Capítulo 41.
Ornella.
Caminaba de un lado al otro en mi habitación, estaba nerviosa. Nicolás iba a venir a casa, para hablar con mis papas.
Si, tener la charla. Pedirles a ellos que me dejen salir a una cita con él. Como él dijo “Un gesto de respeto y romántico hacia mi futura novia.”
Al principio no sabía si reír, llorar, besarlo o simplemente pellizcarme. Porque no entendida como este chico podía ser real. Es decir, parece sacado de una película o de un libro de esos que lee Brandon.
Escucho que tocan la puerta.
¡Es él!
Ser superior si existe. Evita que, papa mate a Nico.
Corro escaleras abajo. Mama estaba en la cocina, con sus antojos. Pasa casi todo el día allí.
Al llegar a la puerta veo a papa parado de espaldas hablando con alguien. Me acerco más a él.
Pero mi corazón se detiene. En un segundo, con solo escuchar lo que dice esa voz femenina.
— Hola. No, lo busco a usted. No nos conocemos, pero soy Olivia, hija de Clarisa y también, soy tu hija.
¿Qué cosa acabo de escuchar?
¡¿Hija?! ¡Mi papi tiene otra hija!
— ¿Qué carajos? — pregunto. Al escuchar mi voz papa se da vuelta y me mira.
Al darse vuelta deja ver a una chica alta, rubia de hermosos ojos verdes y el cuerpo de una modelo europea.
— Orne — murmura papa. Se da vuelta y mira a la otra chica, la cual no recuerdo su nombre. — ¿Qué dices? ¿Cómo que mi hija? Pero… Pero…
Papa está en shock. No lo culpo, yo estoy igual.
Se supone que soy su única hija. ¿Quién rayos es ella?
— Sé que es algo loco. Tal vez no me crea, pero es la verdad soy su hija — dice nuevamente la chica.
Mi cabeza da daba vuelta. No entiendo un carajo, no entiendo nada la verdad.
— ¿Cómo es posible? ¿Qué edad tienes? — pregunta papa. Mirándola con extrañeza. Me acerco más a ellos. Quedando en el marco de la puerta, ella me observa con atención.
— Sus ojos son iguales — comenta. — Tengo veintidós años. Es una larga y complicada historia. Si quiere, podemos hablar.
¿Acaso quiere pasar a mi casa? ¿Qué le pasa a esta loca?
Miro a mi papa esperando que le diga que no. Y pidiéndole de la forma más gentil posible (sarcasmo). Que se retiré de nuestra vista.
— Claro, quiero saber todo — responde papa mirándola de forma comprensiva. — No entiendo, porque me lo oculto — murmura para sí mismo.
— ¿Qué? — hablo por primera vez yo. — No la conoces, no sabes nada de ella. ¿Acaso dejas a entrar a cualquier chica que te diga que es tu hija? — pregunte indignada.
— Si es un problema… Puedo irme — habla la rubia, en un tono bajo.
— No tienes por qué hacerlo — dice firme papa. Luego con su mirada azulada, igual a la mía, me reta. — Ornella deja de actuar como una niña inmadura — me regaño.
Auch.
Me cruzo de brazos enojada. Iré a hablar con mi mami. Me doy media vuelta, ignorando a los otros dos.
Llego a la cocina. En donde mama está haciéndose un chocolate caliente y comiendo masitas dulces. Mientras Pablo se bate un café y palea con mama por la última masita con dulce de leche.
— Que soy tu hijo, me debes alimentar — se queja el pelinegro.
— ¡Que mal hice en esta vida! Un hijo mal agradecido, el cual no le deja nada de comida. A su pobre madre embarazada — dramatiza.
— Pero si ya comiste unas cinco — se queja. — Mi hermano tendrá cara de masita.
Mama estaba por replicarle algo. Cuando papa entra la cocina, llevándose la atención de todos.
—Pelirroja, niños. Tenemos una reunión familiar para discutir algo importante. Vamos a la sala — pide.
Mi hermano y mi madre comparten una mirada confusa. Solo me encojo de hombros, mirando con cara de pocos amigos a mi progenitor.
— ¿Qué ocurre amor? — pregunta mama. Metiéndose a la boca la masita. Veo como Pablo se queja enojado.
Caminamos los cuatro hasta la sala. En donde estaba la rubia.
— Ella es Olivia, es hija de Clarisa y también es mi hija — les explica a mi mama y mi hermano.
Ambos hacen las mismas caras y gestos de confusión, sorpresa e incredulidad.
Mama es la primera en acercarse a la chica. Ambas se estudian con la mirada.
— Eres igual a la rusa —murmura mama.
¿Rusa? ¿De quién habla? ¡No entiendo nada!
— Mi mama es Clarisa, no rusa — comenta ella.
— También conocida como secuestra niños — brama mama de mal humor.
¿Qué verga?
— Julieta— la reprende papa.
— ¿Qué? — pregunta la rubia y Pablo al mismo tiempo. Creo que estamos los tres perdidos.
— Si nos sentamos y hablamos — pide papa. Quien a pesar de la situación mantiene la calma.
— Yo creo que fue mala idea venir…Me voy.
Yo también lo creo.
Pero parece que papa piensa lo contrario, ya que la toma del brazo con cuidado deteniéndola.
— No, porque si enserio eres mi hija. Quiero saber por qué te alejo de mí. Yo no sé, si esto es una trampa de tu madre o es una mentira. Pero si viniste a aquí a decir la verdad. Quiero escucharla.
Papa le hablaba de la misma forma en la que me habla a mí. Con voz cálida y paternal, transmitiendo confianza y seguridad en sus palabras.
Una furia interna surgió de mi interior. Cuando vi a mama, a mi hermano, a mi padre y a la rubia. Tomar asiento en los sillones.
Claro que no me iba a quedar a escuchar las mentiras de esa chica.
Me doy media vuelta con la intención de salir de casa. Nadie me detiene, nadie me dice algo.
Por supuesto, todos quieren prestarle atención a la rubia.
Al abrir la puerta de la calle. Mi nariz golpea contra algo duro y con aroma exquisito.
— ¿Ahora eres psíquica? — pregunta con una risa Nicolás. Al notar que no me rio, ni le contesto. Borra su sonrisa — ¿Qué pasa?
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Editado: 17.09.2021