Capítulo 50.
Brandon.
Después de llevar a papa a casa. Ya que Catherine se ofreció a pasar la noche con él, junto a Marcos. Podría decir que papa ya lo aprecia un poco más. Ese chico se ha ganado mis respetos.
Desde que paso todo, él se encargó de hacer el papeleo de la policía. Nos traía la comida al hospital mientras esperábamos que nos dieran noticias de mama. Hasta quedo en ir mañana a buscar a mis abuelos. Para que puedan ver su hija y a su nieto.
Siento un poco de celos al ver como Cate es apoyada por Marcos. Ya que Reina solo se limitó a mandarme dos mensajes. Seguramente estuvo ocupada. Aunque las palabras de Catherine siguen plasmadas en mi cabeza.
“Nada le cuesta mover el culo, para poder estar contigo. O al menos llamarte para saber cómo esta mama.”
Aunque intento excusarla. En el fondo me molesta que mi hermana tenga razón.
Entro al departamento, el cual está sin llave.
Me quedo boquiabierto al ver lo desordenado que se encontraba todo. La ropa tirada por los sillones, la mesa de la cocina. Tenía círculos demostrando que hubo tazas sin portavasos. También había varios platos sobre la mesa.
Miro al alrededor buscando a Reina. Voy hacia la habitación, la cual también está desordenada. La ropa para lavar sigue acumulándose y la ropa limpia y doblada que deje en la cómoda sigue ahí.
Miro hacia la cama. Debajo de varias sabanas se encontraba Reina durmiendo. Podía escuchar su respiración lenta y pausada.
Suspiro. Seguramente hoy se sentía mal y por eso no pudo limpiar nada.
Suspiro resignado y me pongo a limpiar. Primero la cocina, me encargo de lavar los platos sucios. Me doy cuenta que uso las cinco tasas que tenemos y ni siquiera lavo ninguna. Me guardo los comentarios para mí solo.
Me repito que todo esto es debido a la bebe y a sus hormonas. Toda ira mejor cuando nazca.
Bostezo cansado. Mientras dejo los últimos platos en el colador.
Prosigo a recoger la ropa sucia, sacar el canasto de ropa sucia de la habitación. Y poner aunque sea una parte de ropa a lavar.
Luego sacudo la tierra de algunos muebles. Miro la sala cocina y veo que todo está impecable. Miro el reloj de la pared, son las dos de la mañana. Aunque tengo hambre, decido no cenar. Estoy demasiado cansado.
Voy hacia el baño. Suspiro enojado, hasta el baño se encontraba en un estado deplorable. Ni yo fui tan desordenado.
Me encargo de hacerle una limpieza rápida. Dejando el lugar presentable. Ya mañana me encargaría de esto.
Tomo una ducha rápida. Con solo una toalla en mi cintura voy hacia la habitación. Me pongo unos bóxer grises. Y como no, me pongo a acomodar la ropa limpia en su respectivo lugar.
— Brandon, puedes dejar de hacer tanto ruido — dice adormilada Reina.
Me giro para mirarla.
— Lo siento, pero todo era un desastre y no puedo dormir con tanto desorden — digo en un tono calmado.
Ella bufa y se tapa con las sabanas la cabeza.
— Pues contrata una mucama — la oigo refunfuñar.
Me muerdo la lengua para no decir algo malo. No dejo que el cansancio y el enojo me guíen. Me mantengo en silencio.
Luego de acomodar la ropa y dejar la habitación acomodada. Me acuesto en la cama a mi lado.
Ella ni siquiera se mueve o hace el intento de acerarse a mí. Pareciera que fuéramos dos desconocidos en una cama.
El dolor que me embraga es feo. Siento como si la perdiera. No quiero sentirme así.
Siento que todo lo que viví en el día me abruma y es demasiado. Demasiado para mi estabilidad emocional.
Dejo que los sentimientos afloren en mí. Unas lágrimas silenciosas caen por mis mejillas. Es horrible este sentimiento de soledad. Me giro hacia ella, quien duerme placida en la cama.
Pongo una de mis manos en su vientre. Siento un movimiento una patadita, un toque de mi pequeña.
— Ahora sé que no estoy solo — murmuro. Mientras siento el movimiento en el vientre de Reina.
Ornella.
— Buenas noches mama y papa — me despido. Antes de cerrar la puerta de mí cuarto.
Hoy fue un día largo. Recién bañada y con mi pijama, me tiro en mi cama y me tapo hasta arriba.
Solo quiero dormir, y no pensar en nada.
Pero alguien al parecer no quiere dejarme dormir. Ya que mi celular comienza a sonar en mi mesita de luz. Decido dejar que la llamada se pierda. Pero me inclino para ver de quien trata.
Mi corazón se acelera al leer en el identificador “Muchachote”. Rápidamente atiendo antes de que corte.
— Al fin atendiste Nella — suspira aliviado. — Perdón por llamarte tan tarde. Es que mi mama recién se duerme. Y en serio necesitaba escuchar tu voz.
Sus palabras me llegan al corazón. Por un momento siento la necesidad de besarlo, aunque me lo impide la distancia.
— Lo siento, casi no respondo —confieso apenada. — Pero yo también necesitaba escuchar te hablar.
— Que suerte, pensé que sería el intenso de la relación.
— Lo eres — le afirmo. — Pero un intenso al que quiero mucho.
— Yo también te quiero Nella. Y me enoja que mi mama no me deje verte. Pero seguro se le va a pasar…
—¿Eso piensas?
— Bueno, aún conservo las esperanzas.
— Que optimista.
— Obvio querida — dice riendo. No puedo evitarlo y también rio. — ¿Cómo está tu tía? ¿Tu hermano?
— A mi hermano le dan de alta mañana. Y mi tía está en coma.
— Me alegro por Ariel. Siento lo de tu tía, pero estoy seguro de que saldrá pronto. Si es igual de terca y fuerte que vos. Ella estará en con ustedes antes de que te des cuenta.
— Gracias. Eso espero, las cosas no serían la misma sin ella. De alguna forma, es ella quien nos mantiene unidos.
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Editado: 17.09.2021