El Amor No Tiene Género

El Espejo Y La Sombra

La conversación con Sofía en la cafetería dejó a Mateo con una mezcla de emociones. El alivio de saber la verdad sobre ella se entrelazaba con la melancolía de lo que nunca podría ser, pero, sobre todo, sentía una chispa de inspiración. La valentía de Sofía al abrirse a él, al compartir su verdad, resonó profundamente en su interior. Si ella podía enfrentar sus miedos, ¿por qué él no?

Los días siguientes, Mateo se encontró observándose a sí mismo de una manera nueva. Ya no era solo la curiosidad o la duda, sino un intento de reconocer las sombras que se movían en su interior. Se miraba al espejo, no solo para ver su rostro, sino para buscar las señales, los gestos, las expresiones que sentía que no le pertenecían del todo. La ropa que había probado en secreto ahora le parecía menos un disfraz y más una exploración, una forma de tocar la piel de una posibilidad.

La cita con el psicólogo se acercaba, y con ella, una mezcla de terror y esperanza. Había repasado mentalmente lo que diría, las palabras que usaría para desentrañar el nudo que sentía en el pecho. ¿Cómo se empieza a hablar de algo tan íntimo y complejo con un completo desconocido? Se imaginaba sentado en un consultorio, sintiéndose expuesto, vulnerable, temiendo ser malinterpretado o, peor aún, juzgado.

Sin embargo, la imagen de Sofía, con su mirada decidida pero vulnerable, le daba fuerzas. Recordó las historias que había leído en línea, de personas que habían encontrado consuelo y guía en la terapia. Quizás esta era la pieza que faltaba, la llave que abriría la puerta a su propia comprensión.

Llegó el día de la cita. El consultorio del Dr. Ramírez era tranquilo y acogedor, con una luz tenue y sillones cómodos. Mateo entró sintiendo que el aire se volvía más denso, su corazón latiendo desbocado contra sus costillas. El Dr. Ramírez, un hombre de mediana edad con una sonrisa amable y ojos penetrantes, lo recibió con una calidez que disipó un poco el nervio inicial.

"Hola, Mateo. Gracias por venir," dijo el doctor, su voz suave y tranquilizadora. "Tómate tu tiempo para ponerte cómodo. ¿Quieres un vaso de agua?"

Mateo asintió, aceptando el gesto. Se sentó, sintiendo cómo sus manos sudaban. Tras unos minutos de conversación trivial, el Dr. Ramírez lo miró con atención.

"Me comentaste en tu llamada que querías hablar sobre... bueno, sobre ti mismo, sobre cómo te sientes," dijo el doctor, dejando la frase abierta.

Mateo respiró hondo. Las palabras que había preparado parecían haberse evaporado. Se quedó en silencio por un momento, buscando el coraje para empezar.

"Yo... no estoy seguro de cómo empezar," dijo Mateo, su voz temblorosa. "Siento que hay algo... algo que no encaja. Siento que no soy del todo... yo."

El Dr. Ramírez asintió lentamente, sin interrumpir. "Eso es un sentimiento muy común, Mateo. ¿Puedes contarme un poco más sobre qué es lo que no encaja?"

Y entonces, las palabras comenzaron a fluir. Mateo habló de las sensaciones confusas, de la incomodidad con su propio cuerpo, de la fascinación por la feminidad que había estado reprimiendo. Habló de la confusión que sentía al mirarse al espejo, de la sensación de que la imagen que veía no era la persona que sentía ser por dentro. Mencionó la conversación con Sofía, la revelación de ella, y cómo eso le había abierto los ojos a la posibilidad de que sus propios sentimientos tuvieran un nombre, una explicación.

El Dr. Ramírez escuchó atentamente, tomando notas ocasionalmente, pero más importante aún, ofreciendo una presencia que no juzgaba. Hacía preguntas abiertas, invitando a Mateo a explorar más a fondo sus pensamientos y sentimientos. No le dio respuestas definitivas, sino que lo guió, le ofreció herramientas y perspectivas para que él mismo pudiera empezar a desentrañar su propia verdad.

Al final de la sesión, Mateo se sentía agotado, pero también extrañamente ligero. Por primera vez, había verbalizado sus miedos más profundos a alguien que no solo lo escuchaba, sino que lo entendía.

"Este es solo el comienzo, Mateo," dijo el Dr. Ramírez al despedirse. "Explorar tu identidad es un viaje, y estoy aquí para acompañarte en cada paso."

Al salir del consultorio, Mateo miró el cielo azul, sintiendo que una pequeña grieta se había abierto en la armadura que llevaba. La sombra de la duda y el miedo seguía ahí, pero ahora, una tenue luz comenzaba a filtrarse. Había dado un paso crucial, y aunque el camino por delante era incierto, ya no se sentía completamente solo en la oscuridad. La verdad, por aterradora que pareciera, empezaba a mostrar su rostro.




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