No me arrepiento de haberlo dicho, es lo mejor. ¿Qué más podía hacer? Ya no puedo seguir mintiendo, las mentiras me estaban asfixiado. Las mentiras y las consecuencias de aquellas mentiras destruyeron algo que aún no había empezado.
—¿Esa es la razón? —me pregunta Ian muy bajito, parece que está asimilando lo que le acabo de decir— No lo entiendo, ¿te alejaste de mí por eso? ¿Decidiste por mí sin importar lo que yo sentía?
Levanto la mirada y lo observo, primero veo sus labios fruncidos en una sola línea, abre sus labios para decir algo, pero los vuelve a cerrar, puedo ver el coraje en sus ojos.
—Lo hice porque no quería ver esa mirada de, no eres suficiente, escuchar que no soy suficiente para ti me hubiera lastimado mucho. Lo sé, fui egoísta y lo lamento mucho, en serio lo lamento.
Decir que lo siento no es suficiente, lo puedo ver en sus ojos, esta dolido y decepcionado de mí, es normal, yo también estaría igual si fuera él.
—No debiste decidir por mí. Tenías que decirme, confiar en mí como yo he confiado en ti. Jamás me hubiera alejado de ti por eso.
Ian camina hasta el sofá y se sienta, pone sus codos sobre sus piernas y esconde su cara entre sus manos. Se queda así por algunos minutos que a mí me resultan una eternidad. Cuando levanta la cabeza suspira y me hace una seña para que me siente a su lado. Camino despacio hasta el sofá y me siento. Estoy sentada muy cerca de Ian, nuestras rodillas se rozan y yo lo único que deseo en este momento es que me tome entre sus brazos y me bese. Pero él no lo hace.
—Creí que todo lo nuestro estaba perdido hasta que Annie me llamó y me dijo que extrañabas las margaritas de mi jardín—Ian sonríe, es una media sonrisa, pero algo es algo—. Las margaritas es nuestra forma de decirnos...
—Te quiero, te extraño, lo siento —lo interrumpo.
Ian asiente con la cabeza ante mis palabras, pero no dice nada.
El teléfono de Ian suena y él lo saca de su bolsillo, mira la pantalla y después lee el mensaje. Puedo ver como se empieza a enfadar mientras lee el mensaje, incluso llego a ver pánico en sus ojos oscuros.
—¿Alonzo De Luca fue a verte? —me pregunta Ian mientras aún mira la pantalla de su teléfono— ¿Fue a verte?
No me da tiempo de contestar cuando se pone de pie y camina hasta el mini bar y se sirve un vaso con un líquido color ámbar. Bebe el líquido de un solo trago y después, se pasa las manos por su cabello y tira de algunos mechones lleno de frustración. Nunca lo había visto así, tan fuera de sí. Él siempre parece tener todo bajo control, siempre parece estar un paso adelante de todos. Pero ahora parece un niño perdido que no sabe qué hacer, un niño asustado que solo quiere que alguien cuide de él. Ian vuelve a gritar y esta vez me paro y camino hasta él, me acerco y pongo una mano en su mejilla. Él al principio trata de alejarme, pero yo no se lo permito, ahora él me necesita. Después de un momento me abraza y recuesta su mejilla en mi pelo.
—¿Estás bien? —me pregunta— ¿Qué te dijo? ¿Por qué no me lo contaste?
Sé que en este momento él tiene tantas preguntas en su cabeza y yo quiero darle todas las respuestas, pero me preocupa su reacción. Pero sé que lo mejor en esta situación es decir la verdad, así que le empiezo a contar desde que vi al señor De Luca en el edifico donde vivo hasta la caja con los dos ojos azules. Me doy cuenta que Ian no lo llama papá y me corrige cuando yo lo hago, así que trato de no decirle así en absoluto, pero me cuesta un poco.
—Tengo miedo —le digo mientras me siento en el sofá, él se sienta a mi lado y toma mi mano entre las suyas.
Mis manos se ven tan pequeñitas entre sus manos.
—Vas a estar bien —me dice.
—No tengo miedo por mí, tengo miedo de lo que te pueda pasar a ti.
El timbre suena antes que Ian me pueda decir algo. Él se para y camina hasta el intercomunicador y sonríe cuando ve quien es. Abre la puerta y Annie se lanza a los brazos de Ian y le dice cuanto lo ha extrañado. Detrás de Annie esta Erick, quien le da unas palmadas en la espalda de Ian. Annie se aparta de Ian después de besar sus mejillas y entran en el Pent-house. Cuando me ven se sorprenden y miran de forma pícara a Ian, Annie le guiña un ojo y Erick le dice algo que no alcanzo a escuchar, pero hace que Annie se empiece a reír muy fuerte.
—¿No interrumpimos nada? —pregunta Annie mientras camina hasta mí y me saluda, se sienta a mi lado y me da un abrazo.
Erick camina hasta el mini bar, se sirve un vaso de wiski y después se sienta en el sofá individual.
