Egoísmo y Cobardía

Dilema

 

CHARLOTTE

Al despertar por un estruendo en el ascensor observé algo curioso. La anguila con patas estaba del otro costado del ascensor, en frente de mí. y yo abrigada con su chaqueta. Me pregunté en que momento despertó e hizo este gesto. Pero sobretodo, me cuestioné su manera de actuar. Para serles sincera, me había hecho a la idea de que, si el despertaba primero que yo, aprovecharía la oportunidad y amanecería junto a mi cuerpo.

Después del estruendo él despertó, nos pusimos de pie y acto seguido las puertas del ascensor se abrieron para permitirnos observar que nos hallábamos en el primer piso. Pero en especial, el rostro del padre de Fredrik atónito. A un costado del hombre se hallaba su secretario, y tras los dos, algunas personas que, debido a su vestimenta, deduje que habían arreglado el ascensor.

La anguila con patas abandonó el ascensor indiferente.

—Buenos días —habló con su voz algo ronca antes de dirigirse hacia la puerta de salida.

Yo, sin saber que más hacer, y un poco intimidada por la mirada del presidente. Recogí mi bolso del piso y seguí al riquillo después de haber deseado un buen día y haberles agradecido por su ayuda. Aparté la chaqueta de mis hombros, y al alcanzar su paso, se la entregué.

—Esto es de usted.

Él la recibió si apartar la vista de en frente. Coloqué el bolso en mi espalda, salimos del edificio y le deseamos buen día al portero. Tanto la temperatura como la claridad, me dieron a sospechar que eran las siete de la mañana.

—Ve a tu casa —dirigió su mirada hacia mí—. Pero ven a terminar el trabajo de ayer —sonrió.

—Usted... —mis pensamientos se entrometieron en mi habla. Permanecí pensando por un momento.

¿Estaba a punto de preguntar que iba a hacer?

—Iré a visitar un doctor —volvió a observar al frente.

Entrelacé mis manos y las llevé al frente. Alcé mi mirada y visualicé la avenida. La rutina de las calles seguía con total normalidad, pero en ese momento sentí algo diferente en el día de hoy. No supe si era el aire, quizás me dolía la espalda o simplemente me hallaba cansada por dormir pocas horas.

No lo sabía, pero sin darme cuenta, me percaté de que Fredrik ya no se encontraba a mi lado. Se había marchado en una dirección contraria a la mía. Sin aviso, si hacer mucho escándalo. Como si fuera una sombra perdiéndose en la oscuridad. Lo único que logré apreciar, fue su espalda alejándose de mí, mientras arrastraba su chaqueta por todo el suelo. Sólo pude opinar que, su caminar era extraño cuando no llevaba sus manos dentro de sus bolsillos.

Dirigí mi mirada nuevamente hacia el frente y caminé hacia la parada de autobús más cercana. O eso pretendí, pues antes de que pudiera cruzar la avenida, una moto que sabrá Dios que tipo de moto era, se estacionó en frente de mí impidiéndome el paso. Pero si hay algo que puedo comentar, hacía mucho ruido. La persona que llevaba el casco dirigió su cabeza hacia mí permitiendo que observara mi reflejo en la pantalla. Yo retrocedí un par de pasos ante la alerta de peligro que percibí e hice puños mis manos. Permanecimos de ese modo por un par de segundos. Hasta que, la persona sin apagar su moto, quitó su casco para revelar su identidad. Era el hermano de Raquel. Dejó el casco sobre el tanque de la moto y me sonrió.

—¿Vas a tu casa? —me observó fijamente—. ¿Quieres que te lleve? —propuso. Propuesta que rechacé de inmediato provocando burla en él—. Hace unos segundos vi a Fredrik, ¿Pasaste la noche con él? —preguntó con una sonrisa, y su mirada me decía que ya conocía la respuesta.

—Dos cosas —mencioné—. Usted es un cínico, y lo que yo haga no es de su incumbencia.

No sabía que ese sería el comienzo de un día tan malo…

—Eso quiere decir que sí —razonó.

Expresé enojo en un gesto y él me volvió a sonreír. Caminé para esquivar su moto y cruzar la avenida.

—Te veré en la tarde —habló antes de volver a vestir su casco—. Aún no me has traído mi vaso con agua.

Antes de poder cruzar la avenida, él pasó a mi costado con su moto. Dirigí mi mirada hacia su dirección y mi boca intencionalmente dejó salir la palabra "Idiota". Volví a mirar al frente y crucé la avenida.

 

[...]

 

Eran las once de la mañana cuando volvía a la oficina. Faltaban pocos metros para entrar al edificio y sentía mucho cansancio acumulado. No pude tomar café. Desayuné dos panqueques y un huevo estrellado por la absurda dieta que estoy a punto de abandonar, y el baño con agua fría solo hizo que estornudara.

Ingresé al edificio antes de soltar un leve bostezo.

—¡Estás lista para comerte el mundo! —bromeó el portero. Reí para no hacerlo sentir mal con su chiste y al doblar mi vista, me encontré con el rostro atónito de la recepcionista. Y digo atónito porque vamos, su mirada era la de una madre a la cual no le has devuelto el dinero que te prestó. Le sonreí y pretendí no enterarme de lo sucedido. Caminé con cautela mientras observaba que ella dejaba la recepción para llegar hasta mí.

A ver, ¿Qué pasó?

—¡Char! —llamó con confianza, y yo no pude evitar pensar que era la pronunciación de palabras más ridículas que había escuchado—. ¿Me acompañas al baño? —se estacionó en frente de mí para evitarme el paso.

—Me encantaría, pero… —no alcancé a terminar cuando ella tomó mi brazo y comenzó a halar de mi cuerpo. Su agarre no era fuerte, pero era lo suficiente para no permitir que me zafara.

Nos adentremos por el pasillo al costado de las escaleras, y aunque hubiera suficiente iluminación en aquel túnel, sentía que me dirigía hacia otra dimensión. Hacia la dimensión de la estupidez. Y efectivamente habría de tener razón. Al terminar el pasillo ingresamos al baño de mujeres, e inmediatamente después de se cerrase la puerta, ella dejó en libertad mi brazo y pronunció unas palabras sacadas de su hígado. Porque vamos, un cerebro no pudo formular eso.



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En el texto hay: celos, romance, amor

Editado: 27.02.2024

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