Rachell había llegado a Italia y después de ocho horas de vuelo no se sentía agotada, sino eufórica, sin poder disimular su sonrisa y su caminar enérgico, pero con su elegancia de siempre, apenas pisó el aeropuerto de Malpensa, ubicado a 48 kilómetros del centro de Milán, se dirigió al área de los taxis que ya tenía reservado de puerta a puerta y cuando tuvo que dirigirse al conductor agradeció que Samuel le hubiese enviado a la profesora Rossellini, gracias a lo poco que sabía del idioma, logró comunicarse con el hombre sin ningún problema.
Al entrar en el auto se aflojó la bufanda Louis Vuitton que llevaba puesta y dejó libre un suspiró para relajarse, debía admitir que se sentía más segura y que los temblores en su cuerpo habían desaparecido, los cuales la invadieron desde el momento en que subió al avión y por primera vez agradeció que no le tocase el lado de la ventanilla.
Al salir del aeropuerto su mirada se anclaba en el paisaje, aunque los primeros minutos no había mucho que ver, ya que era una carretera de doble vía enmarcada por árboles, solo algún local comercial o estación de servicio, pero cuando entraron a la autopista, era completamente distinto, el flujo de vehículos era mayor y la ciudad imponente se abría paso, con sus edificaciones de estilos romanos tanto como lo había imaginado.
El tráfico empezó a congestionarse y el taxi se detuvo ante un semáforo, a su lado estacionó un chico en una moto scooter de Vespa en rojo y ambos cruzaron miradas durante el tiempo que las luces cambiaban, Rachell admitía que era muy guapo, cabello negro y ojos grises, por cortesía le regaló una sonrisa y él un guiño de ojos en un gesto muy sensual, tomándola por sorpresa, pues no esperaba tal espontaneidad.
El taxi adelantó y cruzó a la derecha y el italiano siguió de largo, buscó en su bolso el iPhone para revisar cómo funcionaba la itinerancia y hacerle saber a Sophia que había llegado, hizo el intento y marcó a la boutique, mientras esperaba el tono, se encontraba a una cuadra de su destino y el auto hacía una última parada.
Un toque al vidrio la hizo volver la mirada y era el chico de la moto que le tocaba el vidrio para captar su atención, a lo que ella le regaló su mirada y elevó su mano en un gesto de saludo y él correspondió con una maravillosa sonrisa y sin previo aviso se acercó y le dio un beso al cristal para después hacer un gesto como si se arrancara el corazón y se lo dejara, con esa sonrisa que aunque ella no quisiera le aceleraba los latidos del corazón y se marchó dejándola completamente desorientada, no pudo más que soltar media carcajada ante la naturalidad del chico y en como ella no había perdido su capacidad de seducción, algo había escuchado de la fama de los italianos, de ser unos completos seductores, pero jamás pensó que eso podía constatarlo tan rápidamente.
Nadie atendió el teléfono y suponía que deberían estar ocupados, por lo que dejó un mensaje en la contestadora.
—Sophie, es para avisarles que llegué bien, voy llegando al hotel, lo primero que haré será dormir un poco, cuando despierte te llamaré nuevamente, Milán es más hermoso de lo que imaginé, incluyendo a los italianos. —No pudo evitar dejar la risa en el mensaje, esa que Sophia comprendería.
Su recorrido había terminado y la puerta giratoria del hotel Príncipe di Savoia la adentraba a uno de los hoteles más hermosos y lujosos de Milán.
Los botones se ocuparon de su equipaje, en recepción le dieron la bienvenida y le entregaron la tarjeta, la llevaron a su habitación, donde la esperaban fresas frescas y champán, cortesía del hotel, mientras en el baño una camarera le preparaba la bañera con leche y pétalos de rosas, mejor conocido como el baño de Cleopatra.
Rachell dejó libre un suspiro, presagiando que su estadía en el hotel sería un verdadero placer.
Después de una hora se había cambiado, colocándose una bata blanca de satén y encajes que le llegaba a las rodillas, no se atrevía a dormir desnuda en un hotel, al menos no estando sola, se metió a la cama, pero antes de dormir pidió no ser molestada y que por favor la despertasen en unas cuatro horas, quería descansar y aprovecharía la tarde para conocer un poco la ciudad, ya que el desfile sería al día siguiente.
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Cuando algo se le metía en la cabeza a Samuel, no había quien lo hiciera cambiar de parecer, al menos que las pruebas demostraran lo contrario y esta vez el testimonio de uno de los maîtres del restaurante Per Se, le confirmaba que su malicia la mayoría de las veces no se equivocaba.
Efectivamente Henry Brockman y Richard Sturgess estuvieron reunidos, lo que activaba una alarma de alerta en él y no perdió el tiempo para pisarle los talones.
—Logan necesito que me contrates a una persona para que le haga un seguimiento a este hombre. —Le pidió al guardaespaldas tendiéndole una fotografía de Richard Sturgess—. Quiero saber qué tan seguido se reúne con Henry Brockman y qué lugares visita.
—Sí señor, ¿necesita algo más? —preguntó guardando las fotografías en un sobre.
—No, eso es todo, quiero que esta misma tarde me llegue el primer informe de lo que hace Sturgess.
—Yo mismo me encargaré de entregárselo. —En ese momento el sonido del teléfono irrumpió en el lugar.
—¿Dime Vivian? —indagó al levantar el auricular y le hacía un gesto con su mano libre a Logan para que no abandonase la oficina.
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Editado: 19.12.2021