El Ángel de Cristal

capitulo 13

Aqte Alphles Vertax

MATTHEW 

Las calles de Giorden Hill estaban con su característico tono alegre de navidad. Las farolas que iluminan Park Hill están decoradas con estrellas en la sima y gargantilla alrededor del tubo. Los vendedores ambulantes estaban con sus puestos de café y chocolate caliente repletos, incluso también los puestos de panes y tartas, el aire se llena de un dulzón aroma. Caminaba por la acera esquivando a las personas apuradas de llegar a comprar, la cafetería Golden Sunrise estaba al máximo de su capacidad, no los culpaba, afuera el frío se colaba en los huesos y el viento traía consigo gotas heladas, una postal no muy alentadora del invierno. Torcí a la izquierda en East Route, dónde comenzaban la zona barrial, todas casas blancas de techos rojos y rejas oscuras. Termine en frente una en particular: la fachada era una galería adornada de gnomos de piedra, en ambas paredes había una diferentes tipos de plantas y flores; hortensias, lavandas, rosales y geranios. Toque el timbre una vez y espere hasta ver una cabellera rubia con rizos. 

—Hola, señora Jones—dije y la madre de M.J me abrió la reja sin dejar de sonreír. Alecia Jones era una mujer que tenía la misma forma que mi madre; estatura media, piel clara, delgada y de ojos azules solo que con pelo rubio. Vestía un jersey gris, un pantalón rojo a cuadros y pantuflas.

—Hola querido, Malcolm está en su habitación. Pasa, pasa—dijo, entre a su casa como miles de veces que lo hice desde que tengo doce. Camine por el pasillo hasta la puerta final, dónde M.J estaba con los libros de Matemáticas e Historia, tenía los auriculares puestos sin percatarse de mí presencia.

Tenía la cabeza inclinada aún lado, lo suficiente como para darle un golpe, a mano abierta, prepare listo para…

—Ni siquiera lo intentes, Vaunder—hablo M.J sin apartar la vista de su informe de la Guerra Civil. Se sacó sus auriculares, sus ojos estaban rojos y cansados—. Sabes que puedo sentir tu presencia desde Park Hill, e incluso lo verde me avisa cuando presencias del caos se acercan.

—Ok, ya entendí, no entiendes matemáticas y, el informe de historia te está costando más de la cuenta—deje mi mochila al lado del placard y saque mis útiles—. Por suerte, tu más grande y atractivo amigo está aquí.

M.J rodó los ojos, agarré su libreta de cálculos, revisando las cuentas; las primeras tres actividades están bien pero las últimas tres están mal. Las hice mientras él seguía con su informe. Luego de tres rabietas provenientes de mi amigo, por no darle un cierre definitivo al informe, al fin dimos por finalizado los deberes del día. El viento silbaba en la copa de los árboles y las gotas golpeaban la ventana como toallas mojadas. 

Tome aire y lo solté para decirle lo que tanto me molesta.

—M.J… ayer yo… apareció… Eco—dije, M.J dio vuelta su silla giratoria hasta quedar enfrentados. Sus ojos esmeralda brillaban con cierto enojo.

—¿Y qué te dijo?—pregunto. Muy a mi pesar y con un poco de valentía, pase a relatarle los sucesos de como Eco quería la lanza y darme la oferta de cambiar, de volver a empezar. M.J quedó meditando mis palabras con las manos juntas como todo un juez; apartó su cabello de los ojos, tenía igual de largo que el mío—. Y dime, Matt, ¿Estás considerando su oferta?

—No lo se—contesto, eso no era la palabra que esperaba pero salió natural. Cómo si esa palabra respondiera todas las dudas—. A veces lo pienso y otras me … odio por tratar de considerar lo que dice… pero recapacitó y-yo…

—Matt, sabes más que nadie, que no puedes cambiar lo ocurrido—dijo estaba levemente inclinado, con los codos en las rodillas y sus manos sosteniendo su rostro—. Entiendo que quieras recuperar a tu madre, sabes también lo que daría para que mi hermano volviera también, pero aprendí a trascender la pérdida, al igual que mis padres.

Casi me había olvidado cuando lo encontré en la escalera, llorando en una foto de su hermano mayor, Connor, fue al servicio militar al terminar el secundario. Era igual que el señor Jones: piel dorada, cabello oscuro, alto de hombros anchos, rostro maduro, facciones marcadas y ojos grises. Ahora hubiese tenido veintidós años, en la chimenea hay fotos de él y una medalla enmarcada. 

—Ese es el dilema, M.J, de que estoy aprendiendo a trascender la pérdida… pero es muy difícil, duele todo el tiempo—me lleve una mano al el cierre de la chaqueta—… solo espero que pueda lidiar con esto—solté un suspiro, relajando mis hombros.

—Nunca podrás superarlo, siempre vivirás con eso, pasarán los años y seguirá ahí. Tal vez la herida sane, pero no aseguro que volverá abrirse—cruzó su brazo arriba de sus piernas y extendió la otra tomando mi mano—. Si recuerdas el daño que causó esa pérdida perdura y solo quedará dolor, pero si recuerdas el bien que causó, perdura sólo su amor.

—Sabes, ser un Ungido de lo verde te hace más… sabiondo—comentó, él se ríe y vuelve su asiento para guardar sus cosas.

Me quedé mirando a M.J por un instante, tratando de averiguar ¿cómo es que quedé con un amigo como él? Literalmente murió y revivió, aún no se cómo pudo lidiar con todo esto, realmente es una gran persona. Francamente lo que tengo de monstruo, él lo tiene de humano.

La madre de M.J nos llamó y salimos de la habitación rumbo a la sala. Cuando entramos, había una persona sentada en el sillón de cuero blanco. Su cabeza era cubierta por un sombrero de ala ancha negro como su vestimenta, al frente tenía una taza de café humeante y un plato de galletas. La pluma fénix brilló como una sirena y M.J a mi lado, sus ojos brillaron en verde intenso. Rodeamos el sillón y nos quedamos frente al hombre.

—Sabes, es muy descortés quedarse mirando a una persona, y no entablar conversación—dijo, era una voz grave y melodiosa, como un violín subiendo las notas bajas para después ir a las altas. Un temblor me recorrió entero—. Pensé que ambos Ungidos sabían de modales.




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