Alguna vez te has preguntado, ¿por qué las personas cambian?, específicamente, ¿por qué alguien que antes hablaba mucho, que era felicidad y alegría pura, de repente se volvió callado y tímido?. Sin generalizar, Daina conocía perfectamente ese sentimiento, ella en carne propia lo había experimentado. Uno de los sentimientos más horribles por el que una niña puede pasar, es sentir que apagan tu luz o peor aún que lentamente se la roban, hasta que te consumen por completo.
Claro que esas verdades nunca fueron contadas y menos a su padre, no podríamos considerarlas mentiras, porque nunca fueron parte de la relación entre su padre y Daina, pero existían algunas que ella prefería esconder, cada una era una gran batalla que debía luchar, con la ilusión de algún día poder ganar.
Cuando ella era niña su mayor consuelo era su padre, su familia, al no ser como todos describirían a la niña “normal”, no solo familiares también amigos, personas externas se tomaban el derecho de criticar y juzgar, si era muy alta o muy chaparra, muy gordita o delgadita, si usaba lentes o no, aquellas palabras que en un inicio se usaban para describirla, se volvieron armas en su contra, se volvieron palabras negativas que causaron un daño en su interior, destrozandola por mucho tiempo, ¿como le dirías eso a una niña?, ¿porque lo harías?. Aunque nosotros les damos el poder a esas palabras de afectarnos, ¿cómo le explicas eso a una niña?, ¿cómo te explicas a ti mismo que tu no eres el problema?, si sabes la respuesta, compártela porque no todo mundo lo sabe.
Al ya tener edad, Daina se daba cuenta de los problemas familiares, por lo que, prefería no preocupar a su familia con sus propias heridas, no eran importantes, sus problemas equivaldrían a un vaso de agua, cuando los problemas de su familia eran todo un océano, pero ella nunca imaginó que en ese vaso de agua bien se podía ahogar. El silencio, la timidez y la vergüenza fueron su escudo que la alejaban de esos comentarios y de otros comentarios más extremos que juro nunca repetir, se refugió en ello, hasta que flotó y por fin pudo superar salir a la superficie. Su familia fue ese bote salvavidas que la sacó a flote ante las anclas de palabras que la hundían.
Sentados en el patio, comiendo pan y tomando café, se encontraba Daina y su padre, las vibras de la tarde eran tranquilas y pacíficas, la brisa del aire era fresca y el sol aún no se ocultaba.
—¿Qué piensas, pa?. Ella preguntaba al verlo tan pensativo, mirando a la nada.
Tomando un bocana de aire, con un gran escalofrío, su padre le respondió,—sé lo que es estar solo en la vida y no lo digo de esa manera, quiero decir, si tú has estado conmigo siempre, pero me refiero románticamente.
Ella sabía perfectamente a qué se refería, conocía el rumbo de esta conversación, pero no deseaba pelear, además, se sentía preparada para poder expresar lo que sentía. —Ya sé que quieres decir.
—No, no lo sabes, sé que has sido hija única toda tu vida y estás acostumbrada a hacer tus cosas sola, siempre has sido muy independiente.
—No necesariamente hacía mis cosas sola, no me convertí en independiente por elección, no me separé del mundo por gusto. Tranquilamente su hija le contestaba, queriendo ocultar su llanto.
—¿A qué te refieres?
—¿Quieres saber por qué siempre he estado sola, por qué siempre fui tan callada, tan apartada de la familia, de las personas en general?
—Porque eres introvertida. Respondió su padre.
Tomando gran valor y con la voz quebrándose le contó a su padre, aquello que juró nunca decirle.—No, porque cada que hablaba o decía lo que pensaba para alguien de tu familia yo estaba mal, cada cosa que intentaba decir era tonto para alguien más, siempre escuché comentarios acerca de como me miraba, si era bonita o fea, si era gorda o delgada, si comía o si no lo hacía, el quedarme callada era la manera en que las personas no me vieran, que no supieran de mi y así no tendrían por que criticarme o al menos sentia que asi no les daba las armas contra mi.
—Siempre te dije que lo que creyeran los demás no importaba.
—Si, pero eso no le quita el peso a las horribles palabras que nos dicen, todo el tiempo ellos han desconfiado de mí y lo peor es que yo me lo creí, confíe en lo que ellos creían de mi y me grabe el no puedo, no eres suficientemente bonita para eso, eso no te dará dinero, serás pobre toda tu vida, no hagas eso de tu vida.
—Hija.
—Nada pa, nunca fui bonita, tenía que destacar en algo, por eso siempre me estresaba tanto en la escuela, me volví perfeccionista, para no tener ningún error, por eso sentía que tenía que ser la estudiante perfecta, con las mejores notas, con diplomas.
Su padre, muy conmovido, estaba sin palabras. —No sé qué decir.
—Nada, no espero que lo hagas, pero espero que lo entiendas, espero que entiendas que cada uno de mis días he luchado y no solo he peleado contra las voces de mi cabeza, también contra las voces de los demás, créeme que nunca te voy a reclamar porque fuiste uno de los pocos que siempre estuvo para mi, que me ha dado esa motivación que muchas veces necesite, te cuento esto no para tener tu lastima, no para reprochar, sino, porque no se cuanto tiempo nos queda a ambos, uno no decide quién se va primero, te lo cuento porque no quiero que te quedes con la imagen de una hija que no lucho, que no puso de su parte, que no le “echo ganas”, al contrario, aunque levantarme cada día era complicado, lo logré, logré salir adelante, habían días que eran un infierno en mi cabeza, pero mi motivación para salir de el, eran ustedes su apoyo, sus palabras.
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Editado: 08.11.2024