Capítulo 59.
Ornella.
Meto de mala forma la ropa dentro de mi bolso. Llevo mi pijama y ropa para mañana.
Lo que menos quiero hacer, es salir de mi casa. Pero mis hermanos son insoportables y no me dejan sufrir sola.
Por un lado, eso me hace amarlos más. Por otro me hace querer golpearlos por insoportables.
— ¿Te vas? — pregunta alguien detrás de mí,
Veo a Pablo. Este vestido con un short corto azul y un buzo de los Lakers purpura. Es horrible esa cosa.
— Si — respondo sin ánimos. Me doy vuelta para ir hacia el baño por mi cepillo de dientes.
— ¿Es por lo de Nicolás? — lo escucho preguntar.
Vuelvo a mi pieza.
— Si…
— Él dijo que dijiste algo muy hiriente.
Siento mis ojos picar. Quiero llorar, pero no lo voy a hacer.
—Él es un idiota. No es un maldito mentiroso y miedoso — dije. — Ve y dile, ya que tanto te gusta ser su vocero.
Escucho un gruñido proveniente de Pablo.
— Lo siento, pero es mi amigo.
— ¿Y? — cuestiono mirándolo de mala forma. —Yo soy tu hermana, deberías estar de mi lado.
—No estoy de lado de nadie — se defiende. — Soy solo un mediador. Él es mi amigo y tu mi hermana. Y eso no va a cambiar por su estúpida pelea.
—Si te parece tan estúpida ¡¿Por qué te metes?!
— ¡Porque me importas! ¡Ambos son unos inmaduros!
— ¡¿Qué carajos está pasando aquí?! — grita papa.
Ambos estábamos gritando. No sabía que tan alto, pero lo suficientemente alto para que papa viniera a ver.
— Nada, me voy a casa de Ariel — informo molesta.
Tomo mi bolso, golpeo con fuerza el hombro de Pablo.
—No iras a ningún lado. Sin decirme que te pasa señorita — enuncia alto y fuerte papa.
Me paro en seco y lo miro. Sus ojos azules, iguales a los míos, me miran de forma cariñosa y expectante.
¿Cómo le digo que me acaban de romper el corazón?
—Nada — digo más tranquila. —Solo no me siento bien y me quiero ir con mis hermanos. Brandon y Ariel viene a buscarme para hacer “Noche de dos Ambroni y un Villagrán.” — comento con ánimo fingido.
Papa enarca una de sus cejas.
— ¿Dos Ambroni y un Villagrán? — cuestiona.
— Si, pero ahora sería Dos Ambroni, Dos Villagrán y un Padilla — digo con media sonrisa. Recordando que la princesa y Tomas, son parte de la pijamada.
Papa ríe, ríe con ganas. Haciendo me reír también.
— Esta bien cielo, puedes ir — dice. Iba a ir lo mismo, mama ya me dijo que si, pensé. Pero no lo comente. — ¿Por eso gritabas con Pablo?
— No, gritaba porque él es un idiota. No entiendo cómo siendo mellizos, su mitad de ADN salió defectuoso.
Papa reprime una risa.
— No digas eso de tu hermano — intenta sonar serio.
— Entonces no te rías — demando con una sonrisa surcando mi cara.
—Deja de decir tonterías y ve a saludar a tu mama. Puedo ver el auto de Ariel por la ventana.
— Sí.
***
Una vez en la casa de mi hermano, me tomo un tiempo para admirar su casa. Mejor dicho mansión.
Después dice que no es un suggar daddy, mira nada más la casa. Es preciosa.
Siento las manitos de mi sobrina tocar mi cara. Beso su regordeta mejilla.
—Mi princesa hermosa — le susurro.
Es un milagro que el egoísta de Brandon preste a su hija, es un papa muy celoso. Pobre de los chicos que quieran acerarse a ella.
— ¿Quieres contarnos que paso? —pregunta Ariel, quien camina hasta la sala.
Lo sigo, ya que ahí es donde cenaremos.
Tomas armo una sala estilo marroquí, con cojines de tonos cálidos. Una mesa pequeña y la tv plana. En la cual se reproducía a un volumen bajo el último álbum de J Balbín.
— Si, según los tws de tu amiga Milagros. Tenemos que odiar a Nicolás— dice Brandon. Quien me extiende los brazos para tomar a su hija.
Como dije, padre egoísta.
—No, es mi pequeña ahora — dije tomando asiento a su lado. El rueda los ojos, pero me deja seguir con Rousi en brazos.
— ¿Entonces? — cuestiona Tomas.
— Bien les contare que paso.
Hace unas horas, en la casa de Nicolás.
— Te amo —murmuro besando el torso desnudo de mi novio.
Su mano recorre desde mi cuello hasta mi trasero. Haciendo me cosquillas.
— También te amo.
— ¿A mí o a mi culo? — pregunto notando que su mano no se a movido.
—Ambos.
—Solo puedes elegir uno — le digo mirándolo a los ojos.
Él se hace el que piensa.
— Mmmm
— ¡Oye! — me quejo.
—Claro que a ti, mi Nella — dice estrechándome entre sus brazos. Su boca encuentra la mía, nos besamos con pasión. Su lengua encuentra la mía, nos perdemos en un beso que dice tanto.
Siento tanta felicidad en estos momentos. Pero por desgracia dura poco.
La puerta de su pieza se abre, un grito colérico nos separa. Haciendo que por instinto cubra mis pechos con la manta.
— ¡¿Qué están haciendo Nicolás Lorenzo Padano!? — el regaño de la señora Neri. Era fuerte. — ¡En mi propia casa!
—Mama.
—Nada de mama — Le corta ella. Sus ojos verdes me miran con enojo. — Tú, vagabunda. Tienes cinco segundos para salir de mi casa.
La señora Neri, sale de la habitación cerrando de un portazo.
Siento los ojos llorosos. Nicolás, sale de la cama, se pone sus pantalones con rapidez. Ni siquiera se pone la ropa interior.
Se acerca a mí y me besa.
— Cámbiate, hablare con ella.
—Bien.
El sale de la habitación mientras se pone su remera. Por mi lado, me pongo con rapidez mi ropa que esta desparramada por toda la habitación.
Las lágrimas caen por mi cara, no puedo evitarlo. Las palabras de esa mujer me dolieron muchísimo.
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Editado: 17.09.2021