su respiración, tratando de mantener oculta su presencia y aguardando la oportunidad perfecta para largarse de aquella pesadilla. Irene lo sabía, sabía que tenía prohibido ir al bosque sin compañía de un adulto. Sus familiares se lo pidieron demasiadas veces… ¿Pero les hizo caso? No, nunca lo hizo. Es comprensible ya que los problemas con su padre y la súbita muerte de su querida nana, llevaron a nuestra protagonista a cometer acciones premeditadas.
Amaba a su abuela, más que a nada en el mundo. Por el contrario, sus padres siempre le parecieron… Fastidiosos. Tras conseguir su campeonato y verse inmiscuido en distintos combates alrededor del mundo, su padre, un boxeador reconocido por sus logros, nunca estaba en casa. A veces, Irene pensaba que si desapareciera, su padre no lo notaria. Por otro lado, su madre era diseñadora de moda, por lo que no tenía tiempo para regresar a casa y terminaba trabajando horas sin parar.
Estudiar con ella, divertirse con ella, ya eran cosas de poca importancia.
Técnicamente, vivía sola, además de no tener problemas al salir de casa cuando lo desease. Su padre viajaba, su madre trabajaba y su abuela… Bueno, mejor no repetir más de lo mismo. Por eso, una mañana, Irene aprovecho y fue a comprar sola los alimentos del hogar. Sus padres siempre le dejaban bastante dinero en la repisa y ella solo debía caminar unas pocas cuadras para hacer las compras y regresar. ¿Fácil, no? Pues así lo parecía. Pero en el camino se encontró con un muchacho un poco más grande que ella. Este joven de semblante raro, le pidió a nuestra protagonista acompañarle en sus compras con una sonrisa, debo añadir, bastante inquietante. Irene le rechazo. Lo siento, prefiero ir sola, le respondió. El joven se acerco por detrás y toco su hombro, acariciándolo y implorándole que solo charlarían un rato, pero el ambiente del mercado, repleto de personas, yendo y viniendo, obligo al joven a echarse para atrás y seguir su camino, refunfuñado palabras que no pudo escuchar en su momento, y debía haberlo hecho. Tras suspirar luego de la incómoda situación, llego al mercado y comenzó a gastar el dinero en la comida del mes, además de muchas golosinas que escondería bajo su cama. Antes de terminar, escucho ciertos rumores por allí. Un grupo de chicas contaba historias acerca de una bruja: Una misteriosa y preciosa mujer de bellas facciones y presencia lúgubre, capaz de conceder cualquier deseo a sus elegidos. Pero, había un inconveniente y era que según se comía a los niños del pueblo. Irene no tenía miedo, al contrario, pensó que todos sus problemas desaparecerían si hablaba con la bruja cuando lo pensó. Sin embargo, nadie permitía que ningún niño fuese solo al bosque. Pero su inocencia, edad e ignorancia, fueron los ingredientes necesarios para concebir una receta para el desastre. Entonces Irene se acerco al grupo y les pregunto a las desconocidas:
Parecía ser un buen plan para Irene, pero debió haberse percibido la importancia de las sonrisas de las chicas a sus espaldas. Simplemente, debió haberse negado.
Preparo un plan para escapar de su hogar. Sabía que su padre llegaría esa tarde y dormiría toda la noche. Reconocía que no podría verla, pero no le importo. Había tormenta, pero se vistió con un impermeable y contra todo pronóstico se embarco en búsqueda de la bruja junto a sus nuevas amigas.
Caminaron por un sendero de tierra marchita, acompañadas de arboles tristones y sombras en constantes movimientos, acechándolas desde la oscuridad. Pero esta travesía debía hacerse en la noche donde nadie pudiera verles. Irene solo pensaba en lograr su sueño y volver a ver a su abuela. Mientras caminaban, una de las jóvenes se acerco al lado de Irene.