El amor no conoce de géneros

11

En mi vida, pensé volver a saber de ese demonio. Cuando me enteré que se fue del país, imaginé que nunca tendría la desgracia de encontrarla. Sin embargo, aquí estaba, frente a mí; viéndome con esos ojos que alguna vez me encandilaron. En el pasado su presencia siempre lograba que mis piernas se sintieran frágiles.

Fue mi debilidad, mi perdición, no obstante; fue la primera mujer con la que estuve como novia, mi primera vez, mi primer amor.

—Tantos años sin vernos— dijo con un poco de timidez, es ¿en serio?

—Por mi suerte sí. Lástima que siento que haya terminado.

— ¿Aún me guardas rencor? Si me hubieras dejado explicarte todo— replicó

—No es necesario. Con lo que vi, fue suficiente.

—Por eso mismo, lo que tú...

—Abogada Stevens. Nos reunimos para hablar sobre nuestros defendidos, por favor, quiero que se enfoque en lo verdaderamente importante.

—Tienes razón. Pero en algún momento escucharas toda mi verdad.

Preferí callar.

Pasamos más de una hora y no pudimos llegar a un acuerdo. Ella insiste que su defendido nada tiene que ver con la acusación.

Sin embargo, hay pruebas que lo involucran. No habrá acuerdo, esto se resolverá en juicio.

Al comienzo estuve tentada en cederle el caso a Laura, hasta que a último momento me arrepentí, no permitiría que la presencia de esa mujer me atormente más, suficiente lo hizo en el pasado.

Pero de esa jovencita tonta no quedaba nada, ahora afrontaría todo lo que viniera.

Estaba sentada en mi oficina dando vueltas en el sillón necesitaba armar una buena defensa, no permitiría que me ganaran.

Dejé de dar vueltas, cuando tocaron la puerta. Pedí que pasaran, se trataba de Sara.

—Buenas tardes, solo venía a preguntar si necesitaba algo— cada vez que la veo, siento cosas que no debería.

—No, Sara. Gracias, pero no hay nada que puedas hacer— respondí, melancólica

— ¿Se siente bien? Sabe que puede confiar en mí.

Sería oportuno que contara mis penas a ella.

—Siéntate, por favor. Te acuerdas que te conté, de la traición que sufrí cuando estuve en la universidad.

Ella asintió, así que continúe

—Pues ahora resulta que la abogada de Edward Bristol, es mi ex, Leonellys Stevens.

Se llevó la mano a su boca, como si no pudiera creer lo que pasaba.

—Qué casualidad tan grande.

—Yo diría, que fatalidad. Por qué de todas las abogadas que existen es precisamente ella, no lo entiendo.

— ¿Aún le afecta?

Demoré un poco en responder, porque ni yo tenía bien clara la respuesta.

—Verla removió sentimientos en mí, pero solo cosas malas, recordé la bajeza que me hizo. Nunca lo podré olvidar.

—Yo creo que debe cerrar el ciclo con esa mujer. Hablar lo que no pudieron hablar en el pasado.

La miré a los ojos, no creía lo que escuchaba.

—Jamás. Ver a tu novia revolcándose con su ex creo que fue suficiente explicación, ahora solo trataría de enredarme con mentiras.

—Si Ud. lo dice, al final es su vida. ¿Su esposa ya sabe lo ocurrido?

Demonios, lo había olvidado.

—Aun no. Temo por su reacción, no se tomara  nada bien esta situación.

—Pero si no le cuenta y se entera por otras fuentes va a ser peor — no podía evitar embobarme cuando hablaba, es hermosa— ¿me está escuchando?

—S-si claro. Tienes razón. Gracias. Sara, por escucharme, sé que este no es tu trabajo.

—No se preocupe, yo por usted hago lo que sea— me sorprendió su respuesta, y por el rubor de ella, creo que también.

Hago lo que sea

Si supiera lo que quiero...

No pude responderle, porque salió antes, se avergonzó. Que bella es.

—Oye Becky, es cierto, que la culebra venenosa, zorra, perra, infeliz— tomó aire— infiel ¿es la abogada de la contra parte?

—Vaya presentación amable le diste— Sonreí

—No quise dañar tus oídos con palabras más soeces. ¿Dime es verdad?

—Sí, mujer. Es ella, hoy tuve la primera reunión, pero no terminó bien, iremos a juicio.

—Si deseas, yo puedo reemplazarte, así evitas ver ese bicho.

—Al principio pensé hacerlo, pero ya no. Yo no hice nada malo para esconderme, solo me equivoqué en amarla.

—Ya olvídalo, que me da asco. Si hubieras escuchado mis palabras.

—Lo sé, siempre tuviste razón. Pero mi amor me cegó

—Más bien te cegó lo que te hacía en la cama, aún recuerdo los gritos que dabas en la habitación, si parecía que te estaba matan...— Al fin la muy idiota había entendido los gestos que le hacía para que se callara, pero era demasiado tarde. Mi mujer estaba con los brazos puestos en su cintura, con cara de pocos amigos.

Continuó

— ¿El diablo esta atrás?—Preguntó en murmullos. Rodé mis ojos

—Si por diablo te refieres a mí, sí, aquí estoy. — cerré mis ojos, se viene la pelea.

—Hola Vale, escuchan eso, suena la alarma, es la hora de comida. Chao— huyó dejándome con el diablo digo con mi esposa

—Me vas a explicar de quien hablaba la loca esa.

Tomé valor y hablé claro

—De mi ex, sabes a quien me refiero. Resulta que ahora es la abogada de la contra parte de una caso que tenemos.

—Hace cuanto lo sabes y no me has dicho.

—No me has preguntado —Ok. Creo que no fue la mejor respuesta.

Sentía que sus ojos podrían botar fuego.

—Deja ese caso, no quiero verte cerca de ella.

—Un momento amor, a ti te permito muchas cosas, pero esto no, con mi trabajo nadie se mete. Las decisiones las tomo yo. Y a parte, esa mujer no significa nada para mí. Murió el día que decidió engañarme.

Vi cómo se relajó y se acerco para abrazarme.

—Lo siento. No debí hablarte así, pero pensar que puedo perderte me pone mal. Te amo, y créeme que jamás te engañaría.

—Lo sé amor, tú nunca serías capaz de hacerlo— uní mis labios a los suyos, eran muy distintas, Valería sería incapaz de faltarle a nuestro matrimonio.

Después de una sesión de besos un poco subidos de tono, se retiró de mi oficina.



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En el texto hay: romance, lesbico romantico, lgbt+

Editado: 06.11.2022

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