El frío aire me estremeció, nos habíamos mojado mucho, la lluvia era un auténtico diluvio. Sentí algo tibio pegado en mi mejilla abrí levemente los ojos encontrando el pecho de Nazareno, me llevaba alzada, me quedé dormida evidentemente. Levanté la vista a su rostro concentrado en caminar sin soltarme y oí las voces mi mamá y de Roxana ambas corriendo desde el auto hasta la casa.
─Naza...─ susurre sujetándome a su cuello─ Puedes bajarme...─ sus ojos me miraron y sonrió, se veía precioso con el agua cayendo por su rostro, y su pelo mojado pegado a su rostro.
─No cariño, al menos déjame entrarte a casa así, como marido y mujer...─ guiño su ojo izquierdo y sonreí por su broma. En silencio subió las escaleras conmigo acuestas. Aunque yo proteste pero él se negó a bajarme, incluso me llevó hasta el segundo piso.
─Dormirás en mi cuarto ¿sí?
─No, Naza, no quiero desalojarte...─ me sentía incómoda ante la idea de dormir sola.
─ El cuarto de huéspedes es muy frío, y hay un leve desorden, me sentiría mal si duermes allí...─ estaba sacando ropa seca de su armario y las colocó sobre la cama. ─ Ponte eso, te hará mal seguir con esa ropa húmeda...
─Gracias Naza pero...
─Sin peros, nena. Cámbiate y acuéstate, fue un día...horrible. Debes dormir y mañana iremos a ver a los chicos.
─De acuerdo pero...
─Sin peros.
─Duerme conmigo.
─ ¿Qué?
─No quiero estar sola...perdón, es mala idea ¿no?
─No, no, sólo...pensé que sería extraño dormir juntos. Pero me encantaría...
─Quédate, por favor...
─Bueno...pero iré a cambiarme.
─De acuerdo y...gracias.
─No hay problema cariño...por ti haría cualquier cosa.
─Mi héroe...
─Por ti baby, soy batman.
Ambos reímos, él se fue a no sé dónde a cambiarse y yo hice lo mismo pero en su cuarto. Amaba las paredes repletas de libros, en un bello arcoíris, me puse la ropa seca de Naza, unos pantalones de pijama y una remera, ambos tienen su aroma, tuve que sacarme el brasier pues estaba empapado por suerte mi bombacha no. La lluvia seguía cayendo, incluso diría que con mayor intensidad. Agarré una manta negra y me envolví en ella para luego caminar hasta el gran ventanal y observar fuera. Una enorme tormenta, cada vez que algo malo sucede tiene que variar el clima tanto...casualidades que jamás voy a comprender. Me quedé mirando la lluvia caer pero de un instante a otro apareció en mi mente el cuerpo de Federico desangrándose. Cerré mus ojos con fuerza obligándome a pensar en algo bonito aunque fuese inútil ya que nada bonito me está pasando últimamente.
─Deya...─ me giré ante su llamado─ ¿Todo en orden?
─Si...sólo, recordé su cuerpo.
─Si...me está pasando también. Lo mejor es dormir, debemos descansar, y mañana procesar todo por lo que pasamos
─Sí, estoy muy cansada...─ rodee la cama y me metí bajo las mantas de inmediato. Él me imitó.
Nos quedamos en silencio y en la oscuridad mirándonos frente a frente, cada tanto lograba ver su rostro cuando el cielo se iluminaba con relámpagos y su luz entraba por la ventana.
─Naza...
─ ¿qué?
─ Gracias por todo...
─No me des las gracias... no después de todo el daño que hice.─ su voz se apagó.
─Me alegra que hayas vuelto...─ reí al recordar lo mucho que lo deteste al verlo en el bautismo. ─ Aunque juro que cuando te vi me sorprendí...y quise golpearte.
─Lo recuerdo...─él también reía. ─Dios, tú cara al verme fue...─ soltó la carcajada─ y saliste corriendo...
─Oye, no me juzgues...─ reí también─ ¿acaso creías que correría a tus brazos después de que te fuiste sin decir nada?
Su risa cesó y no dijo nada. ¡Oh por Dios! ¿Él en verdad pensó eso?
─ ¿Lo creías?─ mi voz ya no era divertida, una capa de seriedad se colocó sobre nosotros.
─No, claro que no. Pero yo al verte juro que quería correr a ti, abrazarte, besarte...
─Si me besaste...─ le recordé.
─Si y perdón por eso, la súper mega cagué ese día...─ no sólo ese día poeta, no sólo ese día.─ Pero en verdad lamento todo esto, lamenté mucho arruinar lo tuyo con el rubio ese, aunque lo deteste. No debí entrometerme...lo siento.
─Eso ya pintaba mal desde el principio, yo lo sabía pero él...─ mierda, casi le digo que el sexy cuerpo del rubio y sus besos exquisitos compensaban todo. Adhemar es...fuego.
─ Es ardiente, lo sé...un rubio bonito, no puedo competir contra eso...─ rio nervioso y cambió de posición, pegó su espalda al colchón y miraba al techo. Yo seguí mirando su perfil. Me sorprendió que él diga eso, es cómo si se sintiese inseguro y pues...carajo, él es perfecto. O bueno, casi perfecto. Él es magia.
─No digas eso, no es una competencia...
─Porque si lo fuera, yo pierdo seguro...─ volvió a reír y yo igual.
─No, no perderías...─ admití tímidamente, me da miedo decirle cosas dulces, me da miedo abrirme a él y volver al oscuro sitio del que intentamos salir.
─Eso fue...esperanzador.─ giró a verme y mantuvo sus ojos en mí un rato. Ambos nos quedamos en silencio, sólo mirándonos. Y aunque todos esos meses lloré mucho, en el fondo la imagen de él la última noche que lo vi, cuando golpeó a su padre, borracho y furioso, me recuerda que no tengo ni puta idea quien él es.
─Debemos dormir...─ susurré.
─ ¿Puedo abrazarte?─ su pregunta aceleró mi corazón, me sentí flotar de la alegría pero a la vez aterrada, esas dos palabras interrogativas formaron una gran contradicción en mi interior. Pero lo necesitaba, necesitaba su abrazo para saber qué es lo que genera él en mí.