Caeleb Phelps era un admirador acérrimo de Ann Houston. La había conocido casi quince años atrás, cuando ella investigaba sobre la subasta de vírgenes simulando que estaba recabando información para un reportaje sobre la historia de Broadway. El caminar elegante de la periodista había cautivado la vista de Phelps; cuando escuchó la voz de Ann, lo mismo sucedió con su oído; al oler su perfume, su olfato no podía alejarse de ella, y cuando supo lo suaves que eran sus manos, su tacto no quiso desprenderse de ella. Solo faltaba conocer el sabor de los labios de esa bella mujer, pero eso fue algo que nunca obtuvo al ser ella tan reacia ante el cortejo de un varón. Ante esta situación, el director y productor de Broadway llegó a creer que Ann prefería a las mujeres y por ello la distancia que marcaba con los hombres, pero al descartar ello cuando se enteró que su estado civil era el de viuda y que el recuerdo de su esposo era algo que no podía borrar fácilmente, Phelps entendió que para llegar al corazón de la Houston se debía luchar contra un fantasma, algo complicado si ella no permitía que alguien se le acerque.
Contratar a Emma White no fue decidido solo por su enamoramiento unilateral con Ann Houston, sino porque la joven actriz inglesa había demostrado tener una buena madera que le permitiría destacar en el mundo de la actuación. Su trabajo en las tres películas de la Saca Ocaso fue bien acogido por la crítica, recibiendo buenos comentarios sobre su desempeño y talento. Averiguando sobre Emma, Phelps se enteró que en Inglaterra había participado en varias obras de teatro, por lo que se podía decir que experiencia ya tenía, así que, sin pensarlo tanto, decidió considerarla como su primera opción para el papel de Eliza Sommers, pidiéndole al universo que aceptara y pusiera como condición el que su tía la acompañe a todos lados, ya que tendría la excusa perfecta para toparse casualmente con la periodista, y que esta pudiera conocerlo mejor.
Emma ya tenía veinticinco años y era mayor de edad, por lo que ella era quien firmaba sus propios contratos. White podría viajar sola y vivir en su propio espacio, pero no quería hacerlo. Alice y Harold –los padres de Emma- criaron a sus hijas dentro de la religión cristiana protestante, haciendo de ellas creyentes practicantes, respetuosas de la Palabra de Dios, además de que les inculcaron una profunda predilección por la vida en familia, y bajo ello, Emma no quería dejar de compartir el espacio con tía Ann, a quien admiraba y apreciaba mucho. Por ello, cuando Phelps señaló que antes de empezar los ensayos tenía que participar en el taller de confianza y reconocimiento junto a todo el equipo de producción y elenco, un fin de semana a las afueras de la cosmopolita New York para abrazar a la naturaleza, disfrutar del silencio y la relajante calma, la joven White indicó que asistiría al taller si le era permitido llevar a su tía.
Emma no era caprichosa ni tenía problemas para convivir con extraños, ella era una joven de comportamiento muy sociable, de conversar con todos, sin dificultades para hablar ante grandes masas, pero no le gustaba que Ann viviera en esa soledad que ella rompió cuando llegó a la vida de su tía, por lo que salir todo el fin de semana y dejarla sola en casa no le pareció correcto a la joven White, por ello puso como una exigencia que la periodista la acompañara y la consideraran como parte de los participantes del taller, aunque no estuviera obligada a ello. A Phelps no le importaba si Emma imponía esa condición porque no podía dar un paso sin su tía u otro motivo, a él solo le encantó la idea de que Ann Houston estuviera junto a él todo un fin de semana en un resort campestre, donde las noches estrelladas se antojaban muy románticas, aportando a la posible estrategia que podría implementar para enamorar a la periodista. Sin pensarlo mucho Phelps aceptó la solicitud de Emma y así Ann ya estaba anotada como uno de los participantes del taller.
A Ann le incomodaba participar de ese fin de semana que Phelps organizó para compenetrar con su grupo de trabajo, al que ella no pertenecía. Sabía que al hombre de teatro le gustaba que su elenco y equipo de producción crearan lazos basados en el conocimiento del otro y la confianza, para que las decisiones y acciones a tomar y ejecutar durante los ensayos y puestas en escena pudieran fluir con normalidad. Así que no le sorprendió que Emma le comentara que tenía que asistir a ese taller el próximo fin de semana, ya que el director de Broadway siempre planeaba uno antes de iniciar los ensayos de sus obras, pero sí la conmocionó el que tenga que ir ella. Emma insistió tanto que a Ann no le quedó de otra que aceptar. La Houston era una tía de carácter fuerte y responsable, pero también muy accesible a hacer realidad los caprichos de su sobrina mayor, así que se organizó para dejar el programa de los sábados por la tarde grabado y empacar para salir a las afueras de New York, en donde estaba el resort, el sábado a primera hora.
Ann quería evitar llegar de última al hotel, pero tuvo la necesidad de parar en su recorrido para ayudar a una familia que se había quedado sin combustible, algo que la atrasó una hora aproximadamente. Por fortuna, y siguiendo la buena costumbre de llegar puntual a todo lado, Ann había salido con bastante tiempo de ventaja, por lo que no llegaron tarde, pero sí después de que lo hicieran todos los convocados. Cuando Emma y Ann cruzaron la puerta principal del resort e ingresaron a la zona de recepción, cada uno de los miembros del elenco y equipo de producción estaban ahí, esperando que Phelps coordinara con los botones el traslado del equipaje a las habitaciones que había reservado, pero este no decía nada, solo miraba atento la puerta, esperaba a alguien, así que la mayoría supo que Emma llegaría junto a su famosa tía.
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Editado: 11.09.2023