Los ojos son el reflejo del alma, y cada vez que me veo en los tuyos, puedo ver las heridas que no han sanado. Podemos escondernos detrás de una mentira, podemos ocultar el dolor, pero lo que hay en la mirada no lo puedes disfrazar. Mi dolor y tu indiferencia, son sentimientos que no nos atrevemos a enfrentar.
Te conozco muy bien, no importa cuánto quieras imponer, al igual que yo, también tienes cierta sensibilidad; sé cuando algo está mal, lo presiento con solo mirarte, aunque me quieras engañar e intentes ocultarlo todo.
Sigues poniendo la venda en tus ojos para no mirarme. Sigues escondiéndote y yo trato de buscarte en cualquier sitio. Sigues demostrando cobardía; porque es mucho más fácil ignorar todo que enfrentar las cosas. Ambos estamos negando lo que sentimos, no aceptamos que estamos haciendo mal, nos seguimos lastimando inconscientemente, yo fingiendo que estoy bien al momento de verte y tu creyéndolo y también aparentamos que todo es perfecto, cuando en realidad, las cosas son muy diferentes.
Hablamos y me duele ser hipócrita porque en realidad no quisiera ni verte porque estoy tan enojada contigo, estoy mintiéndote, engañándote y también me engaño a mí misma. Tal vez tú tienes la mejor intención, me hablas sin ningún rencor y te muestras sonriente. Aun así, sigues sin acercarte, sin demostrar que tienes la mínima preocupación, reflejas que no te interesa nada y sigues con tu camino mientras yo voy por el mío.
Tal vez, cuando nos demos el tiempo, volveremos a ser transparentes y nos mostraremos tal y como nos sentimos ahora, podremos sanar heridas, dejarnos ir y empezar de nuevo.