El Amor de Ariel

CAPÍTULO 4

FLORENCIA, ITALIA

MARENA

 

Aún no puedo creer que otro niño haya sido capaz de lastimar a mi bebé, ¿qué clase de padres crían a un abusivo? Tienen que ser abusivos también, ¡estoy indignada! Entiendo la reacción de Bruna de buscar venganza, pero tampoco quiero que ese sea el ejemplo para Rafa, no quiero que pierda su inocencia y su dulzura, pero es que la sociedad me lo pone tan difícil.

Se me rompió el corazón cuando dijo que su papá no lo ama y lo peor del caso es que no pude desmentirlo porque es la verdad, ahora que mi niño está creciendo ya veo que entiende más de lo que creía. Me duele por él, pero yo no puedo hacer más que amarlo, cuidarlo, darle lo mejor de mí para que esté bien y crezca para convertirse en un buen hombre que no tenga sentimientos horribles como los de Marco y su familia.

—Mi mamá está en el cielo.

La voz de Alessia me vuelve al momento, ¡es una niña bellísima! Es tan dulce, educada y amable. Se parece mucho a su papá y me quedo sorprendida ante sus palabras, miro a Bruna que mueve su cabeza en afirmación. Lo que menos esperaba al llegar aquí era conocer al hijo y la nieta de mi nuevo jefe.

—¿Cómo va tu mami al cielo? —pregunta mi hijo.

—Tuvo un accidente en su auto y se murió, se convirtió en un ángel que me cuida desde el cielo. Yo le rezo y le hablo todos los días. —asegura y me quedo aún más sorprendida por la madurez que tiene esta niña.

—¿Mami tu vas a cielo? —Miro a mi hijo y acaricio su cabeza.

—Todavía no, mi amor, espero que dentro de mucho tiempo cuando seas grande e independiente. —respondo.

—Todos tenemos un tiempo para irnos al cielo y nadie sabe cuándo. —agrega Alessia—. Hay niños que se van al cielo, lo he visto con mi papi y es muy triste, pero se hacen ángeles y cuidan a sus familias.

—¿El cielo es bonito? —Alessia se arrima a mi hijo y toma su manito con cuidado y la sostiene sin tocarle los dedos.

—Dice mi abuelo que el cielo es el paraíso y tenemos las cosas que más nos gustan, en el mío seguro habrá chocolates y muchos pancitos sin gluten, eso no puedo comer.

—¿Guten? ¿Qué eso? —cuestiona mi hijo y con su otra mano le toca el cabello a Alessia que mueve su cabeza para darle mejor acceso.

Creo que nunca había conocido una niña tan luminosa como ella, tiene un ángel en su ser que hace imposible que no la adores al instante. Su familia ha hecho un trabajo grandioso.

—Es una cosa que tiene el trigo que me hace daño, me pone enferma y no lo puedo comer, pero mis abuelos y mi papi me hacen comida deliciosa y mi tía Geo me hace dulces, mi tía Lu gelatinas ricas y mi abuelo Gian fabrica jugos de adultos y de niños. En realidad es mi tío, pero le digo abuelo porque es hermano de mi abuelo, entonces son hermanos abuelos de mí.

—No entendo. —Mi hijo frunce su ceño y Alessia se ríe. Tiene la sonrisa de su papá.

El doctor Ariel es bastante impresionante y no solo por su llamativa cabellera rojiza y ojos azules, es sumamente alto, tiene una sonrisa de comercial y una voz calmante que me ayudó a no empeorar mi crisis con Rafa. Jamás me había asustado tanto con él, suele ser muy sano y cuando se me desmayó sentí que la que moría era yo.

—No importa, Rafa, ¿tienes hambre? Enrico tiene galletas y juguito para compartir, ¿quieres que te busque? —Se ofrece dulcemente.

—A Dafa gustan galletitas.

—Son de avena, te van a gustar. Ya vengo, voy por mi papi, ¿me ayudas, Bruna? Por favor. —Pide a mi amiga para que la ayude a bajar de la camilla.

—Claro que sí, ¿por qué no te acompaño? Así aprovecho a buscar agua para Marena también. —propone mi amiga y niego, pero ella me mira en advertencia.

Bruna la ayuda a bajar y Alessia le pide a mi hijo que se quede muy tranquilo mientras ella vuelve. Es demasiado linda y a Rafa le ha encantado hacer una nueva amiguita como ella.

—Te agrada Alessia, ¿no? —Dejo un beso en la cabeza de mi hijo.

—Niña doja es muy dinda, mi amiga.

—¿Ya no te duele el dedito?

—Demedio quitó dolo de dedito y no sabe feo. —me aclara y sonrío aliviada.

El doctor evitó alguna inyección y le dieron gotas con un antiinflamatorio, le pusieron unos minutos de una compresa fría en el dedo y ahora espero los resultados de las radiografías que le hicieron.

—¿Cómo nos sentimos por aquí?

Doy un respingo cuando el doctor aparece, le sonríe a mi hijo y fija su mirada en mí algunos segundos, los suficientes para hacer que me remueva en mi lugar.

—¿Salieron bien las radiografías, doctor? —pregunto de inmediato.

—Todo está muy bien con Rafa, —suspiro aliviada—, no hay daños más que lo que causó el apretón en la piel, ya no está tan rojo, puedes seguir colocándole frío y le das otra dosis de las gotas en la noche y mañana debería estar bien.

—¡Gracias al cielo! Me sentía con el alma en un hilo. —confieso.

—¿Cómo hilo aguanta alma, mami? —la pregunta de mi hijo le dibuja una enorme sonrisa al doctor.




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