- No busque culpables, Simón. Si tu padre lo fue o tú hermano mayor. Amigo tienes que dejarlo en al pasado.- dice Cristóbal, un amigo de la preparatoria y mi único mejor amigo.
- Lo sé, y no quiero culpar a nadie. Simplemente me voy a divertir.- digo.
- Hoy en la noche es la fiesta de la universidad de mi primo y nos envito. Vamos.
- Ok. Estaré ahí.
- Nos vemos ahí, ya me tengo que ir.- dice levantándose del asiento frente al mío. Y se aleja.
Yo seguía sentado frente al cristal de la ventana. Cuando de repente mi mirada capta una presencia. Una familia caminando tomados de la mano y sonriendo.
- Hola.- dice la azafata.
Y enseguida desvió mi mirada hacia ella. Y se encontraba con un lápiz y un tablero para apuntar mi pedido.
- Lo mismo de siempre.- digo.
- Está bien.- dice dándose la vuelta.
Nuevamente volví mi mirada hacia aquella familia. Y recordé algo, que aquel niño crecerá y recordara ese momento, en cambio yo no recuerdo cuando fue que salí con papá. Ni hablar de mi madre, ella simplemente se fue.
- Aquí tienes…
Yo seguía mirando fijamente sobre la ventana.
- Estás bien Simón.
- Si, no es nada. Solo observo, creo que mañana va a ver más olas en la playa.
- Día especial para ti.- dice Isabel.
- Bueno algo así, cumplo 18 años.- digo.
- Mira qué bonita familia.- dice.
- Si.
- Que haces.- pregunta ella.
- Tarea de la escuela.
- Pues no pareces un chico que va a la escuela.- dice y en su rostro se dibujaba una sonrisa leve y se retira.
Estaba escribiendo un ensayo para la escuela. Pero no sabía cómo empezar, si debía escribir lo que siento o lo que no siento. Si debía decir la verdad o mentir y solo escribí esto.
Solo quería ser el sentido de sus vidas. A quién puedan quererlo por ser como es. Solo quería tener un padre y un hermano a mi lado y ser el elegido.
Pero alrededor del mundo hay personas como mi padre, hermano y un hijo rebelde que solo trae problemas. Y ese era yo... Simón Fernandez Quispe, nacido en la cuidad de Lima... Expulsado del Perú hace tres años atras y de mi familia y amigo.
Sabia que recordar todo mi pasado me daba más fuerzas, para seguir siendo un hijo relbelde. Un niño sin limites y obligaciones.
Toda mi vida, viví sin buscar culpables, aunque la verdad nunca me importó quién era culpable, sobre todo lo que me pasaba. Simplemente vivó haciendo lo que quiero, con libertad y sin amor.