El abuelo volvió hambriento

Pizza para llevar

El viejo se alejaba con el autobomba y saludaba por la ventanilla a sus atónitos observadores. Ricardo y el bombero comentaban la situación.

—¿Sabrá llegar al cuartel para devolverlo? —preguntó el bombero.

—No creo…—respondió Ricardo— venga, vamos a buscar mi auto, a ver si lo alcanzamos —incitó al bombero a que los siga.

—Muchachos vayan para el cuartel, yo en un rato llevo pizza —los dos compañeros bomberos lo miraron medio incrédulos, pero así y todo comenzaron a caminar hacia el cuartel refunfuñando por lo bajo a paso ligero.

Sacaron el auto del garaje, un viejo Renault megane que tenía hacia unos años Ricardo, lo usaba poco así que estaba impecable el auto. Antes de salir, Ricardo entró a la casa y buscó el celular que había puesto a cargar en su cuarto (gracias a Dios no estaba en el living, hubiera pasado a mejor vida ya) por las dudas que hubiera otra “emergencia” en el camino, prefería llevarlo. Cuando volvió el bombero ya estaba sentado del lado del acompañante y buscaba en la radio música de su agrado. Encontró una estación de música electrónica y subió el volumen. Ricardo odiaba la música electrónica.

—Que “nochecita”, ¿no? —comentó el bombero, mientras Ricardo ponía en marcha el automóvil— Que ocurrencia la del abuelito eh…

—¡Ni que lo diga! —Consensuó Ricardo— Mire, le pido disculpas, pasa que mi abuelo…salió hace poco del hospital y esta medio confuso todavía vio, no lo hace a propósito —mintió Ricardo.

—Tranquilo Sr. Ciudadano, lo entiendo, no se preocupe —lo tranquilizó el bombero.

—Puede llamarme Ricardo si quiere.

—Como no, señor Ciudadano.

Parecía que el bombero no entendió muy bien. Mientras circulaban por una avenida Ricardo y el bombero divisaron unas cuadras adelante, el camión autobomba. Estaba parado frente a una pizzería, medio subido de costado sobre la vereda y estrellado contra un poste de luz de la calle, el farol todavía se sacudía, el camión estaba encendido y con la sirena sonando aún.

—Mire Sr. Ciudadano, ahí está el camión, ¡Ja! Justo en la pizzería, ¡perfecto! —comentó animado el bombero.

—¡Si, lo veo! Gracias a Dios esta entero parece, espero que el abuelo este bien —rogó Ricardo.

Frenaron al frente de la pizzería y entraron al local. Enseguida se encontraron con que el viejo estaba discutiendo a los gritos con el mozo del lugar. Los pocos comensales que había miraban expectantes la escena. El viejo abrazaba una pizza mientras peleaba con el mozo a los gritos.

—¡Si quiere pizza, tiene que pagarla viejo! —gritaba enojado el mozo.

—¡Ya le dije, anótesela a mi nieto carajo! —respondía el viejo exaltado.

—¡¿Y quién mierda es su nieto, viejo loco?! Y además, ¿qué es ese olor? —dijo el mozo. En la emergencia nadie lo había notado aún, pero el viejo emanaba un tórrido olor a putrefacción que iba “in crescendo” a medida que pasaba el tiempo. El mozo lo estaba notando ahora.

—¡Soy yo, que me estoy “cagando” de hambre hijueputa! —contestó alterado el viejo.

—Más que cagando, se está “pudriendo” viejo loco — el mozo impasible no se doblegaba.

—¡Abuelo! —le grito Ricardo. El viejo lo miró sorprendido.

—¡Una grande de muzza por favor! —pedía el bombero mientras acompañaba a Ricardo.

—¡Vas a ver lo que es bueno hijueputa! —masculló el viejo mientras le revoleaba la pizza al mozo.

—Tranquilo abuelo, yo me encargo —le dijo Ricardo a su abuelo, mientras sacaba la billetera con intención de pagar la pizza que adornaba los pelos y la cara del mozo— Disculpe a mi abuelo señor, esta confuso todavía, recién sale del hospital vio —seguía mintiendo Ricardo.

—Mire, llévese a ese viejo loco de acá o llamo a la policía ya mismo —amenazó el mozo.

—Sí, sí, discúlpenos, ya nos vamos —Ricardo abrazaba a su abuelo y lo sacaba de la pizzería— Vení abuelo, vamos a casa…

El bombero acompañaba a Ricardo y al viejo que salían de la pizzería, llevaba una grande de mozzarella en la mano, ni bien salieron subió al autobomba y los saludo calurosamente, recordándole que cualquier cosa que lo llamen nuevamente. Ricardo estaba seguro que no lo volvería a llamar por esta noche al menos. El viejo contesto el saludo al bombero.

—Anda tranquilo, si te llamamos de nuevo va a ser pa´ que pagues lo que arruinaste ¡hijueputa! —escupió el viejo sin escrúpulo alguno, el bombero ya se alejaba en el autobomba los saludo sonriente y sin escucharlos ya, por el ruido del camión.

—¡Abuelo! Suba al auto por favor —le rogó Ricardo.

—¿Y vos, que haces en pijamas y pantuflas de patito, ridículo? —el viejo increpó a su nieto.

—Y, no me dio tiempo ni a cambiarme abuelo —se excusó Ricardo.



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En el texto hay: demonios, humor negro, accion

Editado: 24.01.2019

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