Los abuelos tienen esas cosas que nadie más te puede dar.
Como las historias, cuentos para descansar.
Recuerdos de sus viejos tiempos, que siempre llevan a enseñanzas.
Siempre están para ayudar, con su amor incondicional.
Tienen sus remedios caseros, que siempre lo curan todo,
ante su sabiduría, te sentís un tonto.
Hablan de política, de presidentes de antaño,
y de los incontables gajes del oficio, problemas con su trabajo.
Te dan los mejores consejos que jamás vas a escuchar, pues con su ternura,
hacen que aprendas, que puedas mejorar.
Los abuelos a veces son incomprendidos, por los nietos, por los hijos.
Pero hay que entender, que ya son mayores, ya no escuchan como antes, ya no ven como antes.
No tienen tanta paciencia.
Pero eso no significa que haya que dejar de quererlos,
los abuelos son incondicionales, y así tenemos que ser nosotros con ellos.
Hay que visitarlos, quererlos, amarlos.
Contarles historias, noticias sobre nuestra vida,
porque la verdad es, que nada les importa más,
que lo que le ocurre a sus nietos.
Pueden ya no encontrarle sentido a su propia vida, porque ya se jubilan, no tienen que mantener una familia.
Pero allá siguen, por nosotros, por los nietos y por los hijos.
Por el gran amor que nos tienen.
Valoren a sus abuelos, porque no son eternos.