Palacio de la corona a inicios de 1695
Terminó sus estudios con honores gracias al favor de la Reina Madre y de Madam Romina, a pesar de todo siempre estaría agradecido con ellas por todo lo que hicieron en los últimos cinco años.
Madam Romina lo recibió con una sonrisa, el frío aún calaba a inicios de febrero, respiro con alegría al recibir un documento en el que constaba que podría hacer algo de su vida.
— Su Majestad estará feliz de saber que ya terminaste tu educación muchacho — dijo Madam Romina dibujando una sonrisa en su rostro.
A lo lejos encontraron un lugar donde se sentaron a beber café, Madam estaba feliz de que Jadiel logrará superarse, aunque temía que la misión que la Reina Madre le encomendara al joven sería muy difícil.
— Jadiel, es bueno que pienses en lo que harás — dijo Romina, bebió de su café y puso sus manos junto a las del muchacho — entenderás que palacio es un lugar difícil, si la Reina Anastasia llega a enterarse será tu fin.
— El fin siempre justifica los medios Madam Romina, no quiero morir siendo un simple criado — dijo el muchacho tocándose su nariz y mirándola con una sonrisa — mi destino será sellado por cada uno de sus besos.
Ella temía por la integridad del joven, en poco tiempo le había tomado un cariño especial. Madam Romina no quería que si alguien se llegase a enterar de lo que pasaría entre el rey y el sirviente todo el peso del odio cayera sobre Jadiel.
— Ya no eres inocente, sabes a lo que te arriesgas — dijo Madam Romina mirándolo fijamente a los ojos y con total seriedad — si el fin justifica los medios, entonces hazme un favor pequeño, destruye a todo aquel que se atraviese en su camino y sin una pizca de misericordia. Serás alguien poderoso, si eres inteligente y astuto.
Recordó cuando un mes atrás el Príncipe Jonathan, Duque de York quiso intimidarlo, sintió ganas de aplastarlo cómo a una hormiga y demostrarle quién era él. Pero al mismo tiempo recordó que no era nadie.
— ¿Te quedarás callado? — recordó las palabras del príncipe — tienes ante ti al príncipe de príncipes, poca cosa.
— Ya verá, mi nombre quedará grabado en la historia.
*** *** ***
Una hermosa dama se encontraba sentada junto a su hijo, el Príncipe Jonathan disfrutaba de la música y la celebración en su honor por su cumpleaños número veinte. Su hermana la Reina Madre Elizabeth la organizo en su honor, el joven veía a las muchachas mover sus caderas al compás de la música.
Lady Mariam bebió un poco, desde que el difunto rey había muerto ella tuvo que retirarse al Ducado de York junto a su hijo todo por orden del Rey David y de su hermana la Reina Madre.
— Me alegra que se estén divirtiendo — dijo Elizabeth al verlos.
Jonathan sonrió por cortesía, detestaba a su media hermana por ser según él la culpable de ser enviado a York.
Aunque amaba esa libertad
*** *** ***
Jadiel ingreso a sus aposentos, observó que en su cama estaba un hombre de mediana edad sentado con un semblante serio y frío, se trataba del Gran Visir del reino quien lo miró con desagrado.
No le parecía extraño lo que su majestad le había pedido, desde meses atrás estaba lleno de tareas y protocolos reales por lo que la ayuda de alguien en los asuntos de estado en su majestad, le sería de gran ayuda.
— Honorable Lord — dijo el muchacho.
Lo examinó, no es la gran cosa.
Pensó.
— Su Majestad, te eligió — dijo el hombre mirándolo a los ojos, dibujo una breve sonrisa que se borró al saber que aquel joven era sirviente de alguien más — la pregunta es: ¿Crees estar seguro?
No entendía nada.
— No comprendo — dijo confundido.
El hombre soltó una carcajada, una sonora risa que inundó la habitación de Jadiel, el muchacho temió haber dicho algo mal. Pero ya conocía al Gran Visir, fue uno de los hombres que dio clases en el colegio.
— Quiero decir que si estás seguro, vaya que ser secretario de su majestad será un privilegio — dijo el Gran Visir — ¿Entiendes que muchísimas personas querrán algo de ti?
"Desde la Reina Anastasia, el hermano de su majestad, su madrastra y Su Majestad la Reina Madre; todos querrán algo tuyo a cambio de favores Jadiel".
— Lo sé — dijo Jadiel — mi lealtad es hacia Su Majestad.
— Entonces entenderás que como ya no serás sirviente de la Reina Madre tendrás que evitar cualquier clase de contacto cercano con ella — le dejó en claro el hombre.
— Como usted comprenderá Lord — habló el muchacho sin titubear, lo miró a los ojos desafiante y se acercó a pocos centímetros — ya puede retirarse, la Reina Anastasia lo estará esperando.
El hombre abandonó los aposentos de Jadiel, detestaba al joven ya que se había mostrado rebelde y desafiante ante su autoridad. Mantuvo en su cabeza una loca idea, tan loca del porque el rey estaba interesado en aquel muchacho.
*** *** ***
Jonathan fue lo bastante listo para acudir ante la presencia de su hermano rey y pedirle una oportunidad para gobernar la provincia que le correspondía al hijo menor de su majestad, Gales.
Su madre le dijo que al hacerlo podría mostrar el interés que tenía en el estado a pesar de que su consejero se lo prohibió, era algo nunca antes visto.
— Dudo que su majestad lo vea ahora — le dijo aquella voz, se trataba de la Reina Consorte.
Anastasia era hermosa, como ninguna.
— Si me lo permite su alteza — dijo la mujer mirándolo con desprecio — evite tomar los consejos de Lady Mariam, no siempre los consejos de una madre son los mejores.
Era un muchacho, pero no tonto.