Akira y Mika no tuvieron luna de miel. Las responsabilidades que aún los ataban a la universidad por la sustentación de sus investigaciones para obtener la licenciatura fue el principal motivo. Habían perdido valioso tiempo con el tema de la supuesta paternidad de Akira y organizando la boda. Sin embargo, a ellos ese detalle no les importaba mientras pudieran pasar horas debajo de las sábanas, completamente desnudos, haciendo el amor en el dúplex que, por esos meses antes de viajar a los Estados Unidos, se convirtió en su hogar.
Kaya y Osamu los acompañaban. La escolta y el chofer dejaron esos antiguos trabajos y ahora eran los asistentes personales de los esposos Müller-Sato. Kaya, como ya lo había hecho anteriormente, se encargaba de ayudar a Mika con su agenda, algo que a ella siempre le pareció innecesario por que la gran memoria de la joven esposa retenía toda la información que se anotaba en la tablet, por lo que no necesitaba ese soporte. «Tú no solo llevas mi agenda, Kaya san, eres mi asesora de belleza, así como una consejera de vida, quien organiza los temas domésticos en casa y cuida mi salud al obligarme a continuar con una vida activa que complementa las horas que paso sentada enfrente de un computador o libros. Eres importante en mi vida porque también eres mi amiga», con esas palabras, Mika convenció a Kaya de continuar a su lado cuando en algún momento la exescolta le hizo saber que veía su labor de más en la vida de la joven esposa.
En el caso de Osamu con Akira, al ser esos dos más sociables y comunicativos, entendían que el trabajo del exchofer estaba más ligado a ser una compañía que, según las circunstancias, podía ser una guía. Aunque también llevaba la agenda del médico mestizo, Osamu se convirtió más en el cómplice de Akira para organizar sorpresas románticas para Mika, en especial por esos dos años en que la pareja estuvo alejada por los estudios de postgrado que cada uno desarrollaba. Además, Kaya y Osamu debían seguir trabajando juntos, ya que, en esos años al lado de los jóvenes enamorados, entre ellos también germinó el amor, convirtiéndose en una pareja formal y exclusiva a la cual solo le faltaba dar el gran paso hacia el matrimonio cuando Akira y Mika se casaron.
En un abrir y cerrar de ojos, el tiempo pasó. Ambos ya habían culminado con toda obligación académica que los relacionara con la Universidad de Tokio, y la documentación requerida, así como los pagos necesarios para participar en la residencia y el MBA ya estaban entregados y completados. Después de celebrar los cumpleaños de sus madres -Natsuki el 14 de julio y Yuriko el 01 de agosto-, la pareja tuvo que decir «hasta pronto» y enrumbar hacia los Estados Unidos. El penthouse donde Yuriko y Kenji vivieron juntos por tres años sería el espacio donde ellos iniciarían su vida matrimonial en ese país. La idea de que sus padres habían convivido entre esas paredes no les molestaba. Ellos ya habían entendido que la relación de Kenji con Yuriko existió solo porque el amor que había entre ellos era tan grande que, al estar contenidos, de alguna manera, en sus padres, estos no pudieron evitar sentir atracción y enamorarse porque el destino había escrito que un Inoue y un Sato sean pareja, pero no se refería a Kenji y Yuriko, sino a Akira y Mika.
Con ayuda de los primos de Mika, los famosos Ryusei Miura y Ann Houston que vivían en Los Ángeles junto a sus mellizos Inosuke y Aiko, la joven pareja se pudo ubicar de inmediato en la costa oeste de los Estados Unidos y seguir, sin sufrir contratiempos, las tradiciones que acostumbran en Japón, ya que les mostraron los diferentes proveedores a los que podían acceder para comprar desde alimentos para preparar comidas típicas japonesas, hasta llamar a un sacerdote sintoísta si es que querían bendecir el penthouse. Asimismo, Los Miura-Houston se encargaron de visitar y apoyar a Mika en todo lo que necesitaba durante las semanas en que se quedaba sola, ya que había temporadas en las que Kaya viajaba a Cleveland para verificar que todo marche correctamente en el apartamento donde vivían Akira y Osamu.
Y es que, cuando llegó el momento de partir hacia Cleveland, a Akira le costó más que a Mika el separarse. El pensar que ella no podría expresar físicamente sus emociones y sentimientos porque él estaba lejos, le molestaba y apenaba. «Tampoco es que puedas ir conmigo a las clases del MBA para que mis compañeros y catedráticos me vean interactuando sin complicaciones», le decía Mika cada vez que él ponía esa excusa para no querer viajar hacia la otra ciudad, lejos de ella. El verdadero motivo de estar un poco renuente a separarse era que, en un principio, Akira estaría solo en Cleveland, y él ya se había acostumbrado a pasar sus días junto a su esposa y la pareja de asistentes personales, a quienes ya apreciaba como sus amigos. Ante esta situación, Osamu vio necesario que él viaje a Cleveland junto a Akira: «Soy su asistente personal, por lo que no es correcto que yo me quede en San Francisco mientras mi jefe está en otra ciudad», explicaba así el exchofer a Kaya, a quien le apenaba el pensar que no tendría cerca de ella a ese ocurrente hombre que le robó el corazón.
Ante esa situación, Mika propuso que periódicamente Kaya pasara algunas semanas en Cleveland, chequeando que todo lo concerniente al cuidado del apartamento, alimentación y mantenimiento de la ropa y enseres de Akira esté haciéndose de manera correcta. Al enterarse que habría períodos en que Mika estaría sola en el penthouse de San Francisco, los primos Ryusei y Ann decidieron acompañarla por esos días, dejando tranquilo a Akira, a quien no le gustaba la idea de que su esposa no tuviera con quien compartir la cena cuando llegara al penthouse después de un largo día de estudios.
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Editado: 17.11.2023