"La obra humana más bella, es la de ser útil al prójimo."
Sófocles
El océano atlántico con su inexorable belleza bañaba las costas de Salvador de Bahía, lugar donde aterrizarían dentro de pocos minutos. Sophia iba a bordo de unos de los tres helicópteros que acompañaban a Reinhard Garnett.
El hombre pensaba eludir una donación de calzado para niños y medicamentos, cediéndoles la labor a personas que trabajaban para él y que contaban con su entera confianza; sin embargo, Sophia advirtió en el rostro de él que no estaba completamente satisfecho.
Sin duda, era un compromiso que tenía pendiente y que había olvidado, pero ella no iba a permitir que dejara de lado sus responsabilidades para cumplir con ella. Entonces le hizo saber que estaría encantada de acompañarlo y así conocería un poco más de Brasil.
“No es una obligación, son donaciones que me satisface hacer personalmente, sólo eso” le dijo él, explicándose ante ella que emocionada quería conocer esa faceta del magnate de la industria petrolera, minera y naviera.
Los helicópteros empezaron a descender y ya los esperaban dos jeep y dos camiones de carga, también habían dos montacargas y varios hombres, todos afrobrasileños.
Ella no pudo evitar sonreír ante la experiencia que viviría. Sentía el corazón latir muy fuerte y por extraño que pareciera, se sentía temblorosa.
En ese momento Reinhard desvió la mirada hacia ella y también le sonrió; extrañó ver las líneas de expresión que se formaban alrededor de sus hermosos ojos celestes y que las gafas de sol no le dejaron apreciar.
Empezó a desabrocharse el cinturón al mismo tiempo que Reinhard, y se sorprendió un poco cuando la puerta de su lado se abrió de manera inesperada, o tal vez estaba demasiado concentrada mirando al grupo de personas que los esperaban.
—Bem-vinda a miss —le dijo un hombre alto, de piel oscura, con la cabeza completamente rapada, quien había abierto la puerta y le tendía la mano para ayudarla a bajar.
Antes de agarrar la mano del hombre desvió la mirada a Reinhard a su lado y al igual que a ella le habían abierto la puerta y lo estaban saludando por su apellido y con gestos de verdadera felicidad.
—Obrigado —agradeció sonriendo amablemente, con una de las pocas palabras que había aprendido en portugués.
Los condujeron hasta uno de los Jeep, donde a ella la ayudaron a subir y no pudo evitar sentirse impresionada, a eso se le unía una excitación inesperada, al ver al importante señor Garnett ocupar de un enérgico salto el lado del conductor del Jeep.
Dio varias instrucciones a los hombres en portugués y encendió el vehículo, antes de ponerse en marcha, dos de sus guardaespaldas subieron al asiento trasero del todoterreno negro, que no tenía ningún tipo de cobertura.
Arrancaron, y Sophia sentía el viento cálido estrellarse contra su rostro y agitar con fiereza sus cabellos. Era un clima realmente caluroso, pero seco y gracias a la brisa marina no era fatigante: era caliente pero placentero, como todo en ese país.
—Salvador de Bahía es muy conocida por el carnaval. Muchos prefieren dejar Río o São Paulo y venirse a Bahía, es más tradicional con los sonidos del axé, afoxé y la samba —le hizo saber Reinhard como si fuese el mejor guía turístico.
Ella iba emocionada llenándose la vista con el paisaje y a poca distancia observaba las casas de colores vivos con estrechas calles empedradas.
No pudo evitar ponerse de pie y observar en una plaza una gran rueda que habían hecho los capoeiristas, eran los mejores en ese arte y en Bahía aún se podía practicar libremente.
—¿Quieres verlos? —preguntó al ver el entusiasmo en ella.
—Sí, nunca los he visto, ni a tu sobrino, no he contado con el mismo privilegio que Rachell.
—Sam, me ha dado unos cuantos dolores de cabeza. Me prometí que la próxima vez que venga a Brasil le voy a mandar a poner un chip para rastrearlo… —le hizo saber aparcando el jeep a un lado de la calle, frente a la plaza—. Con quince años se vino con unos amigos y no me informó nada, hasta denuncié su desaparición y medio Brasil andaba en su búsqueda… Eso lo heredó de la madre, a Elizabeth nunca pudimos domarla, creo que es el arte de la capoeira que los hace indomables —le confesó a Sophia, sin poder ocultar el dejo de nostalgia en su voz.
—Nunca me has contado sobre ella —dijo inadvertida al ver el sutil cambio en la reacción de Reinhard.
—Esta noche lo haré. Vamos a ver la roda —la instó desabrochándose el cinturón y bajó. Bordeó el jeep y la ayudó a bajar—. En estas calles fue donde Michael Jackson grabó el videoclip de "They Don’t Care About Us" y éste barrio ha sido nombrado patrimonio de la humanidad.
—¡Woao! —exclamó impresionada al enterarse por Reinhard de que un barrio poseía tantas cosas maravillosas—. Me gusta, es muy colorido —dijo observando las casas y unido a eso la vestimenta en colores cítricos de los habitantes que en su gran mayoría eran afrobrasileños
El ritmo tropical por instrumentos de vientos, cuerdas, tambores, palmadas y voces, alegraban la calle con un espectáculo envidiable de acrobacias que para el ser humano promedio serían imposibles de realizar.
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Editado: 20.04.2022