" Y es que, ¿hay algo más grande y puro que el amor de un niño? Ni el amor más pasional de un amante se compara con el de un alma inocente que ve la bondad a través de tus ojos".
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Camisas de vestir en la parte izquierda, pantalones de vestir a la derecha, corbatas; azul rey, negras y grises junto con calcetines negros y azules oscuros en el medio. Busca en su baño todos los productos de higiene que necesitará y va directo al equipaje para guardarlos.
—¿Qué haces? — Elisabeth tiene medio cuerpo asomado mientras viaja su mirada de su padre a la valija— ¿Vas a un viaje de negocios? —pregunta triste. Elliot le sonríe y le hace un ademán con la mano para que se acerque. Ella se sienta y ella hizo lo mismo, pero en su regazo.
—Va a ser un viaje muy corto, lo prometo.
—Pero tú siempre me llevas a tus viajes, papá.
Elisabeth era la niña de sus ojos, no había sonrisa ni mirada llena de amor ni ternura dirigida hacia ella que fuera falsa, era capaz de bajarle el cielo y las estrellas si así ella se lo pedía, por eso le preocupaba excesivamente dejarla sola, pero no se arriesgaría a llevarla a un lugar no apto para ella.
— Lo sé, pero recuerda que ya empezaste tus clases y no puedes faltar, además, ¿qué ocurriría con la señora Rupert y las clases de piano? Me contaste que se acerca un recital-a la niña se le iluminó el rostro al oírlo. Asintió efusiva, dándole la razón—¿Qué te parece si hoy hacemos tu postre favorito antes de irme? Pero sin decirle a la señora leila, sabes cómo se pone si te doy dulces tan tarde.
—¡¿Pie de manzana?!— chilla entusiasmada y él asiente con una sonrisa —. ¡Oh si!.
Harina, leche, huevos, manzanas verdes, canela y un sin fin de ingredientes para hacer el postre estaban sobre el gran mesón de mármol blanco de la cocina, Elliot se encargaba de la masa mientras Elisabeth preparaba las manzanas.
—Oye, papá—comenta la niña, luego de que su padre le contara varios chistes malos que le hicieron soltar risotadas.
—Dime
—Bueno...yo...yo...— balbuceó—. Hice una nueva amiga—dice finalmente, expulsando el aire que tenía contenido junto con las palabras.
—¿En serio? — toda su atención se posa sobre ella — ¿Cómo es? ¿Dónde la conociste?
—Es pupila de la señora Rupert. Ella es súper genialosa, es buena, bonita y...
—Sabes que no me refiero a eso, Elisabeth.
—No entiendo.
—Elisabeth...
—¡Te digo que es genial!
—Si no quieres contarme nada más allá de su «genialidad» por algo será. No te quiero cerca de ella—toma el bowl lleno de manzanas y arma el poste, ignorando la mirada ofendida de su hija.
—¡¿Por qué?!
—He dicho que no, Elisabeth Levine.
—¿Qué importa si no es de buena familia o si es diferente a mí? Todos en mi colegio tienen amigos de diferentes partes, Lisa tiene un amigo que es de la india y le cuenta como—
— Lisa es Lisa y tú eres tú, y recuérdame cambiarte de colegio— mete el pie al horno y luego la encara. —. No lo repetiré dos veces, Elisabeth Cárter, no quiero que tengas amigos cualquieras, si no me obedeces, te sacaré de esas clases de piano.
—¿Y por qué tu si puedes y yo no? —le pregunta llorosa.
—No son mis amigos, son compañeros de trabajo. Si no me juntara con ellos, no estuviésemos aquí preparando un postre.
—¿Y la mujer que trajiste también lo era?
—¿Estuviste espiándome a altas horas de la noche, Elisabeth Levine Cárter?
—¡Tenía sed y fui por un vaso de agua!
—A mí no me alces la voz, pequeña mocosa y.…o solo...ella... es una compañera de trabajo y necesitaba ayuda—se defiende.
—Vi como estabas a punto de besarla.
—¡¿Qué inventas?!
—Le diré al tío Scott.
—¡No le dirás nada al tío Scott! —la señala, mirándola con reproche—. Deja de cuestionarme. Una niña nunca cuestiona a su padre.
—Pero tú...
—-¡He dicho basta, Elisabeth! Es suficiente. Esta conversación se terminó— Elisabeth comenzaba a soltar finas lágrimas. Elliot suspira, cansino Cuanto detestaba eso—. Elizabeth, yo solo quiero...—
Ella se baja de la silla y se va corriendo a su habitación.
Leila, la nana, entra a la cocina y lo ve—. ¿Discutiendo de nuevo?
—Es testaruda. Nunca entiende lo que trato de enseñarle.
—Eso es porque no solo se ha rodeado de ti, tiene a personas a su alrededor que le enseñan que tal vez no tengas razón. No deberías intentar imponerle tus pensamientos como tu padre te los impuso a ti—gruñó. Su nana frunció el ceño—. ¿Estás haciendo postre a esta hora? Dios, por eso es que es así, sólo la malcrías. Iré a hacer mis crucigramas.
—¿No hablará con ella?
—¿Por qué yo? Fuiste tú el que inició el conflicto, pequeño. Resuélvelo.
Suspiró, Abre lentamente la puerta y entro a la habitación con una considerable porción de pie servida en un plato, no le gusta que coman en las habitaciones, pero con la situación ameritaba una excepción. La pequeña se encuentra de espaldas y arropada en su sabana con estampados de gardenias, sus flores favoritas. Elliot podía notar los pequeños sollozos. Recuerda a aquella mujer morena y bipolar que no abandona sus pensamientos.
¿Por qué sentía lo mismo que sentía con ella con los sollozos de Elisabeth que lo era todo para él?
Pensó que se arrepentiría después de haber aceptado ir, pero no era así, no se sentía arrepentido de haber aceptado. Y eso le molestaba. Lástima. Se repetía que era lástima una y mil veces para justificar sus emociones y no ahondar demasiado en ellas.
—¿Elisabeth? —se sienta en el costado de la cama—. Te he traído una porción de pie—no recibe respuesta—. Está delicioso—silencio—. Eli, ya me voy, no quiero irme sabiendo que estamos enojados. Ya he tenido estas conversaciones contigo—Elisabeth se envuelve aún más en las sábanas—. Sólo quiero protegerte—viendo que no daba ningún resultado coloca el postre sobre la mesa —. No dejes que las hormigas lleguen y si quieres más, dejé escondido el pie en la alacena de abajo para que la nana no lo vea. Te Extrañaré mucho—le da un beso en la coronilla de la cabeza y se levanta.
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Editado: 26.03.2022