Dulce Equivocación

*2* TRAVESURAS

"Horas antes de conocer a Max"

"SALMA"

 

 

Deslizo mis dedos sobre los pijamas de corazones rosas que ya no les quedan, y no puedo evitar que mi mente se llene de recuerdos.

Como pasa de rápido el tiempo. Un abrir y cerrar de ojos, y las gemelas ya están por cumplir los cinco años. Cinco años que trajeron consigo mucha alegría y enseñanzas, pero también muchas decepciones.

Y hablando de decepciones… Agarro mi teléfono y me siento en el borde de la cama, mientras escribo un mensaje.

“Recuerda el depósito”

Bufo y me paso la mano por la cabellera, no sé ni para que le escribo, si ya sé cómo es.

Continuo doblando la ropa y tras aquel silencio sepulcral, aprovecho de recostarme un rato en la cama.

Silencio. Por fin.

Sonrío y estiro mis brazos, disfrutando de las sabanas recién lavadas y perfumadas.

Respiro profundamente, llenando en su totalidad mis pulmones; relajándome. Imagino que estoy en la orilla del mar. Divisando un hermoso atardecer. Sintiendo la brisa marina rozar mis mejillas.

Silencio. Cuanto amo el silencio.

Un momento, ¿por qué hay silencio?

Las gemelas, ¿dónde están?

Mi sonrisa se extingue, haciendo que me levante de súbito, y tengo que contenerme unos segundos, porque me mareo.

Ah, esa manía mía de levantarme de golpe, pero es que cuando uno tiene niños, no hay tiempo para andar pensando mucho.

Una vez restablecida, corro hasta mi habitación, y no las encuentro. Entonces, escucho risas, y miro en dirección a la sala.

Allí están.

Camino, despacio, tengo el presentimiento que están haciendo de las suyas, y me gusta agarrarlas en el acto.

—Ay, no —lloriqueo, y llamo su atención con un grito—: ¡Sienna!... ¡Savannah!

—¡Mami!  —gritan al unísono, mostrándome sus sonrisas encantadoras de dientes de leche perfectos. No es porque  sean mis hijas, pero ellas son realmente hermosas, pelirrojas como su padre, y de ojos azules. Lo único que les dio ese desgraciado, aparte de su apellido.

Me acerco e intento mantener la calma, bajando el volumen de mi voz.

—¿Se puede saber qué están haciendo?

Sienna eleva los colores, dos pares en cada mano.

—Hice un dibujo para ti, mami.

Savannah sigue pintando.

—Yo también, mami.

Si fuera solo un dibujo no me molestaría. Me gusta que mis hijas pinten, es más, las inscribí en el kínder para que aprendieran y además me dieran algo de tiempo libre para trabajar,  el problema es que pintaron  ese dibujo nada más y nada menos que sobre la pared de una casa, que para colmo de males, es alquilada, y donde los dueños pasan diariamente ya que viven en el piso de arriba.

—Mami, ¿por qué estás llorando? —pregunta Sienna.

—Es porque son muy lindos —le dice su hermana.

—Sí, hija, es que son muy lindos.

Últimamente, tengo tantos problemas que ya no sé ni cómo lidiar con cosas tan tontas como esta. Solo tengo que comprar pintura y cubrir la pared. No hay que hacer tanto drama, ¿verdad?

El problema radica en que tengo demasiadas deudas, así que para mí todo es un drama.

—Vamos, es hora de bañarse —les digo, y ellas corren a su habitación a buscar sus toallas.

Las distraigo un rato en la tina, jugueteando con patitos, elefantes e hipopótamos que flotan sobre el agua, mientras las enjabono y pienso: ¿cómo rayos voy a arreglar esa pared cuando justo y me alcanza para lo necesario? Es que si al menos las paredes hubieran sido pintadas con pinturas lavables como las del piso de arriba otro gallo cantaría, pero no… Es que parece que lo hicieron a propósito.

Pintemos con pintura de mala calidad que allí esta Salma para retocarla cada vez que  se  necesite.

—Mami, ¿cuándo vendrá papá? —pregunta Sienna.

—No lo sé, cariño, ya sabes que está muy ocupado en su trabajo. —Agarro las toallas del perchero.

—¡Sí, para comprarnos muchos juguetes! —exclama Savannah

—Claro —asiento, imaginando que ahora debe estar con alguna de las tantas mujercitas que se consigue, y que solo sirven para sacarle el dinero que es de mis hijas.

Una vez están listas, las visto y las llevo a la cama. Para mi suerte, ellas están acostumbradas a tomar la siesta y en cuestión de algunos minutos, están dormidas.

Aprovecho la tarde para hacer unos cupcake que me encargaron y también preparo la cena ya que después que las niñas despierten, no me dará tiempo de nada.

Cuando se levantan, les doy de merendar de los mismos cupcake que hice, y les enciendo el televisor.



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En el texto hay: amor embarazo

Editado: 08.01.2023

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