"Las mentiras y los secretos siempre tienen patas cortas"
Entra a su casa y después de cerrar la puerta con cautela soltó un suspiro de cansancio, cierra sus ojos y respira profundo. Sólo quiere subir a su habitación, tomarse sus pastillas de dormir y descansar. Siente que su cabeza explotará en cualquier momento y...
Se detiene al ver a toda su familia en la sala principal adornando el árbol de navidad. La situación le resultaría normal, de no ser porque son más de medianoche y porque uno de los que adornaba con mucho esmero es Harry, la persona que no puede ni sostener una bambalina sin bufar y que ahora se le ve muy entretenido colocando la estrella- que va en la punta- en la base del árbol.
—Oh, ya llegaste—Horus se esfuerza en sonreír y no lucir mortificado—.¿Cómo te fue?— el intento de tono despreocupado le sale bien disimulado, pero nada tiene que ver con su cara.
Andromeda espera tres segundos para responder.
—Me fue muy bien— sonríe.
Si hubiese respondido de inmediato, dos o un segundo tal vez, hubiesen sospechado por su entusiasmo. En cambio, si tardaba más de tres segundos, pudieran ser cuatro o cinco, no solo sospecharía, si no también que la hostigarían con veinte preguntas como mínimo. Respondió en el momento perfecto con la tranquilidad perfecta, pues todos sonrieron complacidos.
Ahora solo le harían unas cinco preguntas.
—¿Te trataron bien?—pregunta Harry mientras deja la estrella en la mesa dado que no supo dónde diablos ponerla.
—Si, todos fueron un amor.La familia de la señora Nicols es muy acogedora y cálida, hablaron de muchas cosas, reí mucho y lo disfrute. Pero luego me dio dolor de cabeza y me despedí temprano — relata. Con eso se había ahorrado al menos tres preguntas para irse cuanto antes a su habitación.
Todos asienten conformes.
—¿Te duele mucho?— inquiere Roger—¿Ya tomaste tus píldoras?
—Ya las tomé. Me duele solo un poco, nada de qué preocuparse— le sonríe —.Me gustaría ayudarlos, pero estoy muy cansada.
—No te preocupes, Andie. Ve a dormir.
Vuelve a asentir y sube las escaleras. Su sonrisa se va desvaneciendo por cada escalón.
Cuando se encuentra en la soledad de su cuarto, se desviste y se deja caer en la cama, ahogando los sollozos contra la almohada y empapando todo su rostro.
Está cansada, exhausta y harta de toda su vida.
Quiere ser una médico normal, una empresaria normal,¡una persona normal!,sin ser avasallada con preguntas, sin ser tratada como una cría y una enferma mental.
Siempre se ha preguntado qué pudo haber hecho para merecer algo así, luego recordaba y decía que lo merecía, pero después de asumirlo, caía en la realidad de que nunca había hecho tales cosas, solo eran ilusiones creadas por su mente, para luego volverlas a creerlas realidad. Es un círculo vicioso y tortuoso; no distinguir entre los recuerdos de su mente y las ilusiones hechas por la misma.
Se sintió tan mal cuando recibió el rechazo de Sarah. Todo por culpa de la impulsividad de Elliot Cárter.
Elliot.
«Elliot».
Ese hombre que ha cambiado su vida por completo, con sensaciones extrañas y sentimientos ocultos y no puede desaparecer de su mente.
¿Qué le atraía de ese hombre tan vil?
Tal vez son sus ojos, podría ser su voz o su sola presencia, también podría ser la curiosidad por conocerlo verdaderamente; ese elliot que ama tocar el piano, que es sobre protector con su hija y le prepara mil y un tartas como le ha contado la pequeña Elisabeth. Incluso podría ser el hecho de sentirse identificada con él.
¿Quién era ella para juzgar a simple vista cuando toda su persona era un espejismo?
Posiblemente estaba tan destrozado como ella y se sintiera solo teniendo como compañía amarga y atormentada compañía a él mismo, tal como ella.
Su teléfono vibra en el bolsillo de su pantalón. Limpia sus lágrimas y se levanta para tomarlo y ver el mensaje que acababa de recibir.
Presidente Cárter:
¿Qué te parece si tu y yo cenamos? ¿Te gustaría? Lamento mucho lo de esta noche.
El núcleo de su pecho se calienta y comenzó a latir desenfrenado. Aprieta sus labios.
¿Te has curado la mano correctamente?
Presidente Cárter.
Lo he hecho. Gracias por los primeros auxilios.
Andrómeda, me gustaría hablar, nada de negocios, por favor ¿Podríamos hacerlo?
Se estremece al leer el mensaje
¿Qué puede decirle? ¿Por qué le ha escrito y la trata de tal forma?
No creo que sea conveniente Señor carter, me gustaría tener con usted una relación meramente profesional. Buenas noches y cúrese pronto.
Responde y apaga su teléfono. Se había involucrado con él y salió lastimada. Ella no estaba hecha para las relaciones sentimentales. Es mejor dejar las cosas como están.
Cepilla su larga cabellera dorada, dejando melancolía y tristeza en cada pasada. Han pasado semanas desde lo ocurrido con Sonnike. Desde ese día no le ha dirigido la palabra, cosa que le ha resultado muy difícil ya que Sonnike, con sus pensamientos revolucionarios, se ha convertido en la mano derecha de su padre.
Es un hombre astuto e inteligente y no duda que tarde o temprano ocupe un lugar importante en el nuevo mundo, no solo por ser mitad aristócrata, sino también por el poder y la simpatía que gana cada vez más en las masas mestizas del país.
De vez en cuando él la miraba de reojo. Hay veces que no disimulaba y la mira fijamente, de hecho, eso sólo había ocurrido una noche durante un baile en la hacienda. Su padre le había presentado al general Francisco de Parias, un hombre guapo y muy gallardo que la había sonrojado con solo besar su mano.
Había bailado y conversado con él y sabía que era todo un caballero, algo muy difícil de encontrar en tierras tan alejadas de la civilización como Guayana. El hombre no es ni inglés ni español, es un criollo hijo de unos franceses, pero de igual forma no carece de educación.
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Editado: 26.03.2022