Las semanas transcurrieron presurosas después de aquel día, y de la misma forma casi imperceptible y subrepticia se llegó el final del ciclo escolar en el Instituto de Educación Media-Superior «Isaac Blyght». El mes que se le siguió, de asueto para los estudiantes, no fue la excepción, y transcurrió fluido y veloz como los vientos del norte que atraviesan Kaptstadt.
Ese mes hubo un poco de actividad para el equipo de investigadores, a quienes les llegaron algunos casos durante dicha temporada. Como tenía por costumbre, Baldric Beasley se encargó de elegir aquellos que no representasen riesgo alguno para la seguridad del joven Everwood y su amigo, pero que de cualquier manera tuviesen cierta relevancia.
Uno de ellos fue el robo de una valiosa prenda, un collar de plata que incluía una piedra de inconmensurables dimensiones, de color rojo y con adornos en plata alrededor de la misma. Resolver este caso les tomó un día entero y un largo paseo a través de la ciudad en busca de indicios. Para no hacer más larga la narración de los sucesos relacionados a este caso, resultó ser que, quien tenía en sus manos la mencionada prenda, era una anciana. Ella había contratado a un muchacho para que hurtara la joya que era posesión de quien antaño habría sido su esposo, pero que escapó a las responsabilidades del matrimonio y desapareció por décadas. Cuando ella volvió a verlo por la calle, junto a otra mujer un poco más joven, y que al parecer llevaba una vida diferente y mejor a la que le proporcionó a ella, decidió orquestar un acto vandálico a manera de venganza; y qué mejor manera de hacerlo que hurtar una valiosa joya que su ahora esposa ostentaba con sumo orgullo, misma que, de manera irónica, fue la misma con la que él la había conquistado en su juventud.
Para el momento en que Edward y Tobias resolvieron el caso, ya era demasiado tarde para la víctima. Llena de amargura, y orgullosa por haber concretado su venganza, la mujer había destrozado la joya desde hacía varias horas atrás, para horror de su ex esposo y sorpresa de los jóvenes Everwood y Tyler, quienes consideraron esto como el cierre menos esperado para uno de sus casos.
Otro caso de notable relevancia fue la desaparición de una mujer. De acuerdo con el reporte proporcionado por su madre y su entonces prometido, perdieron el rastro de la joven a tan sólo unas horas de concretar una boda que supondría un arreglo beneficioso para ambas familias.
La investigación les tomó cerca de tres días, más de lo acostumbrado para ellos a la hora de resolver sus casos. Tanto la extraviada doncella como el novio tenían un sinnúmero de conexiones que los llevaron a dar vueltas en círculos por días, pero fue gracias al testimonio de una persona cercana a la joven que el caso por fin logró avanzar. Una vez esclarecida la verdad, descubrieron que la mujer en realidad se encontraba fuera de la ciudad desde hacía días, en compañía de un hombre a quien había conocido meses atrás, hecho que resultó ser poco agradable a los ojos de su angustiada madre y de su prometido, a quien no le quedó más remedio que cancelar el matrimonio y romper su relación con la familia de la novia para desgracia de la afligida mujer.
Ese mes no sólo fue de trabajo de investigador para Edward. Fue una temporada en la que dedicó un poco de su atención para trabajar en el proyecto «Minstand». Y en verdad que fue poco tiempo, pues si bien durante los primeros diez días del mes se vieron envueltos en investigación detectivesca, siete de los veintiún días restantes Edward debió salir de la ciudad para visitar a su abuelo Cornwall Scott, por lo que consiguió pocos avances en el desarrollo del mencionado proyecto.
Ahora bien, con respecto a la visita de la familia Everwood al abuelo Scott, es de principal relevancia mencionar que el panorama que encontraron resultó ser poco alentador. Puesto que los recursos económicos del señor Scott comenzaron a agotarse poco a poco debido a su enfermedad, con tiempo estos fueron insuficientes para pagar a todos sus sirvientes, por lo que estos comenzaron a marcharse poco a poco. Los únicos que quedaron a su lado fueron los cuidadores contratados por el señor Everwood para velar por la salud de su suegro, aunque ellos poco podían hacer en lo referente a efectuar labores de limpieza y mantenimiento en la propiedad.
La falta de atención hacia la propiedad del señor Scott dejó sus huellas visibles en ella. Arbustos y matorrales crecían en el área de la propiedad, y la casa se había cubierto de madreselva. Era, sin lugar a dudas, una analogía perfecta que retrataba con suma fidelidad la deteriorada condición de salud del propietario. En cuanto al señor Scott, Arthur Everwood, quien tuvo la oportunidad de auscultarle, tuvo la desdicha de confirmar los pronósticos y los peores temores de sus familiares y declaró que, a lo sumo, viviría para ver el final del invierno; una noticia que, de más está decirlo, provocó zozobra entre los miembros de la familia Everwood.
Bondad, generosidad y compasión, cualidades que coronaban al señor Everwood, y que además eran presentes entre el resto de los miembros de su familia, se hicieron palpables cuando el señor Everwood proporcionó a su suegro la ayuda económica que necesitaba, además de pagar sus cuentas y deudas. Incluso se encargó de contratar a un grupo de trabajadores a quienes mandó llamar desde Trandel, la ciudad más cercana al pueblo, y les dio indicaciones sobre los cuidados y atenciones que necesitaba la propiedad y las tareas a las que se dedicarían, pues comenzarían desde ese mismo día hasta el fallecimiento del señor Scott, y les entregó dinero más que suficiente para sufragar sus gastos y cualquier inconveniente que pudiera surgir.