La grata y rozagante sonrisa de Tobias evidenciaba cuan orgulloso se sentía por su acierto, como si con ello hubiese respondido a una pregunta difícil durante un examen oral.
—Tobias, por favor abre mi armario y comienza a revisar en él; yo te indicaré lo que debes buscar —ordenó Edward.
—Por supuesto —dijo, y puso manos a la obra.
—¿Ves ese arcón grande de madera con cerrojos que se encuentra junto a la caja de partes y herramientas?
—Sí.
—Acércalo hasta donde estoy.
Tobias extrajo la caja del armario y después la colocó en el suelo junto a la cama.
—No lo entiendo. ¿Quién es Hausner Reutter, y por qué es tan relevante? —inquirió la joven Raudebaugh.
—Eso, querida Rachel, es lo relevante —respondió Edward—. Reutter fue una de las mentes más brillantes de nuestra nación, si no el más importante de todos. Sus diseños e invenciones sentaron la base de muchos de los aparatos que usamos de manera cotidiana. La lámpara incandescente, los motores a base de energía de baterías Blyght, el autwagen, por citar algunos. Incluso podría decirse que sentó los principios de la informática moderna. El propio proyecto «Minstand» fue creado por él en un intento por evadir su propia muerte, pero fue sorprendido por ella antes de que lograra culminarlo. Tobias, ¿podrías colocar el número «2781» en el cerrojo de la izquierda y el número «0429» en el de la derecha? —indicó.
—Está hecho, señor Edward —respondió Tobias luego de haberlo llevado a cabo de esa forma.
—Bien. Ahora, presiona el botón que se encuentra en el centro de la caja —ordenó a Tobias; y al hacerlo, una pieza de metal sobre este se levantó para descubrir otro cerrojo, un agujero de forma pentagonal—. La llave está en este cajón —mencionó ahora mientras señalaba el mueble a su derecha. Tobias la abrió y tomó una llave dorada con una forma que correspondía al cerrojo—. Insértala y gírala hacia tu derecha.
Al hacer esto, la caja se abrió. Edward extendió su brazo derecho y tomó de allí un cuaderno de cubierta gruesa en color marrón oscuro, también con cerrojo, aunque este será sencillo de abrir; sólo necesitó presionar un botón para que este se abriese.
Comenzó a hojear el mencionado cuaderno y, cuando llegó a la página que deseaba, la mostró a Rachel y a Tobias.
—Antes de su muerte, Hausner Reutter propuso un último acertijo, un juego, una «cacería de tesoros escondidos». De acuerdo con su testamento, ocultó su fortuna y dejó indicios de su escondite en cajas que distribuyó a diversas partes del mundo. Aquél que resolviera el acertijo, y por ende encontrase el tesoro, sería acreedor a todas sus riquezas.
»Por décadas, los indicios del tesoro fueron buscados con ahínco, pero jamás fue encontrado uno sólo de ellos. Como llegaron a imaginar que era sólo una broma más de Reutter, desistieron de su búsqueda y el tesoro quedó en el olvido… hasta ahora —expresó con su mano en alto mientras sostenía la pieza en ella.
—Impresionante —exclamó boquiabierto el joven Tyler, a quien la idea de una búsqueda de tesoros y enigmas que resolver le hacían agua la boca.
—El primer indicio decía de esta forma: «En alguna parte del círculo de la Tierra, en el interior de un sitio donde no pueden existir moradores, se encuentra la llave que abrirá las puertas a un mundo desconocido. Un paso hacia el frente, siete pasos hacia atrás, dos pasos a un costado y ocho hacia el final. Sigue bien las instrucciones y la llave obtendrás».
—«Un paso hacia el frente, siete pasos hacia atrás…» —Tobias comenzó a recitar la pista en voz baja—… ¡1728! —exclamó.
—Exacto. 1728, un número que se ve con frecuencia en los trabajos de Reutter —explicó Edward, y señaló a ciertos bocetos y planos originales que guardaba de las máquinas e invenciones de Reutter, en los que se veía esa cifra escrita en los márgenes de las hojas—. Por esa razón me resultaba familiar, y deduje de inmediato que se trataba de algo relacionado a su persona.
—Y Reutter, ¿en verdad era rico? —curioseó Tobias.
—Existen pruebas de que sus riquezas eran superiores a las del mismo rey de Couland. Ni siquiera la fortuna de los doce clanes, incluido el nuestro, se equiparaba con lo que Reutter tenía guardado.
—¿¡Y qué es lo que esperamos!? —clamó en éxtasis el joven Tyler—. ¡Quién sabe qué maravillas se encuentren en ese lugar! Imaginen la fortuna, el prestigio, el poder que uno podría encontrar. ¿Qué cree que sea lo que se encuentre oculto? ¿Joyas? —indicó entusiasmado hacia Rachel— ¿Cofres de oro? ¡Quizás hasta inventos desconocidos que podrían revolucionar la humanidad! —expresó jubiloso con los brazos en el aire.