Dueña de su corazón

Capítulo 14

Nueva York, actualidad.

James recorrió la estancia con la mirada en busca de la mujer que desde hacía años se convirtió en su madre. Vio a los guardaespaldas y aparatos, pero no les prestó atención.

—¿Mamá? —la llamó cuando la ubicó sentada en un sillón.

—Mi tesoro. —Alice sonrió e hizo amago de levantarse, su voluminoso vientre no la dejó.

El niño, que en pocos meses cumpliría doce años, terminó de abrir la puerta y corrió hasta ella.

—¡Buenos días, mami!

La doctora recibió el beso que acompañó al saludo de su hijo y correspondió con otro sobre la frente del jovencito.

—¿Dormiste bien? ¿Ya desayunaste? —Alice le acariciaba los desordenados cabellos.

James, que todavía vestía su pijama con estampados de Dragon Ball, afirmó y negó con la cabeza. Alice sonrió, interpretando las respuestas a sus dos preguntas.

—Buenos días, Insecto —dijo el niño, inclinado sobre el vientre de su madre, antes de posar un suave beso en él.

La doctora Green sintió un ardor en los ojos y con disimulo se limpió las lágrimas. Estaba haciendo un esfuerzo muy grande para mantener a raya la angustiante desesperación que la había acompañado desde el día anterior. No deseaba que James supiera lo que sucedía, así que decidió desconectarlo del mundo exterior; no iría a la escuela hasta que Adam estuviera de regreso.

James besó a su hermanito una vez más y luego se enderezó.

—¿Mamá, has visto mi tableta?

—¿Tu tableta? No me digas que volviste a perderla, James. —Alice frunció el ceño e hizo la mirada, esa que toda madre ponía y que indicaba que estabas en problemas.

—¡No! Bueno, no sé. —El niño miró al suelo, avergonzado.

En ese instante, Alice se sintió la peor de las madres. Ella dio instrucciones a Lois —la joven que la ayudaba con las necesidades de James—, de que escondiera todos los aparatos electrónicos a los que el niño tenía acceso. Incluso restringió más el control parental de las televisiones, con el afán de que no viera por error algún noticiero. Y ahí estaba ella, fingiendo que no sabía nada del asunto.

—Pídele a Lois que te ayude a buscarla —murmuró, suavizando la mirada.

—Sí, eso haré.

James le dio un beso de despedida y se dio la vuelta para salir. Cuando la puerta se cerró tras él, Alice emitió un suspiro agradecido por haber salido bien librada de la situación. Su pequeño tesoro era muy curioso y de haber reparado en las imágenes de las pantallas, la habría acribillado a preguntas.

Pasados unos minutos Patricia apareció con una bandeja.

—James ya está desayunando —le comentó mientras colocaba la charola sobre una mesa.

—Me ha preguntado por su tableta.

Patricia la miró de reojo mientras agarraba el tazón con fruta y un tenedor.

—Es por su bien.

Alice aceptó el tazón que su amiga le ofreció, pero no hizo intento de comer, tan solo lo sostuvo entre sus manos.

—Lo sé, pero… lo estoy engañando… me siento una mala madre —confesó y las lágrimas que no derramó delante del niño, brotaron ahora.

Patricia inhaló profundo y después fue por una silla. Se sentó junto a Alice y le quitó el tazón de las manos.

—No eres una mala madre. —Con la punta del tenedor ensartó dos trozos pequeños de melón y se los ofreció como lo haría con un niño pequeño.

—Sí lo… —Alice cerró la boca y tuvo que masticar los trozos de fruta que Patricia le metió en la boca.

—No, no lo eres. Abre. —La doctora González movió el tenedor frente a la boca de Alice para darle un par de trocitos de manzana—. Solo estás protegiéndolo, es un niño todavía. —Concluyó al tiempo que tomaba más fruta con el cubierto.

Alice ya no respondió y Patricia siguió alimentándola hasta que no quedó nada en la bandeja. Minutos después de engullirse todo el desayuno, un sopor la invadió. Cerró los ojos, dejándose llevar por el cansancio, sin embargo, el movimiento y las voces alteradas de Jonas y los otros hombres la espabilaron a los pocos minutos. Se enderezó en el sillón y trató de levantarse, pero Patricia no se lo permitió.

—¿Qué pasa? —preguntó, elevando la voz para hacerse oír por encima de las voces de los demás.

Jonas hablaba por el teléfono satelital, caminó hacia ella todavía con el teléfono en la mano.

—Jake… lo hemos encontrado —contestó, tras colgar la llamada.

—¿Y Adam? ¿Qué hay de mi esposo? —La esperanza resplandeció en su corazón unos instantes, no obstante, la mirada de impotencia de Jonas tuvo el mismo efecto que un balde de agua fría.

—Jason todavía no tiene información. —El custodio se aclaró la garganta y luego continuó—: Uno de los drones captó el símbolo de rescate en la cima de un cerro a las afueras de la ciudad. Jason se dirige hacia allá… se reportará apenas llegue.

La señora Crow asintió a las palabras de Jonas y este regresó a sus labores.



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En el texto hay: amor drama humor, actor celos

Editado: 27.12.2021

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