Terry rodaba entre sus manos un cubo Rubik sentado a la orilla de su cama, con un baúl abierto lleno de juguetes y mantas. Stear y Archie entraron en silencio, observándolo.
—Me sorprendiste allá afuera. Nos diste una lección. —apresuró Archie, a lo que el mismo Terry negó, sin apartar la mirada del objeto. —¿Por qué, Terry?
—Por ser siempre el primero. —parientes se miraron entre sí, sin encontrar en cada uno, una explicación, así que esperaron a que Terry siguiera hablando. — Este cubo me lo regaló Anthony, él era un máster armándolo y él me enseñó. Cuando hubo un concurso en la escuela él lo dejó para que yo lo hiciera y gané. — Lo dejó sobre la cama y buscó algo en el baúl, sacó una caña de pescar pequeña, de juguete— Él me enseñó a esperar pacientemente en la pesca cuando éramos adolescentes y en aquel campamento, gané el pez más grande.
—Fueron méritos propios —tranquilizó Archie.
—Que, sin él, no hubiera podido conseguir. —Luego, de una bolsa de papel arrugada, extendió su contenido sobre el colchón, Archie y Stear observaron perplejos los restos de madera con cuerdas y resortes viejos y oxidados de lo que alguna vez había sido un robot— Yo se lo rompí, y nunca terminé de componerlo. Ahora Júpiter tampoco está.
—Fue tu forma de recompensar —sonrió Stear, Terry sonrió para sí, nostálgico.
—Amigo… —el puño de Archie le golpeó cariñosamente el hombro, Stear se abalanzó sobre él en un abrazo efusivo y fuertes palmadas en la espalda.
—¡Terry, hermano!
—¡Ey, me despeinas!
Lena al escuchar esto detrás de la puerta supo que Terry había avanzado un paso más, y que, por el momento, su trabajo estaba hecho, pero no se marcharía aún, no dejaría que ninguna sombra manchara la luz del día.
Por la mañana siguiente, Candy salía de casa temprano cuando Anthony pasó por ella en la motocicleta, se sonrieron y marcharon rumbo al Covent Garden. Ahí miraron las flores que a Candy tanto le atraían, las rosas, margaritas y más allá, narcisos blancos y amarillos.
—Me gustan esos —dijo Candy.
—Los narcisos crecen solos. —tomó uno ofreciéndoselo, ella sonrió observando que solo por cada tallo había un brote de ellos. —Sin embargo, por sí solos tienen su atractivo y son fuertes. Llevemos este. —La encargada lo tomó de Candy para envolverlo en unos bonitos papel y listón, Anthony pagó por él.
* * *
—¡Buenas tardes, dormilón! —cantó Stear al llegar con Archie a la recámara de Terry, éste se envolvió en la cobija tapándose por completo.
—¡El clima está mejor que nunca! —aunque la llovizna no cesaba, eso Terry lo presentía y se removió aún más luchando por no perder las sábanas que sus amigos jalaban.
—Con que quieres quedarte ahí, ¿eh? Muy bien, nosotros disfrutaremos de este domingo, así como lo están haciendo Candy y Anthony.
—Sí, por supuesto, en su "cita" —enfatizó Archie. — Los dos, por las calles húmedas y las rosas fragantes bañadas de rocío —recitó en tono orador. — ¿Te los imaginas, Stear?
—Sí, acurrucados en una banca, ella en su brazo… —vieron de reojo a Terry haberse descubierto un poco para escuchar mejor. — ¿Anthony es de los que besan en su primera cita? ¿sabes?
—No lo sé, Candy será quien nos saque de esa duda. ¿Apostamos? — Terry gruñó bajo saliendo disparado de la cama, directo a ducharse.
—¡Nadie apuesta nada, maldita sea! — Los Cornwell sonrieron silenciosos, chocando un puño.
—Vámonos, con eso es suficiente.
Anthony y Candy después de comer, fueron al Apple Market, donde turistas y lugareños compraban todo tipo de cosas, el ambiente aun en un tranquilo domingo parecía festivo, Candy se sentía como en feria.
—Mira, las estatuas —señaló a un grupo de ellas blancas y perfectamente fieles a estatura y apariencia de humanos del siglo pasado. —¿Por qué están vestidos así? —Anthony sacó su celular y alistó la cámara
—Covent Garden es de los mercados más antiguos de Londres, aquí inició
todo.
—Si es el más antiguo… Supongo que entonces…
—Sí, es propiedad de Mercers'. —Anthony sonrió señalando el lugar mejor para tomarle la foto, Candy hizo un gesto chistoso hacia ellas.
—Ahora tú, gáname. —Anthony hizo la propio, otra pose rara para la posteridad.
—Vamos a aquella dama —Candy se dirigió a la que estaba vestida igualmente a la época, montada en un pedestal con todo y sombrilla. Anthony se alistó de nuevo para otra foto.
—Sonríe, Candy —ella lo hizo y en ese momento, una mano se posó sobre ella, algo se había acercado, era la misma dama hecha estatua quien quería también salir en la foto a su par. Candy dio un gritillo de susto y Anthony capturó todo en video. La estatua sonrió brevemente y se disculpó con un ademán, volviendo a otra pose para quedarse inmóvil nuevamente.
—Pe.… pero… wow. —Anthony sacó un billete y lo depositó en la canastilla que Candy no había percibido, a los pies de ella.
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Editado: 04.03.2022