Ian se queda de pie esperando a que sus hermanos digan porque están ahí. Pero cuando ninguno de los dos quiere decir nada Ian pregunta.
—¿Por qué están aquí?
Annie mira a Erick.
—Suponemos que Emma ya te contó todo lo que está pasando—empieza a decir Erick. Ian le dice que sí con la cabeza y Erick continúa—. Bueno, queríamos ver como estabas. Annie me dijo que te mandó ese mensaje y yo no quería decirte nada hasta tener más información al respecto.
Erick mira a Anime y después a mí.
—Estamos en problemas —murmura Annie mientras saca unos papeles y los coloca en la mesita de vidrio que esta frente al sofá—. Nos quieren acusar de lavado de dinero, tráfico de droga, entre otras cosas. Se supone que no sabemos nada aún porque están haciendo las respectivas investigaciones, pero conocemos a alguien que nos pasó la información. Ian, sabemos que De Luca está detrás de esto, Erick estuvo investigando, pero no encontró nada. Podríamos ir presos y perderlo todo.
Ian toma los papeles y los empieza a leer. Cuando termina de leerlos los tira sobre la mesa.
—¿Qué proponen? —pregunta Ian— Sabemos lo que él quiere, no podemos darle la empresa. La constructora ha estado en nuestra familia por años.
—Él no quiere solo la constructora, quiere tu cabeza y lo sabes —le dice Annie—. A nosotros no nos importa la constructora, nos importas tú. ¿Y si vas preso?
Aparto mi vista de Ian y miro el piano, sigo mirando las paredes y los cuadros que tanta curiosidad me dan hasta ver las puertas que dan al balcón. Miro el cielo oscuro, pronto empezará a llover.
—Había un camión de la compañía que transportaba equipos con droga, pero logramos interceptarlos antes que la policía. No hemos encontrado culpables, aún no sabemos cómo llegó la droga ahí, pero seguimos investigando —le informa Erick a Ian—. Hasta ahora tenemos todo bajo control. Igual necesitamos un plan, no podemos quedarnos con los brazos cruzados y esperar a que De Luca gane.
Ian asiente con la cabeza y me mira, me mira por lo que parece ser una eternidad.
—No hay que decirle nada a mamá sobre esto —les dice Annie—. Ha estado mal de los nervios y no sabemos cómo reaccionará ante todo este caos.
Ian mira a Erick.
—Y una cosa más, Eleanor fue a la empresa.
Maldita perra.
Siento como Ian me mira de reojo.
—Ya me encargué de eso.
Maldito desgraciado.
—¿Sí? —pregunta Annie— Se puede saber cómo.
Ian la mira algo molesto por la pregunta, pero Annie poco o nada le importa si molesta y le hace una seña para que le responda. Ian me mira a mí y después otra vez a ella.
—Hablamos.
—¿Que se dijeron? —insiste Annie.
Erick esconde una sonrisa al ver la cara de enfado de Ian.
—Nada que tú debas saber querida hermana entrometida.
Erick se para y jala a Annie.
—Vamos pequeña abeja, deja el chisme para otro momento.
Annie se acerca a Ian y le da un beso en la mejilla.
—Adiós torombolo, ya hablaremos después, de mí no te libras fácilmente.
Annie y Erick se despiden de mí y se marchan. Cuando se van Ian se queda un momento mirando la puerta y después se gira para mirarme. Sé que estamos en un momento delicado, que mis mentiras me han puesto en una posición donde no puedo exigirle a él que me cuente nada porque yo he sido la primera que ha ocultado cosas. Pero quiero gritarle que me diga que hablo con Eleanor, que le dijo, donde hablaron. Quiero que me cuente todo, pero él no tiene cara de quererme contar nada. Nos quedamos mirando un momento más sin decirnos nada porque en este momento no hay mucho que decir, ambos tenemos que pensar sobre esta situación, él más que yo. Me paro del sofá y camino hasta él, le doy un beso en la mejilla y me despido. Él toma mi rostro entre sus manos y pienso que me va a besar, pero no, me da un beso en la frente y me dice adiós.
Cuando las puertas del ascensor se abren en la planta baja hay una mujer alta y dolorosamente hermosa esperando con una sonrisa, cuando me ve me sonríe con burla. Salgo del ascensor y ella no entra. Si cabello ondulado castaño, un poco más oscuro que él mío, le cae suelto por toda su espalda. Y sus ojos azules tienen un brillo burlesco en ellos. Nunca he sido una mujer celosa, pero en este momento quiero arrancarle cada hebra de ese hermoso cabello.
—Soy Eleanor, seguro ya has escuchado sobre mí.
Aplasta el botón del ascensor y las puertas se abren y antes que las puertas se cierren me mira y me dice.
—Vengo a recordar viejos tiempos con él —me guiña un ojo—. Por lo que sé, me ha extrañado mucho.
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Editado: 12.07.2022