El amor no conoce de géneros

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Debía admitir que Sara me sorprendió en este mes que ha estado a mi servicio, sin duda es una excelente asistente, siempre pendiente a lo que necesito; incluso ha llegado a conocerme tan bien que antes de pedirle cualquier necesidad ya se me adelantaba. A eso le llamo eficiencia.

Hoy se cumplía el mes de prueba.

—Hoy terminas tu mes de prueba, y has sabido sorprenderme gratamente con tu desempeño. Desde ahora, eres oficialmente mi asistente, felicidades.

—Gracias por la oportunidad, ha sido un placer estar a su servicio, y voy a seguir haciéndolo de la mejor manera, no quiero irme a la calle.— Reímos, nos hemos convertido algo así como amigas.

—Me agrada escucharlo. Te dejo, que tengo asuntos que resolver.

—Si. Tiene la cita con los organizadores de su boda.

—Exacto— respondí no muy convencida.

Valería me había pedido que adelantemos la boda, no sé cual es  el apuro, pero no pude negarme, en dos meses me caso.

Debería estar que no me cabe la dicha por aquello, solo que no me sentía de esa manera. Hemos sido novias por más de seis años y nos comprometimos hace un año. En realidad, ella me lo pidió.

Tuvimos una cena por el aniversario del bufete y se arrodilló enfrente mío pidiéndome matrimonio, estaba tan emocionada que no podía hablar, pero al ver a todos con la mirada puesta en mi, esperando que responda, me sentí en la obligación de decir que sí.

Después de tanto tiempo ese era el siguiente paso, pensé.

Ahora todo se complicaba entre el bufete, los organizadores, mi novia pidiéndome un poco mas de importancia al matrimonio.

—Amor, claro que le tomo importancia.— Contestaba  exasperada. Ahora estaba con mi novia que no tenia ni un ápice de humor por mis desplantes.

—Eso no parece, ayer te esperé para ver el menú y jamas llegaste.—Replicaba, molesta.

—Estaba en el juzgado, me era imposible salir pronto.

—Por lo menos una llamada esperaba.

—No tenia pila mi celular, lo siento.—No quedaba más que disculparme.

—Rebecca—respiró profundamente— si no quieres casarte dímelo ahora, que hay tiempo.

Quedé sorprendida.

—Claro que quiero casarme contigo amor, no lo dudes— mientras yo si lo dudaba.

—Tú, me haces dudar.- bajó su mirada—. Te prometo que desde ahora no faltare a ninguna reunión que tengamos con los encargados de la boda— espero poder cumplir.

—Esta bien, te tomo la palabra— me dejó un pequeño beso en las labios y se fue.

Ay Rebecca, ojala no te arrepientas de lo que haces y prometes.

No podía renunciar a Valería después de tanto tiempo es algo seguro que tengo, no puedo fallarle, todos esperan que pase mi vida junto a ella.

Regresé a la oficina y vi a Sara concentrada leyendo varios papeles. He tomado la costumbre de quedarme viéndola por un tiempo mientras lee —es tan bonita— cuando frunce su ceño, los gestos que realiza. Solo alejo mi vista al percatarme que comienza a mirar alrededor, seguro siente que alguien la observa.

Soy una puta acosadora.

Sé que pierdo el tiempo, ella nunca me vería de otra forma que no sea como su jefa. Tiene novio y por lo que he visto se quieren mucho.

Así que yo me conformo con verla a través del cristal, suerte la mía de tener su escritorio al frente de mi oficina.
Me desconcentro mucho, pero vale la pena.

Me había perdido tanto en mis pensamientos que no me percaté de la presencia de la fastidiosa de mi amiga.

—Límpiate las babas, por dios- me hablaba sin evitar reírse.

—No sé de que hablas— era mejor hacerse la desentendida.

—Sigue haciéndote la loca. Si sigues así vas a gastarla de tanto verla.

—No molestes, y dime ¿Para que vienes?— pregunté.

—Ahora... ¿no puedo venir a saludar a mi mejor amiga? Me lastimas, me hieres—cuando le agarra el drama, no hay quien la soporte.

—Y el premio a la chica drama es... para Laura—solté riéndome.

—Gracias a todos por su apoyo, los amo.— Actuaba, mientras lanzaba besos a su público imaginario.

—Idiota

—Oye, deja el insulto. Bueno a lo que venia. Vamos a tomar esta noche— sabía que quería algo.

—No, sabes que no me gusta.

—¿Acaso te pregunté?, estoy afirmando, vamos a tomar esta noche. Paso por ti a las nueve, ponte guapa— quise reprocharle, pero salió en precipitada carrera.

A esta mujer no hay como decirle que no.
_________

Llegó la noche, y estaba lista esperando por la loca de Laura. Por su culpa mi novia estaba molesta.

—¡¿Cómo que no puedes venir a verme?!—Tuve que alejar el teléfono de mi oreja.

—Lo siento, amor. Ya había quedado con Laura.

—Esa amiguita tuya nunca me ha caído bien, es mala influencia para ti— volvíamos a lo de siempre.

Ese par no se soporta.

Según Laura, Valería es una mojigata que se hace la santa. Mientras que Valería decía que mi amiga es una loca mujeriega que se acuesta con cualquiera que respire. Tan mal no estaba de la realidad, igual nunca me alejaría de ella, es prácticamente mi hermana.

—Te la aguantas, sabes lo importante que es para mi. Hablamos en otro momento, chao— colgué. No quería amargarme la noche.

Abrieron la puerta y vi entrar a Laura, no recuerdo por qué tiene llaves de mi casa.

—¿Así vas a ir vestida?—Pregunté, sorprendida.

—Si, ¿qué tiene?— decía, mientras se miraba su vestuario.

—Es un putivestido

—Ay no exageres, santurrona. Así cazo mas rápido a mi presa— contestó muy coqueta.

—No lo dudo.—Puse mis ojos en blanco.

Quien pensaría que la abogada seria y formal que se veía en los juzgados, era la misma  que salia en las noches a disfrutar con sus putivestidos.

—Ya vamos, que nos espera una gran noche.

—Seguro que si.—Respondí, con sarcasmo.

Nos dirigimos al centro de la ciudad, a un bar alternativo, es el ideal; ambiente tranquilo, música agradable y las mejores bebidas.

Así me lo vendió mi amiga.

—Mira cuanta belleza hay aquí — tenia razón, habían muchas chicas lindas.



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Editado: 06.11.2022

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