CHARLOTTE
Me di cuenta que el viernes era el día más atareado de todos.
Papeleo. Recibir llamadas equivocadas para el departamento de recursos humanos, recibir visitantes y ofrecerles algo de beber. Lidiar con la torpe máquina de impresión y con mis afanes de que se terminara el día para volver hasta el lunes.
El día anterior a el viernes, muy despreocupadamente, la anguila con patas me acompañó hasta casa.
Punto a favor. Las frías y desconfiadas calles de Bogotá no me hirieron.
Punto desfavorable. El riquillo ya sabía dónde vivía.
Podría sobrellevar esto tranquilamente si no fuera por todo lo que he vivido en esta semana. Me daba temor pensar en que, cuando volviera a casa pueda encontrarlo desnudo en la bañera.
Cabe aclarar que no tenía una bañera. Pero estoy casi segura que ese hombre hubiera sido capaz de comprar una y esperarme desnudo en ella.
Llamaría a la policía, obvio.
Le haría un favor al mundo, evidentemente.
Raquel me asesinaría, de seguro.
Era la una de la tarde, y por primera vez me dirigí hacia la cafetería de la empresa. La anguila con patas salió a almorzar y no me hizo una invitación, situación que me desconcertó un poco.
Había estado pensando desde el día de ayer que, por muy pequeña que sea, veía una luz al fondo del túnel que me decía que fui prejuiciosa. Había muchas, demasiadas cosas que no sabía sobre aquel hombre de caminar extraño. Sin embargo, pensé en que su manera de actuar no iba de lleno con lo que pensaba y creía.
Tomé asiento sobre una mesa solitaria y dejé mi bandeja cuidadosamente sobre la madera.
Ayer deseaba preguntar el por qué había ido conmigo a ese lugar que considera especial, y no con su familia. No sé cómo, pero logré contener mi despreocupada curiosidad.
Tal vez se debió a que estaba pensando en que también podría tener problemas con ellos. Después de ver sus encuentros con su padre pude deducir que, quizás sus relaciones personales estén rotas.
Bajé mi mirada a la bandeja y empecé a comer mis espaguetis.
La cafetería estaba envuelta en aromas cautivadores. Carne friéndose, pollo siendo asado, pescado siendo evaporado y café recién hecho. Para lo único que mi presupuesto alcanzaba en esos momentos, era para estos espaguetis. Cosa que no me molestó, después de las croquetas de pollo, el espagueti es la segunda cosa más excitante para mi paladar.
Saqué mi teléfono celular y empecé a revisar mis redes sociales. La primera publicación que apareció ante mis ojos, fue ver a mi exnovio con su nueva pareja, quien no era mi amiga.
Al parecer solo se unieron por una noche para bautízame con esos tremendos cuernos.
Sentí una extraña sensación de soledad acompañada por desconsuelo, y antes de poder apagar la pantalla de mi celular, una voz hizo que me estremeciera de mi asiento.
—¡Es la primera vez que te veo por aquí! —Después de calmar mis nervios, alcé mi mirada y observé el rostro sonriente de Raquel. Estaba en frente de mi sosteniendo su bandeja. —¡Sos amante a la pasta!, permíteme decirte que tienes buenos gustos. —Comentó alegre.
Había de dos. O volvió con la anguina con patas o está tomando Fluoxetine, porque era muy raro verla feliz.
—¿Te molesta si tomo asiento?
—No, no, no. Para nada, la silla está llamando su nombre. —Pretendí congeniar, cosa que salió mal.
No era buena relacionándome con personas que podrían matarme. Prevención, creo que se llama.
Raquel tomó asiento en frente de mí, dejando a su costado una silla vacía. Igual de mi lado, creo que eso hablaba mucho de las dos.
—Tengo que hacer dieta. Comer en este lugar con todos estos olores es un martirio. —Comentó sonriente. Le devolví la sonrisa.
En su plato solo había una porción pequeña de arroz, una pechuga de tamaño medio y una ensalada de lechuga y tómate.
—Se nota que está rindiendo frutos. Tiene una figura envidiable. —Intenté alagar.
Era verdad. Sus caderas y el tamaño de su cintura me hacían querer vomitar e internarme en un gimnasio.
Ella me sonrió y concentró su atención en comer. Yo hice lo mismo.
Creo que después de todo no era tan loca. Solo la conocí en malas situaciones.
—Ahora sí, decime —Habló. —. Decime tu reporte de la semana.
La observé sintiéndome confundida. ¿Hablaba del reporte de la zona publicitaria?
—¿Con cuantas mujeres ha salido Fredrik esta semana? —Sentí presión en su mirada.
Había olvidado que, estaba en este lugar en gran parte por Raquel y nuestro acuerdo.
—Empezá con el lunes —Indicó mientras llevaba comida a su boca.
Habían acontecido tantas cosas que no logré recordar el primer día. De paso, su mirada clavada en mis ojos, que rebuscaba información en mi mente no me dejaba pensar con claridad.
—Ah, no. Olvídalo, ya recuerdo —Sonrió. —Fue el día en el que vino la fufa.
Cuando golpeé a la anguila con patas con el portavaso. Fue mi primer día y ya deseaba renunciar.
¡Dios!, eso me recordó el video que ese hombre tenía.
¿¡Cómo pude pensar que había un rayo de luz!?
—¿Sabía que su novio se acostó con su prima? —Hablé rencorosa. —¿Carolina… cristal…?
—¿Cristina?
—Esa misma —Recordé. —. El martes estuvo en este lugar, pero doy fe que no sucedió nada entre ella y su novio. De hecho, su prima deseaba asesinarnos. —Llevé un poco de pasta a mi boca.
El semblante de Raquel cambió, ahora expresaba sorpresa e indignación.
—Eso no es todo —Me tomé confianza. —. Es decir, no pretendo ofenderla ni mucho menos. Pero no me sorprendería que su novio se hubiera acostado hasta con su tía lejana que vive en el campo.
Raquel sonrió.
—Pareciera que guardaras rencor hacia él —Comentó ella bajando su mirada. Observé un rostro dolido. —. Como si hubiera empezado a importarte.