El Amante Del Rey

3 Secretos

Palacio de la corona a inicios de 1695

Madam Romina le contó a Jadiel que aquel caballero era el rey, la máxima autoridad en el estado y el que le había ordenado que cantara para su persona

— ¿Te sientes nervioso? — le preguntó David, a lo que Jadiel negó con la cabeza y le sonrió.

— Algo majestad, me complace saber que mi música lo cautivó — le dijo Jadiel al rey.

David volteó hacía Madam Romina mostrando una leve sonrisa, necesitaba estar a solas con aquel joven nuevo en el palacio que realmente lo había cautivado.

— ¿Puedes hacerme un favor Romina? — inquirió David — Ve a ver como sigue el embarazo de mi consorte.

Madam Romina se encaminó a lo que David le había ordenado.

Jadiel se quedó a solas con aquel hombre, su mirada penetrante lo había puesto nervioso por lo que el rey se acercó a él.

— ¿Estás al servicios de la Reina Madre? — le preguntó David.

Jadiel asintió.

— Así es mi señor — dijo Jadiel — Nuestra señora me ha acogido en su ala y dado todo lo que tengo hasta hora en estos días, educación, trabajo y un techo.

— Me imagino que extrañas a tu familia — le dijo el rey.

Esta vez Jadiel negó.

— No, la verdad estoy bien aquí — dijo el muchacho — aunque al principio si batallé.

— Ya lo veo — dijo el rey mirando las flores de jazmín que la difunta Reina Madre había plantado.

— Son hermosas — murmuró el muchacho.

David sonrió fascinado por la mirada de Jadiel.

— No tanto como tú — dijo David — no tanto como tu música.

Jadiel sonrió.

— La música alimenta el alma de algunos majestad — dijo Jadiel — ¿A usted que lo alimenta, que lo hace feliz?

David pensó algunos segundos.

¿La política o la poesía?

— La poesía nutre mi ser — le dijo al muchacho — me imagino que estudias, tal vez este es tu último año por tu edad.

— Así es mi señor, no es por pecar de soberbio pero soy uno de los mejores de la clase — dijo Jadiel — también estudio política y lenguas extranjeras, el turco y el ruso se me da muy bien.

Aquellos ojos lo habían cautivado como ningunos otros, ni siquiera los muchachos que su hermana la Reina Elizabeth le había mandado se le comparaban a él.

Es único

¿Le pasa algo majestad? — inquirió Jadiel al ver que no decía nada.

El rey volvió del trance mirando al chico con una suave sonrisa.

— Deberás ir hoy en la noche a mis aposentos — ordenó, técnicamente le había dicho que lo necesitaba ahí — quiero pasar la noche contigo... digo quiero platicar y conocernos un poco se ve que eres talentoso es por eso que deseo tenerte en mi presencia.

Las órdenes de nuestro señor, son órdenes

— Como deseé majestad — dijo el muchacho quien continuó deleitando a David con su música.

El olor de aquel muchacho era peculiar, su aroma desprendía un suave alivio en su alma que lo hacía relajarse en estos días de difícil situacion.

Se despidió de Jadiel quien se quedó en aquel lugar recordando el jardín de su abuela, las flores y lo bello que era estar entre ellas.

El olor de las flores es mi libertad.

       
                             ***

Esteban estaba junto a Jadiel contándole lo difícil que era poner a estudiar a los hijos del rey debido a que eran muy egocéntricos y groseros, él era su mejor y único amigo en aquel palacio.

— ¿Me estás oyendo? — inquirió Esteban — parece que estás en las nubes.

Jadiel abandonó aquellos pensamientos y dirigió su mirada a su amigo quien realmente estaba estresado y cansado de cuidar de aquellos niños.

— El príncipe es un fastidio — replicó en voz baja — no dudaría en afirmar que no es hijo de su majestad, él es alguien educado y humilde a pesar de tener la corona sobre su cabeza.

— Le diré a Mr. Bruno que me encargaré de sus altezas si te parece, solo son unos niños — dijo Jadiel.

Esteban le entrego el libro que Jadiel le había solicitaron meses atrás, realmente era una joya andando.

— Es el libro de Mihrimah Sultan — dijo Esteban — se lo pedí a Madam Romina por ti, tal parece que no se lo puedes pedir personalmente a la Reina Madre.

Eres de su séquito privado, no puedo creer que no se pudieras pedir tú mismo

Que más da, soy un poco penoso — dijo Jadiel — ¿Mr. Bruno te referirá con el capitán de las tropas del mar para que te manden a cuidar las fronteras?

Esteban negó con la cabeza.

— Bah, él solo piensa en su sobrino — dijo Esteban más que molesto — estoy que muero de rabia porque me obligó a cuidar niños, niños.

— Si gustas puedo hablar con la Reina Madre — dijo el muchacho.

— No le puedes pedir un libro y... — dijo Esteban mirándolo con burla, de la buena — ¿Crees que podrás pedirle que me envíe al mar?

Jadiel hizo una mueca al escuchar aquello.

— Verás que en unos meses irás al mar — dijo Jadiel — solo no se te olvidé enviarme cartas, tal vez estés hablando con el próximo Gran Visir del reino.

— Bueno Gran Visir — dijo Madam Romina entrando a los aposentos de ambos muchachos — es hora de que te arregles, recuerda que tienes una sesión con su majestad y la Reina Madre.

                              ***

— Soy la Reina Consorte, no me puedes hacer esto Elizabeth — replicó Anastasia mirando a su cuñada con molestia.

Elizabeth era la Reina Madre y por ende la segunda autoridad más importante en el palacio, su palabra era tan válida cómo la de David.

— Mantén la compostura mujer — replicó Elizabeth, la Reina Madre — recuerda con quien estás hablando.

— Recordaría eso sí tú no hubieras invitado a Lady Rossa a cenar contigo y con nuestra majestad — dijo Anastasia con molestia.

Elizabeth se levantó de su asiento, miró con fastidio a su cuñada y sin importarle nada, ni siquiera la presencia de sus sobrinos le propinó una cachetada a Anastasia.

— Mi abuela diría que te tendría que dar otra — dijo Elizabeth quien volteó con una de sus sirvientas — lleva a los niños a sus aposentos y ustedes no dirán nada.




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