El amor en los tiempos del internet

Capítulo 5: Trampolín

Cuando me desperté era de noche y sentía los ojos hinchados de tanto llorar. Beto se me acercó ronroneante y me quedé acostado junto a él acariciándolo un rato. Mi gato siempre sabía cómo consolarme.

Miré la hora en el reloj alarma que tenía en mi mesa de luz, eran las cuatro de la madrugada, pero no me podía volver a dormir. Me sentía solo, no tenía a nadie, mi familia se separaba cada vez más.

Pensé en cuánto me gustaba que mi madre me leyera cuentos antes de dormir, pero lo había dejado de hacer y nunca había tenido la oportunidad de decírselo. Y ahora jamás lo haría de nuevo, le leería a su nuevo y mejorado hijo con su nuevo y mejorado esposo...

Acaricié a Beto por última vez y me levanté para prepararme un té, quizá eso me ayudaría a dormir.

Mientras se calentaba el agua, volví a mi cuarto para encender la computadora. Jugar siempre me quitaba la tristeza, el mal humor, o cualquier otro estado negativo en el que me encontrara.

—JAJA odio más a mi profesora de inglés que sacarme sangre, imagínate. –Tenía mensajes de Guadalupe en facebook, respondiéndome a nuestra conversación anterior—. ¡Ey te fuiste!

Su última conexión había sido hacía poco, de modo que decidí responderle.

—Lo siento –le dije—, vino mi madre con “buenas noticias”.

—¡Argentiiiiinoooooooo! –Me escribió efusiva después de unos minutos que me alcanzaron para terminar de prepararme el té y volver a mi habitación—. ¿Qué pasó?

—Mi mamá está embarazada, voy a dejar de ser hijo único –le expliqué, en la oscuridad de mi habitación únicamente iluminada por la pantalla de mi computadora.

—Ahhh hermanos, tengo uno de esos, a veces muerden. En mi opinión son mejores las mascotas. –Me reí por ese comentario—. ¿Va a ser niño o niña?

—¿Acaso importa? De todas formas va a morderme.

Era increíble, pero con un simple diálogo con Guadalupe ya comenzaba a sentirme mejor.

—Claro, no, en realidad no me importa –me respondió—, además él o ella va a elegir su género cuando crezca.

—Bueno, el bebé y su género no son el problema en sí –le expliqué—, el problema es que mi familia ya no se va a unir nunca más y voy a estar solo por siempre.

—Espera, ¿qué? –me escribió—. Lo siento, estoy en una fiesta y un poco ebria, explícame mejor.

—¿Ebria? ¿Cuántos años tenés? –No parecía más grande que yo en las fotografías.

—15, ¿y tú?

—Yo igual, beber es ilegal hasta los 18.

—¡JAJAJ! ¡Wow! Tenemos al alma de la fiesta aquí –me escribió—. Ya en serio, amargado, ¿cuál es tu problema con el bebé y por qué va a separar a tu familia?

Le conté todo, quizá porque la oscuridad y el silencio de la madrugada incitaban a entrar en confianza y revelar mis sentimientos. Le conté que no hacía mucho que mis padres se habían separado, que mi padre había engañado a mi madre con una tal Noelia, con la que vivía ahora en el campo. Que mi madre había estado sola un tiempo, pero que ahora tenía un nuevo novio. Yo mismo no acababa de superar la separación y ahora ¡ella estaba embarazada de él!

—Wow, ahora tiene más sentido tu amargura –me escribió—. Te convidaría un trago si estuvieras aquí.

—Gracias –le respondí—, pero no bebo.

—Uyyy el niño legal. –Se rió y me provocó una sonrisa. Desahogarme me había hecho bien.

—Gracias por escucharme –le dije—, bueno, por leerme.

Guadalupe se había tomado el tiempo de leerme y me había hablado aunque estuviera en una fiesta. Me había hecho sentir mejor, era una buena persona aunque lo ocultara con su máscara de maldad.

—¿Sabes qué acaba de pasar? –Me escribió de pronto, sin responderme a mi agradecimiento, parecía un poco dispersa, la entendía, estaba en una fiesta—. Una amiga vio que estaba hablando contigo, y me dice “¿quién es?”, “es mi amigo de argentina” le dije yo y le mostré tu foto, y me dice: “ayy yo también quiero uno”. JAJAJA, morí de la risa.

Ok, quizá era cierto que estaba un poco ebria. Pero yo morí de ternura al leer que me consideraba su amigo. Me reí y esa escena me recordó a lo que Bruno había dicho de ella cuando me vio hablándole por facebook, pero decidí no contarle ese evento.

Inmediatamente después de que Guada me dijera eso, me llegó una solicitud de amistad de una chica mexicana, Paula Vázquez, seguramente era la amiga de la maga.

Sí, lo era, la teníamos de amiga en común.

—Paula Vázquez acaba de mandarme una solicitud –le conté.

—Nooooo, qué zorra –me escribió y casi escupo mi té de la risa—. ¡No la aceptes!




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