Dulces Tentaciones

Ninfa

LEO

Era hermosa y toda una ninfa para mí, ella era el sueño y el deseo de todo hombre y yo tenía el privilegio de tenerla conmigo.

— ¡Ah, Leo! Mm…- gemía ella, mientras le tenía, empotrada entre los azulejos de la ducha.

Su coño apretaba fuertemente mi polla, haciendo que la penetración sea más placentera.

Aún recuerdo la primera vez que la vi, quedando completamente cautivado, cuando papá me la presentó.

Tenía 16 años, cuando papá me dijo que salía con alguien, luego de la separación con mamá.

Nunca me afectó que mis padres se separan, pues desde que tengo uso de razón, siempre se la pasaban discutiendo, hasta que un día llegaron con la gran sorpresa que se iban a separar.

Es por eso que luego de aquello, papá inicio a salir con alguien desconocido para mí.

Por un momento, no le tome atención a las regulares salidas de mi papá, pues siempre que conocían alguien, nunca funcionaban, hasta que note que hubo un cambio en él.

Ya no era el mismo hombre serio y gruñón de todos los días, al contrario, llegaba sonriendo y con los ojos brillantes luego de ver a su Afrodita.

— Necesito que te comportes, ella no es una mujer cualquiera.- dijo papá, una vez que los dos llegamos al restaurante para conocer a la nueva novia de papá.

Ni siquiera me llamaba la atención conocerlo de hecho, él me había obligado a venir aquí en contra de mi voluntad, pues según él tenía que conocer a su futura esposa.

— ¿Cómo que se está tardando no?.- pregunto al ver que tenía treinta minutos tarde.

— Ya llegará.- respondió papá, mirando hacia la puerta ansioso y ver el teléfono.

Resoplo en mi lugar, lamentándome por estar aquí, tal vez en estas horas estaría en mi habitación juntando en la PC y no estar aquí aburrido.

— Oh, ya está aquí.- dijo mi padre muy sonriente, levantándose de su lugar y dirigirse hacia una mujer de vestido rojo ajustado.

Mi corazón deja de latir al verla, paralizándome al ver a la mujer más hermosa que había visto en mi corta vida.

Era un ser celestial bajado del cielo, una sonrisa hermosa y unos ojos preciosos color azul intenso y un cabello rubio que caía por su espalda quedando por encima de su gran y redondo trasero.

Trago saliva al ver que le habla a mi papá sin quitar su mirada de mí.

Mi cuerpo tiembla y siento mucho calor al tener este traje que me obligó mi papá en ponerme.

Papa besa sus labios, causando una ligera molestia al ver aquella escena, dejándolo pasar, cuando ambos llegan hacía en donde me encontraba.

— Leo, ella es Gabriela, mi novia.- me presenta papá a aquella mujer hermosa.

Ella era una mujer joven de hecho se notaba que papá le llevaba algunos años de diferencia, pero al parecer a ninguno de los dos les importó.

Ella me mira y me sonríe amablemente, tendiendo su mano hacia mí.

— Hola Leo, es un gusto conocerte.- me saluda ella con una voz muy sensual, atrayendo esa sensualidad en mis pantalones.

— Hola…- le correspondo el saludo como puedo, tomando su mano y sentir una flojera descarga que estoy seguro de que no fui el único en sentirlo.

Nuestras miradas se conectan, pues al parecer ella percibió lo mismo que yo, sonriendo tiernamente hacia mí.

— Vamos a cenar.- hablo papá, quitándonos de este agradable momento.

La cena nos fue muy bien, pues conocí un poco de ella, dándonos cuenta de que teníamos muchas cosas en común y que éramos unos adictos a los comics y a los videojuegos.

Muchas noches, luego de aquella cena, Gabi pasó tiempo en casa de papá y yo sin dejar de perder el tiempo me quedé a vivir en casa de mi padre, atrayendo discusión entre mis padres, ya que mamá entró en celos, pues se dio cuenta de que me llevaba muy bien con Gabi, como también me di cuenta de que papá buscaba la manera de sacarme de su casa algunas veces, pues era más que obvió que quería privacidad con ella.

Después de un año desde que la conocí, no he podido quitársela de la cabeza, teniendo sueños eróticos con ella, despertando con una casa de campaña entre mis pantalones.

Hubo una noche que gracias a un sueño que tuve, teniéndola a ella como protagonista me despertó sudoroso y con la polla más dura y parada que por más que me meta una paja, mi polla no bajaba, así que frustrado y enojado conmigo mismo, bajo las escaleras hasta la segunda planta y dirigirme a la cocina dándome con la sorpresa de que ella estaba también ahí.

Pero, no solo eso, un pequeño top cubría sus pechos grandes y redondos, dejando relucir sus pezones con un pequeño piercing en su ombligo descubierto y una pequeña diminuta tanga que dejaba mucho a la imaginación, pues sus nalgas se veían muy perecibles.

Ella llevaba viviendo con nosotros más de seis meses en casa de papá, teniendo que soportar los gemidos de ella que me volvían loco y un enfermo celoso al no ser yo quien la está follando.

— No pensé que estabas aquí.- murmuró al verla, nervioso, sin saber dónde poner mi mirada.




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