Después de conversar con su padre y obtener el apoyo de este para seguir frecuentando a Mika con el propósito de conocerla mejor y determinar si es la mujer con quien decidirá compartir la vida, Akira se retiró a su alcoba. Tras asearse y colocarse el pijama el joven Müller no podía dormir. El éxtasis que sintió cuando pegó su cuerpo al de la hija Sato en la pista de baile aún no se esfumaba, evitando que llegue el sueño al perderse en el recuerdo de los momentos que vivió con ella durante la cena de bienvenida para los mejores ingresos de la Universidad de Tokio. «Sé que toda la noche mantuvo el mismo semblante y que su voz no varió para nada, pero hay algo en ella que me atrae muchísimo. Además, la plática con Mika se hizo amena y fluida, ya que es muy inteligente, y con ella tengo muchos temas de conversación. Ella hace que me sienta cómodo, en paz, una sensación que solo percibo cuando estoy en casa con papá, mamá y Hiroto. Esa debe ser la señal de que Mika será mi hogar en el futuro», reflexionaba Akira mientras miraba el blanco techo de su habitación al no poder conciliar el sueño.
Al mirar hacia su mesa de noche y encontrarse con su equipo móvil, la idea de llamar a la bella hija Sato se instaló en su cabeza. Akira dudaba, ya que sabía que no era correcto hacer llamadas casuales pasada la medianoche, pero algo en su interior, una corazonada, le dijo que comprobara con esa llamada si Mika se encontraba igual que él: sin poder dormir al seguir pensando en la noche que vivieron. Se dio ánimo a sí mismo y marcó el número de la joven, el cual ya se había memorizado. Al segundo timbre ella contestó, y él sonrió feliz de que así sea. La breve conversación ayudó a confirmar que Mika no dormía al pensar en él, por lo que quedó con ganas de seguir compartiendo el tiempo a su lado. Como no quería que al amanecer ella se sintiera enferma por la falta de descanso, Akira propuso un acuerdo que la joven aceptó, por lo que pudieron dormir al saber que el descanso era necesario para entablar nuevamente la plática a las 9 am.
Akira abrió los ojos de golpe cuando despertó, recordando que esa mañana hablaría nuevamente con Mika. Al mirar la hora en su celular supo que despertó con suficiente tiempo para darse una ducha y cambiar sus ropas. Revisaba sus redes sociales mientras los minutos avanzaban. A la 9 am en punto marcó nuevamente el número de su amada amiga, y al segundo timbre, ella respondió. Al igual que Akira, Mika pudo dormir después de escuchar la voz del guapo joven que acababa de conocer, diciéndole «buenas noches», y también se levantó mucho antes de la hora pactada para volverse a comunicar con él. La hija Sato esperaba sentada en el sillón de lectura de su habitación con el celular entre sus manos, mirando fijamente la pantalla a la espera de que el nombre de Akira apareciera en ella, señal de que había cumplido su palabra de llamarla a las 9 am. Tras escuchar que el gran reloj que decora la sala del dúplex donde vive en Tokio marcaba la hora pactada entre ellos, el corazón de Mika empezó a latir más rápido. En eso, el tono de llamada de su celular sonó y el nombre de Akira en la pantalla apareció. Sin pensarlo dos veces, contestó.
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Editado: 17.11.2023