"El Dios burlón siempre se disfraza del azar".
—¿Cómo has estado?
Andrómeda sonríe. Se remueve en el asiento blanco.
—He estado mucho peor.
Serena sonríe. Está preparando unas tazas de té en la mesa que tiene en una esquina del consultorio. Camino hasta ella y le tiende la taza. Andrómeda la cubre con sus manos para entrar en calor. Los días de frío invierno han llegado.
—Todos han estado muy preocupados por ti. Roger apenas y duerme en las noches, pero su orgullo siempre es más grande y ni siquiera se atreve a preguntarme por ti— Andrómeda agacha la mirada—. Ya se les va a pasar, debes darle tiempo para que se adapten al cambio ¿Qué hay de ti? ¿Cómo vas con tu independencia?
—Elliot me pidió ir a vivir con él.
Serena alza sus cejas, deja de remover el té y lo coloca encima de la mesa de cristal.
—Creí que era una fachada.
—Lo era. Pero se ha sincerado conmigo y me ha dicho que le gustaría que lo intentáramos.
—Andrómeda, no quiero sonar pesimista, pero no puedes intentar tener algo con él ocultándole algo tan importante como tu salud mental. Si vas a involucrarte con él—
—No voy a involucrarme con él— la interrumpe—. Al menos no de esa manera. Aceptémoslo, Serena, no puedo tener una vida normal y tampoco espero tenerla— entrelaza sus manos—. Cuando se está toda una vida estudiando el comportamiento humano...intentando hallar respuestas a nuestras...conductas, se llega a comprender que los sentimientos como los conocemos no son más que un espejismo ¿Cómo es posible que pueda sentir amor por una alucinación? Lo que sentimos no es real, aunque nos obsesionemos en pensar que sí. Es la razón por la que he decidido aceptar su propuesta. Aunque él no me ame y viceversa, es lo de menos. Sólo...deseo...intentar ayudarlo de alguna forma.
—Hay muchas cosas que están mal en lo que dices, Andrómeda. Ambas sabemos que tu caso de "esquizofrenia" aún sigue siendo objeto de estudio para nosotros porque hay demasiadas incongruencias. Sin mencionar tu comportamiento. Sabe muy bien lo que pienso de tu caso. Si me das la oportunidad—
—La hipótesis que me planteaste hace mucho, no sólo es descabellada, también carece de fundamentos científicos. No voy a perder mi tiempo intentando hallar una cura en un campo tan supersticioso como lo es la parapsicología.
—Andrómeda— Serena se levanta, mirándola suplicante—, tu caso es diferente. Si me dejaras—
—No quiero volver a intentar algo como eso, Serena. Es estúpido— espeta a la defensiva—. Fui diagnosticada doce veces con el mismo resultado. No estoy buscando otra respuesta, sólo intento hallar una solución para poder sobrellevarlo.
Serena baja sus hombros, resignada. Andrómeda ha rechazado todos estos años toda explicación con falta de lógica o ciencia. Sin embargo, Serena y su profesor— investigadores del campo—saben que el cerebro y la mente ocupaban demasiados misterios.
La mente de Andrómeda, en particular, resguarda demasiados.
No obstante, la mujer no está dispuesta a seguir intentando esclarecer sus incógnitas. Lo ha intentado por muchos años y ha terminado agotada. Ya no quiere ser un objeto de estudio.
Serena lo comprende, por eso decide no seguir insistiendo al respecto.
—No voy a seguir presionándote, por ahora. Pero no voy a permitir que asumas que no puedes tener una vida normal. Ya hemos hablado lo suficiente sobre eso. Estás en terapia desde hace años y además de eso estás medicada, no hay ningún impedimento para que mantengas una vida normal. Pero ha sido ese hombre el que ha desencadenado esa perturbación en tu estado mental. Es él quien te afecta y con más razón tendrías que permanecer alejada. Su personalidad sólo retrocederá tu progreso. Si no te lo dije antes, es porque no quería perjudicarte frente a tus hermanos. No creo que debas ayudarlo. No te sientas en la obligación de hacerlo.
—También hay una posibilidad de que su personalidad pueda ayudarme. Quizá...si logro hacer que cambie su perspectiva.
—Andrómeda…¿Él desea cambiar?— silencio. Suelta un largo suspiro—. Hay más posibilidades de que salgas afectada a beneficiada.
—Soy consciente de eso, pero estoy dispuesta a correr el riesgo. Es lo menos que puedo hacer.
Sale del edificio, toma una gran bocanada de aire y mete las manos en los bolsillos de su saco. Boston se encuentra fría y sus calles, como es habitual, están atestadas de personas.
Desde la propuesta de Elliot, Andrómeda se ha tomado un tiempo para meditar las cosas, también le dio tiempo a él para que pudiese conversar con la pequeña Eli y que esta no se sintiera agotada con su abrupta llegada. Es la decisión más irracional que ha tomado hasta ahora después de haberse casado con un desconocido; irse a vivir con él.
¿Sería capaz de ocultarle su condición?
¿Podrá salir ilesa de aquella proposición?
Sólo quiere probar por un momento lo que se sentirá tener una vida medianamente normal. Aprovechará hasta donde le sea posible. Además de eso, siente la necesidad de ayudar a Elisabeth con su padre.
De ayudarlo a él.
Cierra sus ojos. Su aliento helado sale de su boca entreabierta y una voz amortiguada se cuela por sus oídos.
《Toma asiento, hija》
Puede ver a su padre, sentado en el escritorio de su despacho mientras acomoda sus gafas para ver mejor los papeles amarillentos que sostiene en sus manos.
Aprieta sus dientes al ver a Sonnike, pero hace uso de todo su autocontrol para mantener la compostura. Ignora su presencia.
El hombre, consciente de que no es de su agrado, hace una reverencia para retirarse. Sin embargo, su padre lo detiene.
—Esto también tiene que ver contigo, muchacho. Quédate— un poco contrariado, Sonnike se detiene junto a la puerta y asiente.
Por un momento, ella piensa que su padre se ha enterado de su amorío con Sonnike, pero lo descarta de inmediato. De ser así, ya estuviese en un colegio de monjas en España, piensa. Aún así, le pone nerviosa el hecho de que haya una situación que los involucre a ambos.
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Editado: 26.03.2022